martes, 3 de mayo de 2022

Estampas. Literatura y periodismo de vanguardia

 ESTAMPAS

Literatura y periodismo de vanguardia

Antonio Núñez de Herrera

Sevilla, Cicus, Biblioteca de autores meridionales, 2018, 487 págs.

Edición de David González Romero, César Rina y José María Rondón

Prólogo de David González Romero 

   Antonio Núñez de Herrera (Campanario, 199 – Montegordo, Portugal, 1935) es una notable figura, oscurecida por completo tras su temprana muerte, del panorama periodístico y literario de los años 20 y 30. Tras colaborar en su juventud en los diarios pacenses, Núñez Herrera (su segundo apellido era Cabezas de Herrera) se traslada a Sevilla integrándose desde sus comienzos en el grupo literario reunido en torno a la revista Mediodía (junto a nombres como Romero Murube, Collantes de Terán o Rafael Laffón), una de los grandes órganos de creación de la generación del veintisiete y colaborando en numerosas iniciativas culturales. A la llegada de la II República se involucra en la política municipal sevillana dirigiendo dos proyectos periodísticos de corta vida, el semanario republicano Crítica y El pueblo. Diario Republicano de Andalucía. Desde 1932 y hasta su muerte estuvo al frente de la hemeroteca municipal hispalense y en 1934 apareció un volumen de artículos periodísticos, Sevilla. Teoría y realidad de la Semana Santa. Durante su estancia en Extremadura (fue empleado de correos en varias ciudades pacenses) colaboró con artículos en Correo de la mañana y en La libertad y es mencionado por Ernesto Giménez Caballero como uno de los jóvenes literatos de vanguardia junto con Enrique Segura Otaño, Antonio Otero Seco o Francisco Valdés. Todos estos datos proceden de la cuidada edición que David González Romero, César Rina y José María Rondón prepararon para la Biblioteca de autores meridionales dependiente de la Universidad de Sevilla. Además de reproducir el texto de la única obra publicada por el escritor, los autores incorporan numerosos artículos clasificados temáticamente en “estampas”, “estampas políticas”, “crítica literaria”, “crónicas, reportajes y entrevistas”… Reproducimos un fragmento de un artículo aparecido en La libertad (9 de julio de 1927) titulado “Las desacreditadas musas” en el que con su característico tono humorístico y zumbón enfrenta la “vieja poesía” (modernista y neorromántica) con la poesía de la generación a la que por fecha de nacimiento y relaciones literarias el escritor pertenece.

    “El escritor de inspiración, el poeta del siglo pasado y principios del presente, sultán y gallo de las nueve musas; este poeta soplado que decimos —que tenía acaso en la pringue decorativa con que exornaba sus malandanzas toda la sustancia de su estro trashumante— leía poco —¿para qué habiendo musas?- quizás no conocía ni aun a los poetas más apropósitos para su plectro atribulado y tristón: Leopardi, Ausias March, Verlaine…

   Era bohemio antes que nada, y la necesidad de cultura no constituía, entre tantas, una primera necesidad. La inspiración, tan socorrida, era su «comodín» y su panacea; como Rocinante, su metafísica acaso era su ayuno, sus ansias cósmicas, ganas de comer.

   Sus musas, frecuentemente, vestían de luto riguroso; y aun alguna de ellas, deshonesta cariátide de todas las esquinas, ostentaba su liviandad en vanos y retumbantes versos.

   Ahora, el poeta actual, atildado y pulcro, si no desdeña enteramente la inspiración y el sentimiento, en cambio está más preparado; ha leído mucho, es culto, tiene en los estantes de su biblioteca la mitad de las musas encuadernadas; vive bien sin aditamentos de melenas crespas ni encrespadas chalinas, sabe un poco de humanidades y un mucho de literaturas extranjeras —francesa sobre todo—; ha templado su lira en la filosofía —la ha enfriado más bien—; no va como el bohemio, de funerales objetivos, a través de una literatura atormentada, y no precisa de las musas como tanguistas para las fiestas líricas de su mundo interior. No se ha hecho en las tabernas si no en las aulas; a lo sensiblero deshilachado y pocho quiere sustituir lo vigoroso y lo brillante, y busca en las formas clásicas gentiles prisiones a su expandido y suelto pensamiento”.  [pp.23-24].

 

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