viernes, 26 de marzo de 2021

Cuentos y relatos de la literatura colombiana

CUENTOS Y RELATOS DE LA LITERATURA COLOMBIANA

TOMO III

 AAVV

Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2020, 463 págs

Selección y prólogo de Luz Mary Giraldo

    Nacida en Ibagué (Colombia) en 1950, Luz Mary Giraldo es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad Javeriana de Bogotá, en la que posteriormente ha impartido clases, poeta, crítica literaria y ensayista. Autora de una numerosa y notable obra en todos estos campos, sobresalen, por su relación con la obra que comentamos, sus antologías de cuentos: Ellas cuentan. Relatos de escritoras colombianas de la colonia a nuestros días (Seix Barral, 1998), Cuentos de fin de siglo (Seix Barral, 1999), Cuentos caníbales (Alfaguara, 2000), Una ciudad partida por un río. Cuentos en Medellín (2018), Cuentan. Relatos de narradoras contemporáneas (Hombre nuevo, 2010) o los dos tomos de Cuentos y relatos de la literatura colombiana, publicado por Fondo de Cultura Económica en 1905). El año pasado la misma editorial publicó el tercer tomo de esta vasta selección del género en la literatura colombiana, en una ordenación que atiende tanto a criterios cronológicos como temáticos, pues los relatos se agrupan en sucesivos bloques torno a motivos como la familia, los animales, el terror, el suspense, el humor, el amor, el viaje o, la reflexión sobre la propia escritura. “Toda antología –afirma en el prólogo- es una invitación a un viaje en el que se recorren lugares y escenarios; se reconocen personajes y situaciones; se experimentan emociones y sensaciones, es decir, maneras de afrontar la existencia. Si en esta travesía el lector acepta el mapa sugerido, la guía temática del viaje que, arbitrariamente, estructura el libro, se encontrará con una mirada con cierto orden estético y, por lo tanto, crítico. Si, en cambio, prefiere recorrer su propio camino, las rutas que elija lo conducirán a un territorio literario también desconocido y le permitirán construir un mapa personal y establecer otra geografía imaginaria del cuento. De todas maneras, el lector estará oscilando entre lo bello y lo horroroso de la existencia y encontrará en algunos de estos cuentos matices de lo que resuena dentro de él. El diálogo profundo entre el yo que escribe y el yo que lee supone una vibración, una resonancia, un encuentro o un distanciamiento”. [Prólogo, p. 7]. Reproducimos tres composiciones del último bloque que recoge cinco microrrelatos (“Letras mínimas”).

 

MARÍA DEL ROSARIO LAVERDE

Mi madre tiene los ojos cerrados

 Mi madre tiene los ojos cerrados, es la tercera vez que asisto a la dilatación su pupila. Me pide que al menos le converse mientras esperamos. Está muy incómoda. Yo cuento cualquier anécdota pero no puedo dejar de verla, tan mayor, tan distante, tan desconocida. Ella pone un par de dedos sobre mi mano y los empieza a mover como intentando pequeñas caricias, siento que me paraliza porque no recuerdo una sola caricia suya. Ella no deja de mover su mano y pregunta bruscamente qué está tocando, mi mano, le respondo, y retira la suya aún más bruscamente. Le digo que por un momento pensé que me estaba acariciando, y ella me contesta que le parece una severa huevonada acariciarnos estas alturas de la vida, que ella cuando yo era niña ya me acarició suficiente. Yo la sigo viendo tan mayor, tan distante, tan desconocida.

  

ORLANDO MEJÍA RIVERA

Fruto prohibido

 A sus ocho años de edad, mientras recogía del suelo un curioso "fruto” que nunca había visto antes, y que encontró al lado de un aguacatal de la finca vecina, ella descubrió, con la misma inocencia de los ángeles, que todavía quedaban "frutos prohibidos" esparcidos por la inmensidad de los campos de su patria. Cuando le explotó en la palma y alcanzó a ver que los deditos de su mano derecha ya no estaban, no pudo evitar recordar, antes de perder el conocimiento, las lecturas bíblicas de su abuelita, esas historias que hablaban del árbol del bien y del mal, y de la manzana roja que destrozó, para siempre, el paraíso del corazón de los hombres.

 

LUZ TERESA VALDERRAMA

Duelos

 Atravesó sin lágrimas por todas esas muertes.

   Sólo lloró, vencida, cuando vio en las noticias a una terca gaviota insistiendo en liberarse con el pico de su espesa mortaja de petróleo.

 

miércoles, 24 de marzo de 2021

Versos, ¡a los pupitres!

VERSOS, ¡A LOS PUPITRES!

Granada Farrona Farrona

Badajoz, Editamás, 2017, 68 págs.

