lunes, 6 de marzo de 2023

Si esto fuera una novela

SI ESTO FUERA UNA NOVELA

Pilar Galán

Mérida, De la Luna Libros, Col. La Luna del Norte, 2023, 217 págs.

    Nacida en Navalmoral de la Mata, Pilar Galán se licenció en Filología Clásica. Ha ganado, entre otros premios, el Certamen internacional de la UNESCO, Miguel de Unamuno, Cuentos de invierno, Helénides de Salamina, San Isidoro de Sevilla, Hermanos Caba; y ha sido finalista en el NH de cuentos, Ana María Matute y Max Aub. Ha ganado también el primer premio nacional de periodismo Francisco Valdés. Ha publicado siete libros de cuentos: El tiempo circular (EREX), Manual de ortografía, Diez razones para estar en contra de la Perestroika, Paraíso posible, Tecleo en vano, y La vida es lo que llueve (todos ellos en de la luna libros), y Túneles (Alcancía). Ha publicado cuatro novelas Pretérito imperfecto, Ocrán-sanabu, Ni Dios mismo, y Grandes superficies, y dos obras de teatro, Los pasos de la piedra y Miles gloriosus, todas ellas asimismo en de la luna libros. Publica, además, una columna de opinión, "Jueves sociales", en El Periódico de Extremadura, coordina varios talleres literarios y ha participado en numerosas antologías y revistas. Ahora la editorial emeritense De la Luna libros publica Si esto fuera una novela, un libro que se abre con una singular paradoja: niega en su título el género que inaugura en la nueva colección de la editorial, una discordancia menor si pensamos que la novela como género ha colonizado otras muchas manifestaciones narrativas. En sentido estricto, Si esto fuera una novela podría considerarse unas memorias que se mueven por el territorio próximo de la familia y tienen como protagonista esencial la figura de la madre fallecida. En breves capítulos que evocan con frecuencia un solo recuerdo, la obra prescinde de un desarrollo temporal progresivo (y por tanto de una trama) ajustándose al “camino no lineal de la memoria” consciente de que “la realidad siempre está por encima de la literatura”. Tras un largo periodo de silencio en una trayectoria narrativa notabilísima, Pilar Galán ofrece una obra de plena madurez con un fuerte sesgo emocional que da testimonio de unas vidas humanas en su existir, de unos padres, tras años de sacrificio, abocados al declive físico, a la enfermedad y a la muerte. La escritura se hace entonces necesaria y dolorosa: “Por eso escribo. Por eso duele tanto lo que escribo,  porque cada palabra sostiene el  peso de las que no están”. Reproducimos un pasaje en que recuerda los últimos momentos de la vida de su padre.

    “He estado sin escribir estos cinco años. No he sido capaz de tejer ficción ni realidad, solo he aceptado mandar al periódico cada semana una columna, porque sabía que si dejaba de hacerlo, el tiempo de curación iba a ser infinito. La columna ha sido mi muleta, mi bastón para no ir por la vida con los ojos cerrados, para seguir mirando.

   Antes ya había pasado otro periodo de sequía, pero no tan largo. Ocurrió tras la muerte de mi padre.

   Yo había sido capaz de desdramatizar siempre, y sacarle punta a todo para no venirme abajo, como defensa y como apuntalamiento también, pero el dieciocho de diciembre de hace seis años, una mediodía preciosa, con una luz que no era de diciembre, murió mi padre, y yo me enfadé con el mundo. Y lo que es peor, dejé de reírme. En lugar de dejarme vencer por la tristeza, que hubiera sido lo normal, me enfadé con el mundo que había permitido que muriera sin apenas cuidados paliativos, con esta celebración del dolor físico como penitencia no sabíamos muy bien de qué.

   Recuerdo muy bien la cara del médico que prohibió la sedación, y su nombre. No quiero olvidar sus ojos sin compasión mientras se inclinaba hacia el cuerpo de la persona que ya estaba más allá de ser mi padre. Mientras haya vida hay esperanza, nos dijo, a cambio de una noche de agonía que no tenía nada de celebración de la esperanza, y sí de ceremonia del sufrimiento de un hombre que iba a cumplir noventa y dos años”. [pp. 24-25].

 

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