miércoles, 4 de marzo de 2009

La fantasía como subversión




PROYECTOS DE PASADO.
Ana Blandiana
Periférica, Cáceres, 2008.
Trad. de Viorica Patea.

Nacida en Timisoara (Rumanía) en 1942, Ana Blandiana, seudónimo de Otilia Valeria Coman) comienza a publicar sus primeros poemas a los diecisiete años, momento en que una circular gubernamental la declara hija de “un enemigo del pueblo”, pues su padre, preso por motivos políticos, era un sacerdote ortodoxo. Tras licenciarse en la Facultad de Filología de Cluj e instalarse en Bucarest, publica en 1964 su primer libro de versos (Primera persona del plural), a partir del cual emprende un penoso camino de prohibiciones y de constante vigilancia policial bajo el régimen de Ceaucescu, que no le impide, sin embargo, ir acrecentando una extensa trayectoria de poemarios (La arquitectura de las olas, 1990, Cosecha de ángeles, 1997…), narraciones (El cajón de los aplausos, 1992) y ensayos (El miedo a la literatura, 2006).
Tras recibir en 1982 el prestigioso premio Gottfried von Herder de la Universidad de Viena a su obra poética, Ana Blandiana logra publicar ese mismo año Proyectos de pasado, una compilación de once narraciones que mezclan armónicamente lo biográfico, lo documental, la poesía y los tonos fantásticos en una tradición que tiene como referentes a Kafka, Eliade, Borges o Cortázar. La reiteración del mismo contexto histórico en todos los relatos (salvo la narración final) confirma, sin embargo, el propósito de reflejar críticamente la vida cotidiana bajo un régimen totalitario desde su instauración (colectivización forzosa que despuebla las aldeas, encarcelamientos y deportaciones…) hasta la atmósfera irrespirable de los años 60 y 70 bajo la tiranía de Ceaucescu. Narrados todos en primera persona, circunstancia que acentúa su valor documental, lo fantástico suele irrumpir, como sucede en Cortázar, de un entorno realista inicial (una profesora de universidad decide construir un gallinero en el balcón de su vivienda para mitigar la carestía más absoluta, una mujer visita el pueblo de sus padres, una boda campesina interrumpida por la policía que deporta a novios e invitados, una compradora detenida al salir de una tienda no estatal…) para introducirnos en el territorio de lo fantástico o de lo onírico, sin que los relatos pierdan por ello una sola pizca de reflejo crítico de una realidad abyecta. Y es que la imaginación y la fantasía operan en esta literatura asimismo como una forma de subversión contra un poder que ha impuesto el realismo socialista como estética oficial, rebelándose contra una “concepción del mundo que elimina la subjetividad, lo sobrenatural, lo portentoso y lo intuitivo” (prólogo).
En el trasfondo de unas tramas imaginativas y originales, los relatos muestran un país devastado de racionamientos y colas interminables, sometido a decisiones arbitrarias como la exportación de la producción nacional con el fin reducir la deuda externa, la obligación de las mujeres de tener cinco hijos para nutrir las filas del ejército, el derribo de viviendas individuales y su sustitución por bloques (para doblegar cualquier manifestación de independencia y controlar mejor a toda la población…), al tiempo que todas las bibliotecas rumanas ocultan un fondo de libros prohibidos. Nos encontramos así (“En el campo”) ante pueblos de campesinos ancianos a los que la colectivización ha desposeído de sus vínculos ancestrales con la tierra y ha destruido los ritos cíclicos rurales en una deriva en la que un modo de vida superior (antiguo, humano, trascendente) ha sido derrotado por un sistema político materialista, represor y antiestético; ante la historia de la detención de todos los invitados a una boda tradicional (“Proyectos de pasado”) y su deportación a Baragan, vasta región deshabitada en donde son abandonados a su suerte; ante la detención de una mujer por un gigantesco carnicero (“Imitación de una pesadilla”) entre la indiferencia o el miedo de los viandantes… Y todo ello, mediante unos desarrollos argumentales imprevistos, en que la fantasía no es, como decimos, un modo de evasión de lo real sino un mecanismo para expresar sus aspectos más profundos y ocultos (o bien ocultados por el poder), pues “lo fantástico no se opone a lo real, sino que constituye solo su representación más llena de significados”.

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