Prólogo de Manuel Pecellín Lancharro

Ilustraciones de Belén Benegasi Carmona

    Nacida en Llerena en 1952, Granada Farrona se traslada con su familia a Monesterio cuando la escritora tiene doce años. A los estudios elementales cursados en su pueblo natal le sucedieron el bachiller en el Colegio Santo Ángel de Badajoz y los cursos de Magisterio en la Escuela Normal de esta ciudad. Tras sus años de formación, Granada ejerció la docencia en localidades como Monesterio, Villar del Rey, Fregenal de la Sierra, Alburquerque y, finalmente, Badajoz, en uno de cuyos centros, el Colegio Luis de Morales, enseñó hasta su jubilación.

   En 2016 publicó Versos chiquininos, un conjunto de nanas, homenajes amistosos y villancicos que tienen su origen (y su destinatario) en el mundo infantil. Un año más tarde ve la luz Versos, ¡a los pupitres!, que incluye composiciones de varia factura: fábulas de animales y de frutas, adivinanzas, villancicos, greguerías, jeroglíficos… pensados todos, como sugiere el título, para su uso escolar, pues como señala el prologuista: “Ahí, en la escuela, reside el origen de este libro. Seguramente se lo calificará como ‘literatura infantil’, aunque también los  adultos disfruten con sus versos. En función de los destinatarios, que un día se liberarán de las imposiciones métricas, la autora recurre a la rima según hacen espontáneamente los niños. De ahí ese aire ingenuo que impregna la obra. Pero entre las asonancias y consonancias más o menos fáciles, se perciben magníficos hallazgos, metáforas espléndidas” [p. 8]. Reproducimos una de las composiciones.

 

¿DÓNDE ESTÁ LA A?

 ¡Mamá, mamá,

mira donde está la A!

-¿Dónde, mi cielo?

-En el borde de la Luna.

 

-Dile que se baje

que se va a matar.

 

-Si se baja no habrá Luna

y a mí me dan miedo

las noches oscuras,

¿quién las alumbrará?

¿quién llevará hasta el mar

su colcha de plata?

¿Quién peinará

la erizada melena

de la vieja encina

en la noche invernal?

 

¡Déjala, mamá,

deja que en la Luna

se quede la A!

 

viernes, 19 de marzo de 2021

Peccata mundi

PECCATA MUNDI

 José A. Ramírez Lozano

Valencia, Pre-Textos, 2021, 72 págs.

XXXIV Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás

    José A. Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) es autor de más de setenta obras en prosa y verso, premiadas muchas de ellas con galardones prestigiosos (Azorín, Claudio Rodríguez, Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina o los extremeños Ciudad de Badajoz, Felipe Trigo o Cáceres de novela corta). Su obra poética arranca con Canciones a cara y cruz (Sevilla, 1974), libro al que siguieron otros muchos títulos, muchos de ellos también premiados. Sus últimos libros de versos son Corambo (2007), Cuarto creciente (2007), Caliches (2009), Copa de sombras (2009), Raíz de la materia (2011), Rosas profanas (2012), Las islas malabares (2012), Ropa tendida (2013), Elegía de Yuste (2013), Discurso de anatomía (2014), Vaca de España (2014), A cara de perro (2017), Bestiario del cabildo (reedición de 2018), Epifanías (2018), La sílaba de ónice (2019) y La patria de los náufragos (2020).

   Ahora, La editorial valenciana Pre-Textos publica Peccata Mundi, ganador del XXXIV premio internacional de poesía Antonio Oliver Belmás, que agrupa los poemas en dos bloques, “Veniales” y “Mortales”. Situados en la aldea de Torales, los poemas, con un claro sesgo narrativo, relatan episodios y casos prodigiosos, más allá de cualquier verosimilitud o realismo, con un enfoque esperpéntico, en la estela de Quevedo o Valle Inclán pero sin su acritud, y una gozosa imaginación (las citas recogidas en el libro pertenecen al más crítico Machado de Campos de Castilla, a Valle Inclán y a Cunqueiro) en la que no falta un humor lúdico. Nos encontramos entonces con las ranas bautizadas que “croan en Dios”, con el pastor poseído por el demonio que se duerme contando diablos, con la talla de madera de San Armillo que, oculta en un macetón, enraizó convertido en un melocotonero… En el segundo bloque, “Mortales”, las visiones son más tétricas: borrachos en la taberna, procesiones grotescas, penitentes, cuerdas de hospicianos y la presencia ubicua del diablo que agria las leches de las cabras, envenena las parras “y siembra en las macetas / puñaditos de ortigas”. Reproducimos una de las composiciones del primer bloque, caracterizada, como las demás, por la eficacia de un lenguaje popular y levemente arcaizante.

