martes, 10 de marzo de 2009

Narcocorridos en Ciudad Juárez



TRABAJOS DEL REINO

Yuri Herrera
Cáceres, Editorial Periférica, 2008, 135 págs.

"Ay, me duele este corrido
que cuenta de mi jefazo".


Nacido en Actopan (México) en 1970, Yuri Herrera, profesor de Literaturas Hispánicas en Berkeley (California) ha publicado hasta el momento una sola novela, Trabajos del reino, premio Binacional de Novela Border of Words en 2003, que da a conocer al público español la editorial cacereña Periférica.
Aunque el autor prescinde intencionadamente de anclajes en el espacio y en el tiempo (apenas un lugar fronterizo, punto de reunión de poderosos al margen de la ley en que pueden oírse "yes como shes, palabras sin eses, y unos que subían y bajaban el tono como si viajaran en cada oración, a las claras se notaba que no eran de tierra pareja"), la trama de esta novela se sitúa en uno de los lugares más peligrosos del mundo, la frontera entre México y Estados unidos, y, más específicamente, en Ciudad Juárez y El Paso.
Por esta ciudad mexicana (es decir, del lado de los buenos) deambula un desheredado más, Lobo, cuyo único patrimonio es un acordeón, una buena voz y una rara habilidad para poner letra y música al mundo de que es testigo. Cuando el Rey, uno de los marcotraficantes más poderosos de la ciudad, lo descubra y lo tome bajo su protección, el muchacho accederá a un ámbito desconocido, lo más parecido a una corte medieval formada por todos aquellos que deben al Rey su destino a cambio de venderle su alma, por ello ninguno será conocido por su nombre: la Bruja y la Niña (siempre coherente consigo mismo, el Rey le robó a otro hombre a su mujer y su hija), el Gerente, el Doctor (pues los heridos del cártel no pueden ser atendidos en un hospital), el Periodista que controla la información que sale de palacio y el Padre que sirve en la corte "a cambio de que el Rey financiara iglesias para enganchar pobres al cielo". En este entorno, Lobo será el Artista, un compositor de corridos rápidamente promocionado por el jefe, y su misión, como un juglar medieval, consistirá en cantar los "trabajos del reino". Para Lobo, el lugar es, como le dice la Niña, lo más parecido a la concreción de sus sueños: "Estar aquí es cura, cantor, es bacán, es chilo, es guay, es copado, es padre, cantor, aquí vienen de todas partes y a todos les gusta", pero pronto podrá ser testigo de las intrigas palaciegas, de la amenaza exterior y del declive progresivo de un pequeño imperio cuya iniquidad es incapaz de apreciar: "él había soportado la humillación de los bien nacidos; hasta que llegó el Rey. ¿Y qué si cruzaba al otro lado el veneno que pedían? Bien se lo tuvieran. Bien se lo tomaran. ¿Qué habían hecho aquellos por los buenos".
Trabajos del reino es una novela en tercera persona "focalizada"; esto es, comunicada por un narrador que "mira por los ojos" del protagonista, que ofrece solo lo que él puede ver y que, por tanto, exige una colaboración constante del lector, pues este ha de completar los fragmentos que el protagonista no vio, reinterpretar lo que malinterpretó, descubrir los engaños, etc., y todo ello en un registro coloquial lleno de encanto incluso en la expresión de la más brutal violencia: "A mí me reenchila que quieran verme la cara, por eso, a un mula que la otra semana vino a hacerme cuentas baratas le moché los pulgares con unas pinzas, no había necesidad de quebrarlo, pero de menos que se le dificultara empujar los billetes por andar de cabrón, qué no".

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