Once árboles
A las seis penetramos en el amplio vestíbulo del hotel en el que ya espera la comitiva de la novia. Un gran adorno rojo y blanco preside la pared en que se abre la puerta al restaurante, tan espacioso que sin duda cabe todo el gentío invitado. Decido pasar cerca de un camarero y tomar de la bandeja que sostiene un vaso lleno de una bebida extraña que sabe dulce y ligeramente áspera. Hace bochorno en el salón. Una mujer, vestida a la moda de los años treinta, reparte caricias y mimos a unos niños que sonríen y toman golosinas de una copa de vidrio. Afuera ocho policías uniformados controlan el acceso a local.
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