FANIO

 Fanio, el enterrador, cría gallinas

que campan sueltas por el cementerio

y picotean sobre las tumbas

las matas de magarzas y los ramos

de rosas que les traen

los deudos al difunto por noviembre.

 

Tres pollitas habadas con un gallo

que llama Avisador, porque semeja

con su canto la horrible

trompeta que algún día sonará cuando el Juicio.

 

Los huevos de las pollas son tan negros

como el café que Fanio

calienta en el anafre a eso del alba.

Los ponen en los nichos vacíos y son huevos

no son de freír, que sólo valen

porque traen, si los cascas, dentro un papel escrito

con la misiva del difunto.

 

Ni día ni noche rige aquí, Fermina.

Sácame de este fuego.

Eso le dijo un día el abuelo.

Y la abuela vino a gastarse en misas

lo que en pan en un mes

y las ganancias de la montanera.

 

jueves, 18 de marzo de 2021

Expón, que algo queda

EXPÓN, QUE ALGO QUEDA

 Eduardo Moga

Madrid, Ed. Polibea, Col. La espada en el ágata, 2021, 240 págs.

Prólogo (“Eduardo Moga en el museo”) de Jesús Aguado

    Eduardo Moga (Barcelona, 1963) es autor de una notable y dilatada trayectoria poética que arranca con Ángel mortal (1994) y La luz oída («Premio Adonáis», 1996) y ha sido recogida en una antología reciente El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014), con prólogo de Jordi Doce. En prosa, el escritor ha cultivado géneros como el libro de viajes, con títulos como La pasión de escribil (La isla de Siltolá, 2013) y El mundo es ancho y diverso (Baile del sol, 2017), y los diarios: Corónicas de Ingalaterra. Un año en Londres (con algunas estancias en España) (La isla de Siltolá, 2015), Corónicas de Ingalaterra. Unavisión crítica de Londres (Vasarek Ediciones, 2016). Esta trayectoria como creador ha ido acompasada de una tarea crítica que ha ejercido en revistas como Letras Libres, Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Occidente, Ínsula, Turia o Quimera y ha recogido en volúmenes como De asuntos literarios (2004), Lecturas nómadas (2007), La poesía de Basilio Fernández: el esplendor y la amargura (2011), La disección de la rosa (2015), Apuntes de un español sobre poetas de América (y algunos otros sitios) (2017), Homo legens (2017) El sonido absoluto (2019), El oro de la sintaxis (2020) o la edición (fue codirector de la colección de poesía de DVD Ediciones desde 2003 hasta 2012). Recientemente, ha visto la luz El paraíso difícil (2020) que recoge las entradas de su blog sobre nuestra comunidad.

   Expón, que algo queda recoge reseñas, aparecidas su blog, de sus visitas a museos de Londres, ciudad en la que residió durante años, Extremadura (una visita al museo de Bellas Ares de Badajoz y otra de poemas-objeto de Juan Ricardo Montaña, celebrada en el espacio cultural Rufino Mendoza de Villanueva de la Serena), Barcelona y Madrid. Predominan los artículos que comentan obras pictóricas (los Brueghel, Picasso, Sorolla, Caravaggio, Goya, Constable, Matisse…), pero también recoge exposiciones sobre escritores (Galdós, los Machado, autores del exilio español en Inglaterra), o hechos históricos (Auschwitz, los celtas, los vikingos). “Lo que más me gusta de la exposiciones -comenta en una entrada de su blog- no es lo que me enseñan sobre lo expuesto, con ser mucho, sino lo que me enseñan sobre mí: cómo desafían lo que creía saber y cómo cuestionan los mecanismos psicológicos que me habían llevado a creer que lo sabía”.

   En el prólogo, Jesús Aguado considera: “En él los cuadros, las esculturas y los objetos que ha ido encontrando y analizando en sus salas han acabado chisporroteando (como virutas unos, como troncos otros: cada cual según su tamaño, su peso y su poder ignífugo) en el gran horno de su inteligencia […] Inteligente y resolutivo …, sabe que tiene que ganar una apuesta, quizá la de llegar a tiempo a sí mismo (coincidir con uno mismo es, da igual cómo se enfoque esto, el objetivo de la mayoría de las filosofías y religiones), y que para ello no hay segundos que perder ni pertrechos de los que no merezca la pena deshacerse” [Prólogo, pp. 8-9] Reproducimos un fragmento del artículo dedicado al pintor Turner que viene a confirmar cómo la contemplación de unos cuadros puede ser un soporte sobre el que erigir un texto literario de notable calidad.

