MIERDA DE INFANCIA
Xavier Sardà
Barcelona, Ediciones B, 2012, 264
págs.
No es infrecuente que los periodistas penetren en el territorio de la literatura. Y tampoco que cuando lo hacen sean tachados, desde los púlpitos más encumbrados del “sistema”, de intrusismo (o de oportunismo o de banalidad). Javier Sardà (Barcelona, 1958), que ya había publicado varias obras (Eros, Thanatos y su puta madre, El asesino de presentadores, Cataluña, España y la madre que las parió), acaba de ver editada en Ediciones B una biografía de su niñez y juventud que resulta atractiva por su sencillez, por su sinceridad y por el sentido del humor con que narra una vida de penurias y privaciones de todo tipo. En ella recuerda su orfandad, la relación con su hermano pequeño (a quien explica: mamá no está en el terrado. “No…, que la han en-terrado”) y con los mayores, los años en que vivió por necesidades económicas de la familia con sus “falsos abuelos”... En cierta ocasión el niño trabaja de taquillero en las motos locas, rodeado de atracciones de feria, mira a su alrededor y en un destello de lucidez logra captar el patetismo que suele haber en el envés de la alegría:
“No entiendo por qué, pero la feria me consterna y apesadumbra. Es un mal presagio que el señor del tren de la bruja me dé más pena que miedo. Lleva una careta de plástico, pero sus zapatillas destrozadas le ‘desenmascaran’. Pega con desgana, aunque si los mayores le vacilan les arrea algún escobazo serio.
La tómbola y su animador son mi primera lección de que hay que inventar un mundo supuestamente memorable y animar a los demás a comprar los boletos. Da igual que la vida sea desagradable y el tiempo no acompañe. Me cuentan que el tombolero tiene cáncer: “Mirequémuñecamirecómoandamirequémuñecamirecómoanda, a peseta el número, oigamirequémuñecamirecómoanda”.
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