EL BALCÓN EN INVIERNO
Luis Landero
Barcelona, Ed. Tusquets, 2014, 248 págs
El
balcón en invierno nace, como el autor cuenta en las primeras páginas, del
rechazo a componer una nueva novela (“Dios mío, otra novela no, otra vez no!”).
En su lugar, Landero se deja llevar por el impulso de la memoria para hilvanar
numeroso recuerdos de su infancia en Alburquerque y en una finca familiar
próxima (Valdeborrachos), su adolescencia primero en un internado y más tarde
con toda su familia en Madrid, la ristra de oficios de supervivencia, su
afición a la guitarra y, por fin, el descubrimiento de la literatura, que
acabará por convertirse en una pasión indeclinable. El resultado es una
enternecedora “epopeya” de gente corriente que trata de levantarse sobre sus
propias limitaciones, una narración marcada por el humor, la mirada
benevolente, los hallazgos verbales, la lucidez (“era un hombre valiente, pero
también rudo y cruel (he ahí una virtud que necesitaba de dos vicios para
manifestarse)” y la notabilísima capacidad de observación, como sucede en la
siguiente descripción sobre los ruidos del anochecer.
“Entretanto,
había anochecido del todo. Sobre las ruinas del día se iba haciendo la noche. Primero era el escándalo de los
pájaros en el eucalipto y en los naranjos de la huerta, ladridos de perros en majadas
lejanas, la pálida luz anaranjada que antes de apagarse se enardecía de pronto
con un último esplendor espectral. Y según se extinguían los ruidos y las luces
se iba haciendo el silencio, cada vez más y más profundo, hasta que solo
quedaba el aire entre las hojas, y luego ya no se oía nada, y también la
oscuridad en el campo era total. Se producía entonces un momento de tregua en
el infatigable trajín de la vida, y uno contenía la respiración ante aquel
portento único en que el mundo parecía volver a los instantes iniciales de su
creación. Una tregua breve, porque enseguida (y yo esperaba este momento con
todos los sentidos alerta) cantaba el sapo, una sola nota todavía indecisa,
como interrogando al silencio, y aquella era la señal para que empezara el
concierto nocturno, y con él de nuevo el feroz tumulto de la vida”
estoy leyendo el libro y me parece fascinante tanto la narración como la memoria del escritor
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