 TURNER

    “Los paisajes se dilatan en un encadenamiento de manchas sin entramado, en un tumulto de claridades inexactas. Los crepúsculos se enzarzan en rosas y amarillos deshilachados, en esplendores oleosos. En las marinas, abundantes, el agua y el cielo se abrazan en explosiones laxas, mientras, en sus laberintos, advertimos siluetas que podrían ser de barcos veloces o de barcos naufragados. Hasta la noche pierde su rotundidad tenebrosa: su extensión se matiza de fulgores y transparencias, de objetos en movimiento, de oquedades irradiantes. Y esto es lo que refleja la polícroma difuminación de Turner: el movimiento, el hacerse de los seres, de los hechos, en el flujo indetenible de la realidad. Su inconcreción tiene, pues, un sentido moral: el de la relativización de lo evidente, el de la captación de lo que cambia, el de la comprensión de la incomprensibilidad de todo. Sus latigazos de luz, dispersos, y las heridas que infligen a los óleos, prefiguran a los impresionistas y, con ellos, a la pintura contemporánea. Turner se percibe como irremediablemente moderno, como el Greco, como El Bosco, como Goya, contemporáneo suyo: como todos aquellos que desdeñaron las exigencias estéticas de su tiempo, para incorporar a su obra una percepción singular, una psicología propia. Turner transforma la realidad en la realidad vista, o, mejor, sentida, por Turner. Lo que vemos en sus cuadros no es la naturaleza, sino su alma cabalgando a la naturaleza, o penetrándola”. [pp. 232-233].

 

miércoles, 17 de marzo de 2021

Especie

ESPECIE

 Susana Martín Gijón

Madrid, Alfaguara, 2021, 462 págs.

    Nacida en Sevilla en 1981, Susana Martín Gijón fue Asesora jurídica especializada en relaciones internacionales y derechos humanos, Directora del Instituto de la Juventud de Extremadura y Presidenta del Comité contra el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia. Ha publicado una trilogía de novelas extensas bajo el epígrafe del primer título, Más que cuerpos (2013), Desde la eternidad (2014),  Vino y pólvora (2016),  y otra trilogía de narraciones cortas: Pensión Salamanca (2016), Destino Gijón (2017) y Expediente Medellín (2017, premio Cubelles Noir de 2018), todos ellos pertenecientes a la saga protagonizada por la policía Annika Kaunda. Con su novela corta Náufragos (2015), publicada por la Editora Regional de Extremadura, resultó finalista del Premio de Novela Corta Felipe Trigo. Sus relatos han sido seleccionados para su publicación en varias antologías, como La mar y sus gentes o Vacaciones de verano inolvidables.

   Con Progenie (Madrid, Alfaguara, 2020) inició un nuevo ciclo narrativo protagonizado por la inspectora Camino Vargas, jefa de Homicidios en una comisaría de Sevilla por la baja laboral de su jefe, Francisco Arenas. En esta segunda entrega, a las órdenes de la comisaria Ángeles Mora y al frente de un equipo de miembros ya conocidos (el subinspector Alcalá, los oficiales molina y Casas…) y nuevas incorporaciones (como la novata Evita Gallego, cuyo protagonismo será esencial), la inspectora se enfrenta en unos pocos días de un otoño sevillano de sofocante calor y chaparrones repentinos a una serie de muertes demenciales: en la Sevilla más vieja y céntrica (plaza de la Alfalfa, Alameda de Hércules…) aparecen tres cuerpos que han sido salvajemente torturados (uno de ellos decapitado y con las extremidades amputadas, otro golpeado hasta que han quebrado todos sus huesos, otro alimentado a la fuerza hasta provocarle un paro cardiaco). Todos han sido trasladados desde otro lugar y eso es lo único que en apariencia tienen en común. Pero pronto alguien hará caer en la cuenta al equipo que parecen “recreaciones” de los modos de masacrar ciertos animales en la industria cárnica y cosmética, lo que pone a la asociación de defensa de derechos de los animales en el punto de mira de las sospechas, pero ¿es posible que uno de esos jóvenes idealistas que denuncian el maltrato animal haya sido el autor de esas horribles muertes? Liderado por la inspectora Camino, el equipo se irá envolviendo en una trama compleja con derivaciones imprevistas (¿estará relacionado este caso con otros similares, ocurridos en Florencia y en Nueva York) y nuevas desapariciones, que llevaran al lector en volandas hasta un desenlace a la vez verosímil y sorprendente.

   Comunicada con una prosa eficaz y una estructura de secuencias narrativas breves y ágiles, la autora logra mantener el suspense hasta los últimos capítulos, pero también denunciar alguna de las lacras de nuestro presente. Reproducimos un capítulo que presenta a dos de las víctimas en el cubil del monstruo.

