jueves, 1 de julio de 2010

Un juego de clase



DIEZ COLORES

No creo que ella pueda ver desde donde está, tan lejos de aquí, las playas ni oír, más hacia el sur, el mar roncando en los acantilados. Desde Cali, la lejana línea del horizonte me trae una paz última y suicida y, frente a mí, un velero jovial y juguetón danza sobre las olas. A pesar de ello, me empecino en rebuscar minutos de felicidad en ese pasado baldío evocando una imagen tantas veces soñada. Mientras tanto, mis bobos recuerdos hablan con la arena. ¡Así es como acaba el amar antojos y caprichos!

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