martes, 14 de mayo de 2019

El lugar de la cita


EL LUGAR DE LA CITA

Luciano Feria
Barcelona, RIL Editores, 2019, 638 págs.

   Nacido en Zafra en 1957, Luciano Feria ha publicado hasta ahora tres poemarios: El instante en la orilla (1989), finalista en los premios “Ámbito Literario” y “Juan Manuel Rozas”, Fábula del terco (1996 y 202), premio “Vicente Gaos en 2004 y De la otra ribera (2004). Sus poemas han sido incluidos en antologías como Literatura en Extremadura, siglo XX (2010), Panorámica poética de Extremadura (2012) o Poesía experimental española (2012). Luciano Feria fue coordinador del Seminario Humanístico de Zafra, miembro de la Junta Rectora de la AEEX y secretario del premio de narrativa española “Dulce Chacón”.
   Ahora, la editorial chilena RIL en su sede barcelonesa publica El lugar de la cita, su primera novela, que se presenta en su primer apartado extenso (“La plaza Grande”) como continuación, en un género distinto, de su último poemario; nos encontramos ante una narración en forma de diario que recoge entradas de diversa temática en las que dominan las notas de lectura (de obras preferentemente filosóficas), recuerdos de sus tareas (como coordinador del Seminario, como profesor, como secretario del jurado), anotaciones sueltas, numerosas reflexiones sobre la propia escritura…, muchos de ellos actualizados con comentarios reproducidos entre paréntesis.
   Tras un bloque introductorio (Austro”), sigue otra narración, “Un día, un atardecer”, que permitiría una lectura independiente, pero que se relaciona con el anterior por la continuidad cronológica y la aparición de numerosos personajes comunes a ambos.
   El resultado es una vasta narración (más de 600 páginas), cuya trama no se doblega a los resúmenes, de la que queremos destacar, simplemente, dos características que la vinculan con el panorama narrativo actual. La primera de ellas es que la narración parte desde el “yo” para abrirse, ignoramos con qué grado de manipulación literaria, al entorno de su niñez, adolescencia, juventud y madurez (familia, amigos, compañeros de trabajo y de vocación). La presencia del Escritor como personaje ocasiona que la reflexión sobre la propia escritura (dudas, hallazgos, momentos de desánimo, propósitos…) sea constante. La segunda peculiaridad es el empleo de procedimientos que divulgó en España Javier Cercas en varias de sus novelas, pero que dio a conocer de modo generalizado en Soldados de Salamina, basado un “relato real”: la incorporación a la novela de todo el trabajo de documentación y reflexión sobre la construcción de la obra, de modo que a la vez que la narración de una historia la novela contiene la historia de una narración.
   Reproducimos un breve fragmento en que desde el presente recuerda el día en que su padre llevó a casa una máquina de escribir, ligada desde entonces a un destino vital: la escritura concebida como un proceso de búsqueda de un yo ensencial.

   “Hoy, ahora, delante del ordenador, presiento, pues, que me toca a mí cerrar el círculo abierto por mi padre aquel mediodía luminoso, que, como una brújula tranquilizadora en terrenos desconocidos y ásperos, me sostiene aún con la fuerza de la esperanza. Caminar, teclear, revivir: hubo una vez en que sentiste la armonía con que puede girar el mundo, en que ganaste los lugares remotos que contienen el agua y la serenidad, latitudes suaves donde sentarse a la sombra sin pesadumbre. ¿Cómo renunciar, entonces, a mis mejores intuiciones para realizarme como persona, si, a pesar de estos ocho años de batacazos y desolación, de sed insatisfecha y melancolía, aún poseo la almohada, la energía, las benditas imágenes como tesoro y alimento, tanta añoranza, de una inmarcesible plenitud real y prometedora durante la vida? ¿Cómo olvidar, sin que luego me agostara el remordimiento, la aspiración a escalar los peldaños ardientes de nuestro espíritu? ¡El tú esencial! ¡La añorada novela de mi vida con la que habré de conseguirlo bajo la obediencia ciega de la confianza, reconquistarlo! ¡El lugar de la cita! Teclear, caminar y esperar. Situarme, trabajando, en sazón de recibir. Meditar. Contestar a la llamada que, al destapar la Remington delante de toda mi familia, tan alegre, puro como una resurrección, aquel día me hizo mi padre” [p. 205].

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