    “Poco a poco el efecto del narcótico se ha ido diluyendo y la claridad regresa a su mente, aunque hubiera preferido que no lo hiciera. Sigue encajado en esa jaula de cuatro paredes, solo que ahora no está en la camioneta, sino en una habitación de unos cinco metros cuadrados junto a una mujer aprisionada. La cadena continúa atenazándole el cuello y los grilletes aprisionando muñecas y tobillos. Paco oye cómo sus huesos crujen al cambiar de postura en el espacio minúsculo al que ha sido confinado. Está furioso por haberse dejado atrapar como un novato.

   Piensa en el destino que tendrá reservado para él, y no le resulta difícil intuir por dónde irá. Le gustaría creer que se equivoca, pero ha matado a demasiados animales en su vida como para que ahora ese monstruo no se lo haga pagar en su propia piel.

   Mira a la mujer frente a él. Una cucaracha le sube hasta la cara, que está enclaustrada entre barrotes. Parece que el bicho va a metérsele en los ojos, pero en el último momento se da la vuelta y desciende cuello abajo. Paco siente una repugnancia terrible. Sin embargo, a ella parece darle igual. Sabe que conserva algún jirón de vida, porque ha notado un débil subir y bajar rítmico en la caja torácica. La resignación por la que se ha dejado llevar es tan admirable como terrorífica. Él no quiere eso. No quiere perder toda esperanza y quedarse aguardando a que la Parca venga a por él. No lo hizo en el pasado y no lo hará ahora.

   Trata de pensar en algo agradable. Evoca las últimas cenas con Camino. El adobo, los serranitos, las cervezas, sus carcajadas frescas, la compenetración trabajando juntos. Su olor y la forma en que frunce la frente cuando algo no le cuadra. O la ceja que enarca cuando sabe que le está tomando el pelo. Su mirada seria, nerviosa, el instante en que él la tomó por los hombros y acercó sus labios a los de ella. Casi, casi la besa. Pero se achantó. Nadie sabe cuánto se arrepiente” [pp. 347-348].

 

Madres e hijos

MADRES E HIJOS

Theodor Kallifatides

Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2020, 173 págs.

Traducción de Selma Alcira

   Nacido en Moloai (Laconia, Grecia) en 1938, Theodor Kallifatides emigró a Suecia en 1964, en donde se licencia en Filosofía por la Universidad de Estocolmo, en la que ejercería como profesor. Autor de libros de poemas, novelas, libros de viaje y obras de teatro, ha realizado una notable de traductor de literatura griega al sueco y viceversa. Sus narraciones, premiadas varias veces en los dos países, destacan por una marcada biográfica, algo patente una vez más en su última novela, Madres e hijos, que alterna dos narraciones desarrolladas de modo alterno. La primera de ellas se abre con el viaje del autor, que relata los episodios en primera persona, desde Estocolmo (en cuyo aeropuerto sufre la recriminación de emigrantes griegos por la mala imagen que da de Grecia en sus novelas) a Atenas para visitar a su familia, la madre viuda, una persona nuclear en su vida, y su hermano con su esposa y los sobrinos. Esta trama, que se nutre de numerosos recuerdos familiares de la madre, se ve interrumpida con la lectura de una biografía de su padre, hijo de una familia necesitada que consigue terminar una sencilla carrera de magisterio, en la que narra una vida zarandeada por las dos guerras mundiales en las que fue una más de las numerosas víctimas inocentes de la locura bélica: deportado de Turquía tras 1918 (como padecieron las minorías étnicas griega y armenia), obligado a combatir en las filas alemanas, perseguido por fascistas griegos acusado de comunista, expulsado de numerosos destinos como maestro de escuela, encarcelado y condenado a muerte en Esparta… Reproducimos el arranque de la novela en el que ya puede percibirse la implicación emocional del autor con unos personajes sacudidos por la vesania homicida de las dos guerras mundiales.    

 

Punto de partida

    Cuando era niño pensaba que moriría antes que mi madre, de acuerdo con el principio aquel de que el árbol sobrevive a su fruto.

   Con el tiempo entendí el orden lógico o por lo menos natural de las cosas, y entonces tuve otro problema: ¿acaso podía causarle a mi madre una tristeza tan grande como mi muerte?

   Ese pensamiento me hizo ser prudente y cauteloso. Mis juegos nunca fueron especialmente osados; por lo general procuraba estar cerca de ella, algo que ella me recuerda con frecuencia, cuando la llamo por teléfono los sábados.

   Ella vive en Atenas. Yo vivo en Estocolmo desde hace alrededor de cuarenta y tres años.

