Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2020, Col.
Escena Extremeña, 157 págs.
Edición bilingüe. Trad. al portugués de Liliana
Gonçalvez
Premio de textos teatrales de autor extremeño – FATEX,
2017
Como autor
teatral se estrenó con Penélope, cautiva
de sí en 2017. Diógenes, el Perro,
su segunda obra dramática recibió el premio FATEX (Federación de Asociaciones
de Teatro de Extremadura) de 2017 para autores extremeños. En ella, Diógenes
Laercio, historiador de filosofía clásica del siglo III d. d. C. reconstruye la
vida y personalidad de Diógenes de Sinope (h. 412 a. C – 323 a. C.), “también
llamado Diógenes el Cínico, Diógenes el Perro y El Perro” y su insólita relación
con los poderosos, con los ciudadanos de Atenas y Corinto y con toros
filósofos. Los pasajes narrativos en la voz de Diógenes Laercio, un creíble y
excelente narrador, se alternan con escenificaciones protagonizadas por
Diógenes el Cínico (ambos papeles representados por un mismo actor con leve
cambio de caracterizaciones en escena) en un desarrollo dramático que subraya
la pertinencia actual de sus mensajes morales.
Reproducimos un fragmento que escenifica el encuentro de Diógenes con
Aristipo de Cirene, “filósofo discípulo
de Sócrates, que cobra por filosofar en los banquetes y vive regaladamente,
gordo y bien vestido, a base de adular a los ricos y poderosos. Aristipo,
sorprendido al ver al Perro, se para ante Diógenes de Sinope y le pregunta.
ARISTIPO:
¿Qué
haces con esas hierbas atravesadas en la boca, Diógenes?
No son
hierbas, son berros; berros del arroyo. (Señala
hacia el lugar en el que supuestamente está el arroyo). Los acabo de cortar
y me los estoy comiendo. ¿No me ves, Aristipo? ¿Es que tus ojos ya sólo ven la
comida si te la presentan cocinada en bandejas de plata?
ARISTIPO:
Claro
que te veo. Y me extraña mucho lo que estoy viendo. Veo al viejo Diógenes tirado en el suelo y con la boca tan llena de hierbas que hasta se le salen por la
comisura de los labios. ¿Para qué te sirve la filosofía, Diógenes? Si
aprendieses el arte del elogio, no tendrías que comer hierbas. Mírate,
Diógenes. Más que un filósofo pareces un borrego hambriento.
DIÓGENES DE SINOPE:
(Mirándole a los ojos). Si tú, Aristipo
de Cirene, discípulo de Sócrates, que confundes el bien con el placer y
afrentas a tu maestro mendigando favores innecesarios y exigiendo unas dracmas
por filosofar en voz alta, si tú aprendieses a comer berros del arroyo, como
hago yo, no tendrías que balar ante los ricos y poderosos. Mírate, Aristipo,
¿para qué te sirve la filosofía? Eres un borrego, un borrego cebado en vez de
un filósofo. [pp. 35-36].
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