martes, 27 de abril de 2021

Trío irlandés

 

TRÍO IRLANDÉS

 Juan Fernández Sánchez

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Geografías, 2020, 187 págs.

 Juan Fernández Sánchez (Zarza Capilla, Badajoz, 1958) es profesor de enseñanza secundaria. Como escritor ha sido galardonado con varios premios de relatos. Es autor de La sonrisa de Buster Keaton (un libro de cuentos publicado por la Editora Regional en 2007)) y de las novelas El canadiense (premio Carolina Coronado, ciudad de Almendralejo de 2008), y Entonces, antes, luego (Editora Regional, 2015). Con La silla vacía logró el XX premio Tiflos de Novela en 2018.

   Ahora la Editora Regional de Extremadura publica Trío irlandés construida sobre una idea sencilla, similar a la de una las muchas obras citadas en el texto, Tres hombres en un bote (1889) del novelista inglés Jerome K. Jerome. También aquí nos encontramos con un viaje, no por el Támesis, sino por Irlanda, con Dublín en el arranque y el cierre del trayecto. Tres profesores universitarios deciden viajar a Irlanda y trazar un recorrido circular (o semicircular) por varias ciudades y lugares de interés de la isla asociados a escritores irlandeses: Joyce y Keats, de Dublín, o Franz McCourt, de Limerick (el autor de Las cenizas de Ángela y El profesor), pero también por las carreteras sinuosas, los paisajes verdes bajo la lluvia, los acantilados, el Oratorio de Gallarus (una iglesia paleocristiana) y la torre Martelo (en cuya plataforma arranca el Ulises) y en cada aldea, los pubs con todas la variedades de cerveza irlandesa en torno a las cuales estos tres amigos, profesores universitarios, entablan conversaciones interminables sobre literatura, historia y filosofía. Narrada en primera persona por uno de ellos, el escritor extremeño Fernández (tres coincidencias entre narrador y autor), marcado por un ruptura amorosa y por las malas críticas a su reciente novela, vamos conociendo las personalidades, muy contrastadas, del filósofo castellano célibe, entusiasta de Wittgenstein, del vasco arrepentido tras cada infidelidad a su esposa, o la del narrador conturbado aún por emociones desoladas. El tono humorístico con el que se narran las pocas peripecias del viaje se carga con citas, constantes referencias culturales e intertextuales (procedimiento que recuerda al utilizado por Joyce en el Ulises), comentarios irónicos o sarcásticos sobre sus respectivas situaciones vitales, diálogos ebrios pero ingeniosos y muchas carcajadas “de muchas clases, tenebrosas como un caravaggio, festivas como un mozart, melancólicas como un palladio, armónicas como un donatello”. Pero todo ello (el viaje, la diversión, el humor, la amistad…) no consigue eludir para el narrador, como confirma el desenlace de la novela, el dolor de la ruptura, el rostro bronco del desamor y el presagio de una soledad futura.

    “Suena mi móvil, es ella, Inma, me pongo en lo peor, que cuándo voy a hacerle el ingreso, hablamos de cinco mil euros, la mitad del premio obtenido con Un verano en Alaska, el fallo se produjo antes de la firma de la separación, bienes gananciales, rebate ella, dispuesta a no hacer una mínima concesión, ningún gesto conciliador, es la guerra, me he asesorado, claro, y llevo todas las de perder, hay una justicia poética y otra prosaica. Te los envío a la vuelta, estoy fuera de España, me defiendo. Más te vale, maco. Y me cuelga. Qué lejos, me digo, de la joven hospitalaria que conocí, una excursión a Montserrat, de cuando mis años barceloneses, el azar conspirando a nuestro favor, los dos solos en lo alto de la montaña, el valle a nuestros pies, el diálogo atropellado de quienes lo tienen todo por decir, infinitas las casillas del crucigrama por rellenar, nulos los automatismos, cada palabra un hallazgo, un avance en el territorio inexplorado, los tímidos avances, la forma discreta en que ambos nos acomodamos en la hilera de sacos para dormir al raso la primera noche, cuerpos trémulos que se acurrucan para combatir el relente serrano, las primeras citas, el afán por desvelarnos mutuamente, por ir descubriendo y nombrando cada rincón de nuestras figuras inconclusas”. [pp. 15-16].


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