Domingo, diez de diciembre de 2007. En las proximidades de una vieja base militar, en la Sierra de Guadalupe. Los niños dicen: “¡es un caracol!”. Lola dice: “es un conejo”. Yo pienso en un perro con un hueso en la boca y recuerdo a Machado:
“En la sierra de Quesada
hay un águila gigante,
verdosa, negra y dorada,
siempre las alas abiertas.
Es de piedra y no se cansa”.
Hilario Barrero, profesor de literatura en la Universidad de Nueva York y experto en el novelista navarro Félix Urabayen, contestó con unas líneas (“Amigo Simón: Muchas gracias por la fotografía. Tú te has acordado de Machado y yo te he escrito estos ripios.... Felices fiestas. Un abrazo”). El poema, sin un solo ripio, también recuerda, creo, al mejor Machado.
”Allí donde el viento escupe
nieve aterida de frío,
está la de Guadalupe:
sierra del escalofrío.
¿Perro, caracol, conejo?
Cresta de plata engarzada,
ola dormida, un espejo
donde se mira la nada.
Vela de un barco a deriva
en un azul velazqueño,
museo de roca viva,
isla en un lienzo pequeño.
Tu bella fotografía
enigma sin resolver
me trae la melancolía
de ver lo que no se ve”.
Simón, gracias por conservar el poemita que yo casi había olvidado. Leo tu blog y aprendo. Un saludo cordial, hilario
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