perder el tiempo
Juan Ramón Santos
Mérida, De la Luna libros, col. Lunas de
Oriente, 2017, 119 págs.
Presidente de la Asociación de Escritores Extremeños y Coordinador de las Aulas literarias de la región, Juan Ramón
Santos (Plasencia, 1975), se dio a conocer con una compilación de textos breves
titulada Cortometrajes (Mérida,
Editora Regional, 2004), al que siguieron El
círculo de Viena (Gijón, Llibros de Pexe, 2005), Cuaderno escolar (Mérida, Editora Regional, 2009) y Palabras menores (Mérida, De la Luna
libros, 2011), además de colaborar en libros colectivos como Relatos relámpago (2007) y Por favor, sea breve (2009). Como poeta,
ha publicado Cicerone (De la Luna
libros, 2014) y Aire de familia
(Sevilla, La isla de Siltolá, 2016). Asimismo, es autor de dos novelas: Biblia apócrifa de Aracia (Badajoz, Libros
del Oeste, 2010) y El tesoro de la isla (De
la Luna libros, 2015).
Ahora, la editorial emeritense De la Luna libros publica perder el tiempo, una compilación de seis relatos emparentados
por la noción que ha pasado al título, pues los personajes se debaten en una
profunda insatisfacción que procede a veces de la soledad, el desamor o las
pérdidas, a veces de la sensación de haber tomado una decisión equivocada y la
posibilidad de un horizonte distinto e incierto. Pero también los relatos
aparecen hilvanados por una imagen recurrente, la de la tormenta que se abate
sobre los hombres y mujeres de Pomares, imprevista y violenta, que arrebata los
paraguas dejando a los personajes a la intemperie, expuestos al viento y a la
lluvia, conscientes todos ellos de que “estamos hechos de tiempo. Somos pura
sucesión de horas, de minutos, de segundos. Tenemos los días contados sin que
podamos saber hasta dónde ha de llegar la cuenta y cada cual se enfrenta a esa realidad,
a esa limitación, como mejor entiende o como buenamente puede” [Texto de
contraportada]
Reproducimos un fragmento del relato inicial
(“Presentación”) en que un personaje anónimo se refugia del viento y la lluvia
en un local en que se presenta un libro (un libro de relatos titulado perder el tiempo), uno de cuyos
ejemplares se lleva dedicado por el autor.
“El libro está
entallado en el bolsillo y lo sacas, al final, a tirones, descubriendo rayada
la portada. Como una fea cicatriz, una grieta la surca, en un desgarro, de
arriba abajo, y por si fuera poco está salpicada de hendiduras y arañazos
menores. Comprendes que antes, con las prisas, has encajado el libro en el
mismo bolsillo de las llaves, de ahí el estrago, y al mirarlo con detenimiento
te das cuenta además de que, con la presión, has combado el lomo y has arrugado
sin remedio algunas páginas, logrando que el libro, flamante, recién adquirido,
parezca ya viejo, releído, desgastado. Te da rabia haberlo echado a perder de
manera tan torpe y prematura, te da rabia, al abrirlo, no comprender la
dedicatoria, que imaginas insulsa, escrita con desgana, por mero compromiso, y
al cerrarlo miras la portada y su dorado título, perder el tiempo, se te antoja
de repente un insulto, una burla, una broma de mal gusto, como si el libro, y
su autor, se riesen de ti por haberlo comprado, por estar tan solo en estas
calles, por haber malgastado el tiempo, ese tiempo tuyo tan escaso, tan
precioso, en la presentación, y más enrabietado aún si cabe, por instinto, sin
pensarlo, lo tiras asqueado a una papelera” [p.28]
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