Pablo García
Mérida,
Editora Regional de Extremadura, Col. Viajeros y estables, 2024, 120 págs.
Pablo García Bengoechea es, además de paseante
solitario y caminante vocacional, antropólogo de profesión. Podría definirse
también como escritor pero le da vergüenza. Ya llegará el día, se dice a sí
mismo para animarse. Su biografía no es una retahíla de datos, ni una hoja de
servicios, sino una manera de entender la vida. Y esta le dice que, al igual
que necesita cambiar de rumbo de cuando en cuando, cambia de ocupación es
igualmente saludable. Por fortuna no se siente enraizado a ninguna parte y esto
le ha dado algo de vagabundo errante. No obstante, ha pasado más tiempo en
América Latina que en otros lugares, exceptuando el suyo de nacimiento , y ha
sido allí, más que en la universidad, donde ha aprendido las cosas importantes
de la vida. Entre ellas, como leyó alguna vez en alguna parte, que los
caminantes solitarios son imprescindibles para el correcto funcionamiento del
mundo.
La Hurdes es la comarca extremeña que mayor
atención ha atraído a escritores de dentro y fuera de la región. El primer
libro de viajes, con una intención testimonial y de denuncia, fue Caminando por Las Hurdes, de Antonio
Ferres y Armando López Salinas. También el que mayor eco tuvo dentro y fuera de
España al ser traducido a varios idiomas y publicado en la revista Les temps modernes de Jean Paul Sartre
con fotografías de Luis Buñuel (autor del documental Las Hurdes, tierra sin pan, rodado en 1932, al que se alude en el
libro que comentamos). El mismo propósito de denuncia de una comarca abandonada
a su suerte por el poder (que acabó designando por antonomasia a cualquier
entorno empobrecido, como confirma el libro de Ramón Carnicer, Donde Las Hurdes se llaman Cabrera, una
comarca de León), el libro de Víctor Chamorro, Las Hurdes, tierra sin tierra, en tanto Juan Antonio Pérez Mateos,
tras ciertas inversiones en el entorno, da una visión más edulcorada en Las Hurdes, clamor de piedras.
Seis días por la tierra sin pan enlaza con esta tradición en
un viaje que arranca en Azabal, alquería del ayuntamiento de Caminomorisco, en
las Hurdes Bajas, hasta llegar a Horcajo, pasando por aldeas y caseríos (El
Gasco, Riomalo de Abajo, Fragosa, Martinlandrán …), atravesando ríos (el
Hurdano, el río de los Ángeles, el Malvellido…), subiendo y bajando por montes
agrestes, conociendo a unos hurdanos envejecidos y acogedores que pueblan un
entorno en que las lacras ya no son la falta de alimento o de atención médica,
sino la despoblación, el exilio económico de los jóvenes, con lo que nos
enfrentamos a una comarca que sigue condenada a su involución. Reproducimos un
fragmento del día 5º.
“Llegando
al cruce de Cerezal, ya muy cerca de Nuñomoral, el caminante se despide del
panadero, se apea de la furgoneta y echa a andar, dejando el pueblo atrás.
Sigue la carretera de El Gasco, que serpentea hacia arriba. Desde allí se
divisa un camino pegado al río que corre por el fondo del valle. Le gustaría
caminar a su vera pero teme que le lleve a donde no quiere ir. Por la carretera
vuelve a ver colmenas. Ruega para que no se alboroten y le obliguen a tirarse
al río. La escena del documental de Buñuel en la que cientos de abejas,
sintiéndose amenazadas, salen de sus colmenas y matan a un pobre burro a
picotazos le ha dejado sugestionado. Habiendo caminado un trecho, el río
Malvellido empieza a formar meandros en una especie de desfiladero natural que
se angosta gradualmente. Pronto arriba a Martilandrán, alquería de Nuñomoral.
El bar que se ofrece a la entrada está cerrado. Unos hombres le informan que
hay un chiringuito y un restaurante en Fragosa, un poco más adelante. En su
parte alta, junto a la carretera, Martilandrán tiene casas bien enlucidas,
recién pintadas y con cierta categoría. Cuando se interna, sin embargo, por sus
calles bajas el panorama es distinto, como en otros tantos pueblos de la
comarca. En una escueta intersección entre varias calles aparece un hombre
sentado en una banca de piedra.
-No está muy animado el pueblo –le dice el
caminante a manera de saludo.
-No señor. En esta parte baja solo vivo yo y
mi familia. Los demás viven en la carretera”. [pp. 88-89].
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