   Esas llamadas telefónicas son un ritual entre nosotros. Lo mejor es hacerlas por la mañana, cuando ya se ha levantado de cama y está sentada abrazando su café. Suele ponerse la taza en la barriga. Se bebe el café a sorbos pequeñitos pequeñitos por miedo a que pueda estar amargo. Tres cucharaditas de azúcar es lo mínimo.

         —Hola, mamá, soy yo —digo cuando levanta el auricular. Si está de buen humor me responde con alguna rima. Si no está de buen humor, se pone de buen humor.

         —¡Qué alegría oír a mi hijito, el pequeñito, el que vive en el extranjero y llama a su mamá, ahora anciana ya!

   Alguien podría pensar que siempre canturrea la misma tonada, pero no es así. A sus noventa y dos años conserva la capacidad de jugar con las palabras. Inmediatamente después, expresa su pesar.

         -Tú, que no te separabas de mi falda, te fuiste tan lejos.

   No es una recriminación, simplemente no lo entiende. Tampoco yo lo he entendido. Me fui de mi país, pero ¿qué quería dejar atrás?

   No hablamos más de eso. Las cosas son como son. Mi madre lo sabe. Siempre lo supo. No está en su espinazo. Esto es su espinazo: el estoicismo heredado, el talento de permitir a las pequeñas alegrías paliar las grandes tristezas. La taza calentita de café que reposa sobre su barriga es un inmenso consuelo, y sobre todo si tiene cuatro cucharaditas de azúcar.

   En pocas palabras, como ambos sabemos que las cosas son así, hablamos de otros temas”. [pp. 7-8].

lunes, 15 de marzo de 2021

Otra mirada sobre Simón Bolívar



 SIMÓN BOLÍVAR. LA MÁS GRANDE MENTIRA DE LA HISTORIA

Adalberto Agudelo Duque

Manizales, Banco de la República-Biblioteca Luis deArango, 2020, 114 págs. 

   Autor de libros de cuentos, poemarios, y novelas, Adalberto Agudelo Duque (Manizales, Caldas, 1943) ha sido premiado en Colombia (es el escritor más premiado del país), México y Estados Unidos. Como novelista, su trayectoria arranca en 1967 con Suicidio por reflexión, a la que siguieron otros títulos como De rumba corrida (1999, premio nacional de novela Tierra de promisión), Abajo en la 31 (2007), Toque de queda (2008), Pelota de trapo (2009, premio nacional de novela Ciudad de Bogotá) y Little Beach (2019, premio Ciudad de Pereira). Tanto sus poemas como sus relatos han sido recogidos en numerosas antologías. Pero Agudelo ha cultivado también el ensayo en títulos como Efectos Möebiius en la literatura colombiana (2003), Del ensayo o del saber para ser (2003), Caldensidad. Historia y literatura (2018) o Simón Bolívar. La más grande mentira de la historia (2020), un ensayo histórico documentado que se propone ya desde el título debatir con una corriente historiográfica unánime en la idealización de una figura convertida en héroe oficial de la independencia de la Gran Colombia (más tarde dividida en Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador). Tampoco la independencia colonial se ajusta a la imagen que suele dar de ella la historia académica: “…conviene que se sepa que la independencia fue impopular en la generalidad de la población; que las clases elevadas fueron las que iniciaron la revolución; que los ejércitos españoles se componían en cuatro quintas partes de los hijos del país; que los indios en general fueron tenaces defensores del rey como que presentían que tributarios eran más felices que lo que serían como ciudadanos de la república”. Por lo que respecta a la figura del Libertador la imagen oficializada  contrasta notablemente con la opinión popular expresa veladamente en anécdotas y coplas: “En el imaginario popular, Bolívar no es el personaje que concita reverencias y reconocimiento: Simón Bolívar nació en Caracas en un potrero lleno de vacas, se comió  las gordas y dejó las flacas. La copla, aprendida en mi ya más remota infancia, irreverente, herética, heredada por generaciones, dice mucho del escepticismo o de la sabiduría de las gentes. Las entre líneas de la burla cuentan una historia diferente a la oficial o, al menos, plantean preguntas clave para entenderlo como un hombre, producto de un destino indeseable, que se oculta detrás de una máscara o a quien, por razones políticas, no históricas, le pusieron una máscara” [p. 65]. La serie de falsificaciones hagiográficas comienza ya en el relato de sus orígenes.

