miércoles, 3 de mayo de 2023

Las mujeres felices son una quimera

LA MUJERES FELICES SON UNA QUIMERA

Alonso Guerrero

Córdoba, Ed. Almuzara, 2022, 270 págs.

I Premio Internacional de novela jurídica del ICAGR

   Nacido en Mérida en 1962, Alonso Guerrero es escritor y profesor. En 1982 gana el premio Felipe Trigo de narraciones cortas con Tricotomía, y en 1987 el Navarra de novela con Los años imaginarios. Muestras de sus incursiones en el cuento son El hombre abreviado (1998), Fin del milenio en Madrid (1999) y De la indigencia a la literatura (2004). La novela también le llevó a experimentos como Los ladrones de libros (1991), El durmiente (1998), El edén de los autómatas (2004), Doce semanas del siglo XX (2007) o la narración futurista Un palco sobre la nada (2012), en tanto La muerte y su antídoto (2004) contiene una reflexión sobre el oficio de escribir. Sus últimos libros han sido una novela sobre los atentados del 11-M en Madrid, Un día sin comienzo, la narración El mundo sumergido y la novela El amor de Penny Robinson (Berenice, 2018), que se convirtió en un gran éxito de ventas. También ha ejercido la crítica literaria y el periodismo de opinión. Es profesor de Lengua y Literatura en un instituto de Madrid y con Las mujeres felices son una quimera ha resultado ganador del Primer Premio Internacional de Novela Jurídica, que impulsa el Colegio de Abogados de Granada.

   La mujeres felices son una quimera desarrolla una trama de novela negra de ambientación urbana que arranca con el descubrimiento del cuerpo de un  hombre ahorcado en un árbol de una plaza céntrica de Madrid. El comisario Enrique Lahoz, apodado por sus compañeros “el fantasma” por su tendencia a mantenerse alejado de la comisaría, emprende una investigación (a pesar de una primera impresión no se trata de un suicidio sino de un asesinato) que le llevará a aproximarse a un grupo de cinco personas que sin conocer ni siquiera sus nombres (todas se ocultan tras un alias o nick) coinciden en una página de la Deep Web. La investigación policial tendrá que enfrentarse a nuevos asesinatos que hacen pensar en un asesino en serie, a circunstancias extrañas (como la aparición de los teléfonos móviles de unas víctimas en el escenario del crimen de otras) y a unas personas que han sustituido las relaciones personales por su presencia constante en las redes: en sus casas no hay libros ni cuadernos, ni bolígrafos, sino televisiones de tamaño desmesurado, cedés, lápices de memoria, tarjetas con archivos visuales… Como en los modelos clásicos que reúnen un caso policial con un reflejo crítico de la sociedad (corrupción policial, connivencia entre políticos y delincuentes), la presente novela desarrolla una trama absorbente que nos lleva de un enigma a otro hasta un desenlace insólito, pero también se propone presentar a un nuevo prototipo de ser humano que se ha volcado hacia un mundo virtual en el que el anonimato es “el de gente que se mantiene de incógnito porque así significa más que con sus nombres y apellidos”, en que “nadie quiere ser quien es, ni estar donde está” y tiene una deriva terrible en el caso de niños y adolescentes con los que “la educación ya no sirve de mucho. Ahora se hacen montaraces en internet como si fueran perros abandonados”. Comunicada con una prosa cuidada y precisa tan eficiente en la narración como en los diálogos, la novela es una notabilísima muestra de la novela negra actual. Reproducimos un fragmento del arranque de la trama.

   “La cara del capitán apareció en la pantallas, con sus ojeras de político con demasiadas sobremesas, y le expuso personalmente el expediente del tío colgado del árbol. Asunto del que se había hecho cargo el Juzgado de Instrucción número 21.

         -Encárgate de él –le dijo-. No es un suicidio. El forense ha dicho que lo colgaron después de matarlo.

         ¿Por qué yo? —preguntó Lahoz—. Sabes que no me gustan las cosas complicadas.

         -Porque eres el más cabrón, y el que menos ganas tiene de trabajar. Los jueces sólo te quieren porque les pones las cosas claras.

         -Sabes que los hay más cabrones que yo en la policía, aunque tengas razón en lo segundo.

         -Échale un vistazo al informe del forense. No tiene buena pinta.

         -Nada tiene buena pinta.

         -La familia está pasándolo bastante mal. Hay detalles muy extraños.

         -Estoy seguro de que ya has resuelto el caso. Dime si el asesino es el mayordomo, y punto.

         -Las soluciones ya te las pedirá a ti el juez Corcovado, que es quien instruye el caso. Como os lleváis tan bien, quizá te amplíe el margen de actuación, siempre que no se lo quites a él.

         -Corcovado, extraña casualidad -dijo Lahoz-. Hemos tenido roces, dentro y fuera del juzgado, pero me cae bien.

         -¿Qué quiere decir fuera? ¿Habéis compartido amantes?

         -Esa es la única investigación en la que no me gustaría profundizar. [pp. 10-11].

 

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