LA DISECCIÓN DE LA ROSA
Eduardo Moga
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col
Perspectivas, 2015, 470 págs.
Prólogo de Aurelio Major
En otra entrada
de este blog ya dimos cuenta de la trayectoria poética de Eduardo Moga
(Barcelona, 1962) recogida recientemente en una antología, El corazón, la nada. Antología (1994-2014), pero la
labor del escritor se ha abierto a otros ámbitos como la traducció (Ramón
Llull, Frank O’Hara, Évariste Parny, Charles Bukowski, Carl Sandburg, Richard
Aldington, Tess Gallager, Arthur Rimbaud, Billy Collins, William Faulkner,
Milton Rokead, Wal Whitman, la edición (fue codirector de la colección de
poesía de DVD Ediciones desde 2003 hasta 2012) o la crítica literaria que
ejercido en revistas como Letras Libres,
Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Occidente, Ínsula, Turia o Quimera.
La disección de la rosa, publicado en
2015 por la Editora Regional de Extremadura y presentado recientemente en
Badajoz por Manuel Pecellín Lancharro, secretario de la Academia de Extremadura, y Joaquín González Manzanares, presidente de la UBEX, reúne los
trabajos publicados en las citadas revistas durante aproximadamente un decenio.
En esta recopilación predominan las reseñas sobre libros de poesía, tanto
españoles como hispanoamericanos, aparecen autores que intuimos predilectos en
más de una ocasión (Antonio Gamoneda, María Zambrano, Pere Gimferrer), incorpora
ensayos extensos (sobre Pérez Walias, González Ruano, Mateo Rello) y abundan
los nombres de poetas extremeños (Álvaro Valverde, Álex Chico, Basilio Sánchez,
José Antonio Llera, Javier Pérez Walias, Mario Martín Gijón, Julio César
Galán). Si como recuerda el prologuista en una cita de Whitman “el poeta es el hombre
ecuánime”, Moga, también como lector, muestra esa cualidad repetidamente, como sucede
cuando enjuicia la labor poética de González Ruano en quien reconoce a un
individuo infame pero también a un escritor fiel a una vocación poética Nos
hallamos en este caso que queremos citar como ejemplo de ecuanimidad ante una
aproximación honesta a una obra elaborada durante la vertiginosa sucesión de
los ismos, atraída tanto por la experimentación como por la tradición clásica,
que ni logró remontar el vuelo en su momento ni se salvará en el futuro (como,
por otra parte, la mayoría de trayectorias poéticas), pero que merece ser
recordada, al margen de las marrullerías delictivas de su autor.
Como ejemplo de la atención que dirige a los poetas extremeños, reproducimos
un fragmento de la reseña (“Amo esta sequedad”, Letras Libres, nº 86, noviembre de 2008) que dedicó a Desde fuera (2008), de Álvaro Valverde.
“Desde fuera
mantiene, en todo momento, un subido tono existencial. Es aguda la percepción del
paso del tiempo, de lo ido, y de su peso espectral en el presente. La memoria,
en su lucha incesante contra el olvido, alivia apenas la certeza de que somos
lo que perdemos, de que nuestra personalidad es solo un cúmulo de recuerdos y
extravíos. La muerte acude, desde los primeros versos, como inevitable
corolario de la preocupación existencial, aunque Valverde la analiza con
inusual intensidad en la sección “Entonces la muerte”, que contiene algunos de
los poemas más conmovedores del libro, como el segundo, que plasma el flujo de
la vida y, sobre todo, el flujo de la muerte: el poeta describe la vela de su
padre enfermo, en una cama de hospital, recuerda la que este guardó al suyo, y
anticipa la que sus hijos le guardarán a él, en la misma silla, sujetándole muy
fuerte la mano” [p. 383]
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