El pasado jueves, diez de marzo, Joaquín Araújo
presentó su último libro, El placer de
contemplar (Barcelona, Carena, 2015), invitado por la Asociación de
Antiguos Alumnos del Colegio Claret (con una entusiasta Anabel Cidoncha al
frente). Con un tono tan lúcido como apasionado, Araújo desarrolló la noción de
vínculo como modo de relacionarnos con la naturaleza, ese lugar “donde no
puedes comprar ni vender nada”, que se entrega siempre con generosidad (“El hacha
del leñador le pidió al árbol el mango y el árbol se lo dio”, Tagore), fuente
de vida, pero también de cultura (“El bosque ha publicado todos los libros”).
El desdén con que el mundo urbano mira la naturaleza (la última Ley de Educación
utiliza la palabra “tecnología” trescientas veinte veces; la palabra “naturaleza”,
solo dos) nos instala en una deriva suicida, pues –considera el escritor- “perderse
el gran espectáculo de los entornos naturales es el primer paso para perderlos
del todo”.
Las fotografías son de Paqui Tena y Fernando Sanz del Forcallo.
Las fotografías son de Paqui Tena y Fernando Sanz del Forcallo.
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