viernes, 26 de marzo de 2021

Cuentos y relatos de la literatura colombiana

CUENTOS Y RELATOS DE LA LITERATURA COLOMBIANA

TOMO III

 AAVV

Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2020, 463 págs

Selección y prólogo de Luz Mary Giraldo

    Nacida en Ibagué (Colombia) en 1950, Luz Mary Giraldo es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad Javeriana de Bogotá, en la que posteriormente ha impartido clases, poeta, crítica literaria y ensayista. Autora de una numerosa y notable obra en todos estos campos, sobresalen, por su relación con la obra que comentamos, sus antologías de cuentos: Ellas cuentan. Relatos de escritoras colombianas de la colonia a nuestros días (Seix Barral, 1998), Cuentos de fin de siglo (Seix Barral, 1999), Cuentos caníbales (Alfaguara, 2000), Una ciudad partida por un río. Cuentos en Medellín (2018), Cuentan. Relatos de narradoras contemporáneas (Hombre nuevo, 2010) o los dos tomos de Cuentos y relatos de la literatura colombiana, publicado por Fondo de Cultura Económica en 1905). El año pasado la misma editorial publicó el tercer tomo de esta vasta selección del género en la literatura colombiana, en una ordenación que atiende tanto a criterios cronológicos como temáticos, pues los relatos se agrupan en sucesivos bloques torno a motivos como la familia, los animales, el terror, el suspense, el humor, el amor, el viaje o, la reflexión sobre la propia escritura. “Toda antología –afirma en el prólogo- es una invitación a un viaje en el que se recorren lugares y escenarios; se reconocen personajes y situaciones; se experimentan emociones y sensaciones, es decir, maneras de afrontar la existencia. Si en esta travesía el lector acepta el mapa sugerido, la guía temática del viaje que, arbitrariamente, estructura el libro, se encontrará con una mirada con cierto orden estético y, por lo tanto, crítico. Si, en cambio, prefiere recorrer su propio camino, las rutas que elija lo conducirán a un territorio literario también desconocido y le permitirán construir un mapa personal y establecer otra geografía imaginaria del cuento. De todas maneras, el lector estará oscilando entre lo bello y lo horroroso de la existencia y encontrará en algunos de estos cuentos matices de lo que resuena dentro de él. El diálogo profundo entre el yo que escribe y el yo que lee supone una vibración, una resonancia, un encuentro o un distanciamiento”. [Prólogo, p. 7]. Reproducimos tres composiciones del último bloque que recoge cinco microrrelatos (“Letras mínimas”).

 

MARÍA DEL ROSARIO LAVERDE

Mi madre tiene los ojos cerrados

 Mi madre tiene los ojos cerrados, es la tercera vez que asisto a la dilatación su pupila. Me pide que al menos le converse mientras esperamos. Está muy incómoda. Yo cuento cualquier anécdota pero no puedo dejar de verla, tan mayor, tan distante, tan desconocida. Ella pone un par de dedos sobre mi mano y los empieza a mover como intentando pequeñas caricias, siento que me paraliza porque no recuerdo una sola caricia suya. Ella no deja de mover su mano y pregunta bruscamente qué está tocando, mi mano, le respondo, y retira la suya aún más bruscamente. Le digo que por un momento pensé que me estaba acariciando, y ella me contesta que le parece una severa huevonada acariciarnos estas alturas de la vida, que ella cuando yo era niña ya me acarició suficiente. Yo la sigo viendo tan mayor, tan distante, tan desconocida.

  

ORLANDO MEJÍA RIVERA

Fruto prohibido

 A sus ocho años de edad, mientras recogía del suelo un curioso "fruto” que nunca había visto antes, y que encontró al lado de un aguacatal de la finca vecina, ella descubrió, con la misma inocencia de los ángeles, que todavía quedaban "frutos prohibidos" esparcidos por la inmensidad de los campos de su patria. Cuando le explotó en la palma y alcanzó a ver que los deditos de su mano derecha ya no estaban, no pudo evitar recordar, antes de perder el conocimiento, las lecturas bíblicas de su abuelita, esas historias que hablaban del árbol del bien y del mal, y de la manzana roja que destrozó, para siempre, el paraíso del corazón de los hombres.

 

LUZ TERESA VALDERRAMA

Duelos

 Atravesó sin lágrimas por todas esas muertes.

   Sólo lloró, vencida, cuando vio en las noticias a una terca gaviota insistiendo en liberarse con el pico de su espesa mortaja de petróleo.

 

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