miércoles, 6 de septiembre de 2017

El diablo salió de la niebla


EL DIABLO SALIÓ DE LA NIEBLA

Beatriz Olivenza
Cáceres, Diputación Provincial, I. C. El Brocense, 2016, 107 págs.
XLI Premio Cáceres de Novela Corta

   Nacida en Madrid, Beatriz Olivenza es profesora de Lengua y Literatura que alterna su profesión docente con la creación literaria, con libros de relatos (Los muertos, los vivos, finalista del premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en 2011) con la novela, género al que pertenecen títulos como Lo que esconde el cuatro (XIII premio de novela corta “José Luis Castillo-Puche”, 2006), Oriana y la fieras (IX premio de novela corta “Casino-Ayuntamiento de Lorca”, 2007), Alguien aguarda en el sueño (IV premio de novela corta “Rincón de la Victoria”, 2008), La voz de los extraños (premio “Provincia de Guadalajara de narrativa”, 2010) y Mamá duerme la siesta (XXIII premio “Felipe Trigo” de narración corta, 2012).
   En 2016, la escritora consiguió el premio “Cáceres de Novela Corta” otorgado por un jurado presidido por Juan José Millas a la novela El diablo salió de la niebla que ofrece una original modulación de un motivo clásico, el del hombre que vende su alma al diablo a cambio de que este acceda a concederle un deseo. Martín Abellán es una profesor universitario que compagina la docencia con el estudio de Tirso de Molina (y el fraile mercedario tendrá un peso sustantivo en la trama) vende su alma a cambio del amor de una mujer, Ada, veinte años más joven que él, un pacto que dará paso a una deuda impagable (“Pacto” y “Deuda” son los títulos de los dos bloques de la novela). Reproducimos un fragmento del primer bloque.

   “El hombre se vino directamente a mi banco, a pesar de que, con este tiempo, sin duda todos los demás bancos del parque estarían desocupados. Antes de sentarse, inclinó  la cabeza a modo de saludo. Iba vestido con un traje algo gastado, tal vez negro, tal vez gris oscuro, que no le hacía aparecer especialmente formal ni elegante. Tenía un rostro vulgar; lo podría haber confundido con cualquier hombre de mediana edad, con un vecino, tal vez. Se sentó en el banco en el que yo seguía apoyado, sintiéndome infinitamente viejo, y dijo:
         -Eso está hecho.
   Lo miré sin separar la mano de la astilla que me estaba produciendo una herida.
         -No entiendo –respondí.
   Era mentira. Lo entendía perfectamente. Más bien habría tenido que decir: No me lo creo. O bien: No es posible. El hombre del traje oscuro hizo un gesto, que, no estoy seguro de ello, pretendía ser una sonrisa.        
-Está hecho –repitió. Usted vende su alma, yo se la compro.
   Nos miramos, no sé si largamente. Tenía un rostro vulgar, estaba claro. Podría haber sido cualquiera. Ese detalle fue la causa de un temor que me acompañaría para siempre: en lo sucesivo, vería con frecuencia el rostro del demonio en el de las personas que se cruzaban en mi camino.
-Así que está hecho –repetí yo con voz débil. El hombre me miraba con impaciencia, supongo-. Yo he vendido mi alma y usted me la ha comprado. Eso quiere decir que puedo tenerla. A ella.  
   No me atreví a pronunciar su nombre, ignoro por qué, pero no fue necesario. Ahora la sonrisa de mi interlocutor era más clara.
-Sí, puede tenerla a ella. La va a tener en breve. Que  la disfrute. Yo haré  lo propio con su alma. [pp. 7-8]

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