    “El proceso de ocultamientos, deformaciones y máscaras no se queda solamente en los aspectos militar y político. Mienten también sus ancestros, sus orígenes. En efecto, Bolívar era de sangre africana e indígena: descendiente de Francisco Fajardo y una aborigen de la etnia Roraima, tesis creíble si se acepta que los indígenas eran esclavos de curas, alcaldes y terratenientes y las adolescentes madreadas en total impunidad. Y Juan de Bolívar, uno de sus abuelos, casado con Petronila Ponte, hija de Josefa, negra, "tiene relaciones" con Francisco Marín de Narváez, tercer abuelo del amo de Caracas. De hecho, una de las muchas tierras que heredó provenía de esta cepa. ¿En qué momento deciden blanquearlo, hacerlo más convincente? Pues no se puede ocultar que el retrato del joven Simón, Madrid 1800, refleja a un afrodescendiente de pelo ensortijado y oscuro, pómulos salientes, nariz achatada, labios gruesos. Como un anverso de moneda, ya aparece con los cabellos lacios, rubios, boca delgada y ojos pequeños en una pinacotipia de 1804, es decir, al arribo de su mayoría de edad. Y en 1812 aparece ya blanqueado, nariz aguileña, mentón partido, mejillas alargadas, tez blanca o casi blanca... También la mascarilla facial tomada en su lecho de muerte que circula en textos de historia, biografías y ensayos, describe definidamente a un hombre de color”. [p. 28].

jueves, 11 de marzo de 2021

Autosugestión. Poesía completa

AUTOSUGESTIÓN

POESÍA COMPLETA

 José Antonio Cáceres

Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2020. 560 págs (Tomo I) y 576 págs (Tomo II)

Edición, introducción (“La imaginación simbólica de lo cotidiano”) y notas de Emilia Oliva

    José A. Cáceres Peña (Zarza de Granadilla, Cáceres, 1941), artista plástico y poeta, ha sido profesor en diferentes universidades europeas; cierra este periodo de docencia en la Universidad de Extremadura como profesor de italiano. Vinculado a los movimientos de la poesía experimental, formó parte del grupo Poesía Concreta en los años sesenta del pasado siglo, así como del grupo de poesía experimental N.O. Ha expuesto y publicado en revistas,  muestras individuales y antológicas en Europa, Hispanoamérica o Estados Unidos. Autor de una extensa obra como poeta visual y discursivo, de esta última -agrupada unitariamente como Autosugestión- ha publicado Libro de Horas (2004) y Elegías y envíos (1995-1996) (2010), Moradas (1988-1989) (Editora Regional de Extremadura, 2011). En 2020 han aparecido con estudios de Emilia Oliva, Figuras, primer libro experimental, y Susurros (revista Eguiar Aldizkaria, 2020), último libro de experimentación poética. José Antonio Cáceres. La conciencia del ser, en edición de Emilia Oliva, constituye el primer estudio monográfico de su obra.

   Emilia Oliva, responsable de la edición, introducción y notas, es poeta, profesora y traductora y ha dedicado buena parte de su trayectoria al estudio de la obra de José Antonio Cáceres. Es editora de la revista En Sentido Figurado. Con una amplia obra publicada: (re)fracciones (1997) premio de poesía Ciudad de Zaragoza, torSión (1999), Figuraciones 7/77 (2000), Los ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir (2007), Quien habita el fondo (2010)) IX Premio León Felipe, Cifras de una fracción periódica (2013) y Cuerpo sin voz (2018) Premio García de la Huerta.

   En gran parte aún inédita hasta ahora, su extensa obra poética discursiva, que ahora publica la Editora Regional de Extremadura, está marcada tanto por la tradición como por la experimentación: “Desde el punto de vista de la poética que emerge de su obra, asistimos, por un lado, a la fusión de poesía y pintura y, por otro, a una fusión entre mística y poesía. La obra de JAC es excepcional en España en tanto en cuanto constituye el eslabón experimental que, sin embargo, no desconecta de la tradición más auténtica de la exploración poética. La que procede de la concepción mística del lenguaje, la capacidad de iluminación poética que encarna en Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Juan Ramón Jiménez, María Zambrano y que retomará José Ángel Valente” [Introducción, p. 21]. Reproducimos el poema que cierra uno de sus libros, Cuenco vacío (2004-2006).

 

ULISES VUELVE A LAS ISLAS

 

I

Las horas naufragadas

me dejaron

en la tranquila orilla.

Adiós, adiós,

digo al pasado,

y no me desvanezco. El gozo

está templando el aire para mí.

 

II

Las laderas

flamean de hojas

rojas y amarillas. Verde

alfombra sobre la fértil tierra

se extiende aquí y allá.

 

Se acerca el invierno (nieve en la montaña)

y un cálido sol de otoño

templa el aire inmóvil.

 

III

Qué larga ausencia

me alejó de ti,

Ítaca,

perdido en el laberinto de las islas

y del piélago helado.

 

Pensaba que no había salida

y sólo un paso

me separaba de ti.

