domingo, 26 de julio de 2009

Cosas de clase

Maneras de decir no


En cierta ocasión, pedí a los alumnos de primero de bachiller que me dijeran cómo contestaban negativamente a una petición del tipo: “Préstame la moto”. He aquí algunas de las más de doscientas respuestas:


IRÓNICAS

¡No tienes tú fe!

¡Qué moral!

No me deja mi madre.

Más quisiera el gato [que lamer el plato]

[Acariciándole la cabeza como si se hubiera dado un golpe] ¡Ea, ea, ya pasó!


ESCATOLÓGICAS

Vete a cagar a la vía!


FAMILIARES

¡Tú tía!

¡Tu padre!

¡Tu abuela!

¡Tu hermana en bragas!


INTERROGATIVAS

¿Me ves con cara de querer?

¿Dónde vas tú?

¿A que estás tonto?

¿A ti te pagan por ser tan payaso?


DUBITATIVAS

¡No sé yo…!

Espera que me lo piense…, hum, no.

Ya te digo.

Quizás otro día.

Es una posibilidad.


POÉTICAS

Naranjas de la China

Hasta aquí llegó la riada.


Uno de los modos de negación que descubrí en el listado es el cambio de género del “tema” de la solicitud, que los niños de mi generación utilizábamos con frecuencia. Por ejemplo:


-“Préstame la mochila”

-“El mochilo te voy a prestar!

[...]

-“Dame una hoja”

-“Sí, un hojo”


Expliqué y ejemplifiqué esta “manera de decir no” en otro curso, terminó la clase, me dirigí hacia la puerta y oí a un alumno pedirle a un compañero casi a gritos (se trataba, claro, de que yo lo oyera):

-¡Chema, prestame un pollo!

Por desgracia, y porque cerré rápidamente la puerta del aula, no oí la respuesta.

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