sábado, 14 de marzo de 2020

La patria de los náufragos



LA PATRIA DE LOS NÁUFRAGOS

José Antonio Ramírez Lozano
Soria, Diputación Provincial, 2020, 50 págs.
XXXVIII premio de poesía “Leonor”.

   José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) es autor de más de setenta obras en prosa y verso, premiadas muchas de ellas con galardones prestigiosos (Azorín, Claudio Rodríguez, Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina o los extremeños Ciudad de Badajoz, Felipe Trigo o Cáceres de novela corta). Su obra poética arranca con Canciones a cara y cruz (Sevilla, 1974), libro al que siguieron otros muchos títulos (como Antifonario para un derrumbe, Bestiario de Cabildo, Cuarto creciente, Azogue impuro, Pipirifauna, Santos llovidos del cielo, El arquero ciego, Aqueronte, Discurso de anatomía, La flor de la pavesa, Epifanías, A cara de perro…). Ahora, el Departamento de Cultura de la Diputación Provincial de Soria publica La patria de los náufragos, que consiguió el XXXVIII premio de poesía “Leonor”, un libro cuyas composiciones giran en torno a la muerte, esa patria a la que todos arribaremos al naufragar.
   Reproducimos una de las composiciones.

EN MI DEFENSA

No quiero irme de aquí de esta manera.
Quiero juntar palabras para entonces
y que no pueda así la Muerte irme matando
mientras queden palabras por vivirme.

Mientras diga, seré. Mientras escribo el verso
este de estarme siendo
yo no tengo más vida que este verso
que escribo en mi defensa y nada puede
arrancarme de él, porque no hay modo
de arrancar de mis labios
lo que apenas si es siéndolo todo,
bastándose en su nombre para darse,
arista en la que amparo mi vivir.

Nada temo si digo pulpa del corazón,
élitro de oro, umbría en que el deseo
celebra su furtiva
consumación, tímpano acaso el bosque,
vitral, florida pascua en que los cuerpos
vencido el tojo, cerca
la humedad de las yeguas, arden,
estopa y pedernal, ascua de vida, digo.

T mientras tanto ella, desheredada, absurda,
tan oscura en su cerco, aguardando a que deje
de decir, a que calle
la virtud que me asiste para ser en su ausencia,
para vivir del negro no decir que la nombra.
Miseria de aguardar lo ajeno, que me cumple,
rendida como perro a mi tardanza. Y tanto
que al final va a ser ella, canina, mansa tierna,
la que venga a comerme cada día en la mano.
La que en su adversidad me dé el poema hecho.

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