lunes, 18 de marzo de 2019

Qué tarde se nos ha hecho





QUÉ TARDE SE NOS HA HECHO
Antología poética

Antonio Orihuela
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2018, 275 págs.
Prólogo y selección de Santiago Alba Rico


EL CAMINO DEL CORAZÓN

Qué tarde se nos ha hecho, amor,
río torcido de la vida, sed,
borrón de tu cara, flor de olvido,
jazmín de los labios.

Qué tarde se nos ha hecho, amor,
hilo de tu voz, lluvia enhebrada,
ojos de ayer, pájaro ciego,
cenizas de la arboleda.

 Qué tarde se nos ha hecho, amor,
tormenta de lo azul, seda de los días,
rosa del adiós, piedra de la muerte.
   
Qué tarde se nos ha hecho, amor,     
y qué poca prisa

en que esto

acabe.

   De este poema procede el título de una antología de la obra poética de Antonio Orihuela (Moguer, Huelva, 1965) que agrupa los textos, siguiendo un criterio temático, en cuatro bloques: los más intimistas (“El hilo que se enreda en mi pecho”), los más comprometidos y combativos (“Más largo que un día sin pan”), los viajeros en el tiempo o en el espacio (“De aquí para allá. Remotas cercanías”) y los fulgurantes destellos de las formas mínimas (“Luciérnagas y cuchillos”: “Chaparrón de verano / turbión de otoño / cellisca de invierno / llovizna de primavera // y tu silencio”). Sobre el sentido del epígrafe que define, según el antólogo, toda su obra, comenta Santiago Alba: “El camino del corazón”, un bellísimo poema de amor que yo he torcido hacia una generalidad más sombría, porque su cifra impactante y crepuscular –me parece- refleja muy bien el conjunto de la obra poética del de Moguer. Qué tarde se nos ha hecho besándonos, es algo que aún ocurre felizmente a  los humanos. Pero también: qué tarde se nos ha hecho para ser realmente jóvenes, para ser realmente felices, para ser realmente buenos, para ser por fin nuestros mejores sueños. Qué tarde se nos ha hecho, en definitiva, para doblar el mundo contra el capitalismo y hacia la Anarquía; es decir, hacia ‘un futuro de farolillos chinos’ y una ‘verbena e pueblo’ para la que, de momento, nadie se arregla” [p. 12].

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