                            13 de noviembre de 2008

 

martes, 9 de marzo de 2021

El mordedor de alfombras


EL MORDEDOR DE ALFOMBRAS

Eladio Pascual

Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2020, 88 págs.

                                    Ilustraciones de Rafael Fatuarte

   Nacido en Tetuán pero extremeño de adopción, Eladio Pascual es doctor en Derecho, funcionario de la Agencia Tributaria, profesor de Universidad y autor de numerosos libros de su especialidad, en su mayoría de contabilidad. El mordedor de alfombras forma parte de una colección más amplia en la que figuran relatos infantiles que aparecerán próximamente.

   Rafael Fatuarte (Badajoz, 1962) es ingeniero industrial. Ha Trabajado en el mundo de las Artes Gráficas realizando tareas de impresor, maquetador y diseñador. Sus ilustraciones se han publicado en varios libros, como Obras para guiñol, de Mª Carmen Gonsálvez„ Internet, para la colección Manual Imprescindible de la Ed. Anaya, y en los libros de la colección sobre informática Al día en una hora, también de Ed. Anaya y Grupo Ros. Es autor del libro Imágenes con ordenador de esa misma colección. Este libro de cuentos es el primero que ilustra íntegramente.

   El mordedor de alfombras se compone de treinta y tres narraciones breves agrupadas en cinco bloques temáticos emparentados entre sí, en los que predomina a veces la fabulación (el viaje “exitoso” del Titanic desde Southampton a Nueva York, una visita de Kafka, Hitler contemplando El gran dictador de Chaplin), la realidad creada por las palabras, el mundo de lo cotidiano y los recuerdos más íntimos del entorno familiar: de la madre (cuando dolía una herida: “Eso es que se está curando”), del padre (y su frase repetida y, al fin, premonitoria: “El día que yo falte me vais a echar de menos”), de los superhéroes de la niñez, de los compañeros de colegio. “Estamos hechos de recuerdos” afirma el autor recordando una cita de Borges (“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo / de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”) y del recuerdo arrancan unas composiciones marcadas por la nostalgia y por una mirada melancólica y apacible, comunicada en una prosa transparente y sencilla (en consonancia con las imágenes) incluso cuando se narran episodios dolorosos (el anciano recordando a su esposa fallecida, el joven tímido y callado abandonado por la novia), con una marcada predilección por los paisajes interiores, pues como afirma Herman Hesse en una de las citas del libro: “No hay más realidad que la que tenemos dentro”. Reproducimos una de las composiciones incluida en al apartado “El universo de lo cotidiano”. 

CALLE NOSTALGIA S/N 

¡Qué bien le viene al corazón su primer nido!

¡Parece que en un trueque de pasión,

el corazón se trae, roto, el nido,

que se queda en el nido, roto, el corazón!

                                                                           Juan Ramón Jiménez

    En realidad no es una casa, es un castillo. No tiene foso, ni puente levadizo. Tampoco torres o almenas. Pero tiene su princesa y otros personajes inmortales, pasadizos secretos, sorpresas escondidas. Estaba en un alto, y allí continúa, imperturbable, donde la vida, que se reinventa cada mañana, no está hecha de tiempo.

   En mi castillo los techos son muy altos, por eso en el ambiente pululan tantas historias y aventuras, como nubes de peces de colores. El suelo está frío y decorado con infinitos dibujos de cuerdas, tirachinas, canicas, cuentos y algún juguete destrozado, como si hubiera intentado llegar hasta su corazón. Las paredes están empapeladas de fábulas imposibles, y el largo pasillo está cuesta abajo para lanzarse con la bicicleta, sin importar el final. No hay ordenadores, ni miedos, ni dudas, ni cosas prohibidas. Solo se oyen risas olvidadas y besos dormidos. Y el silencio que produce un gran reloj desarmado que marca las horas que no pasan y los segundos que no vuelven, ese silencio que solo es posible cuando el tiempo se queda en vilo.

   La terraza del castillo es grande, casi tanto como mis ojos de asombro. Está plagada de blancos fantasmas con un curioso olor a ropa limpia. Están sujetos a unos alambres para evitar que deambulen a su antojo y asusten a los niños. En esa terraza cayó la primera nevada de la historia, y también la primera vez que se apagaron todas las luces y se asomó la luna de la esperanza, y las estrellas se echaron a la calle cogidas de la mano.

   Mi madre, la princesa, intenta peinarme con poco éxito. Huele a agua de colonia y a ternura. Me apresura para que no llegue tarde al colegio. Me da un beso calentito y me despide en la puerta con su sonrisa que reconforta. Me voy alejando. Me alejo. Me convierto en el héroe desterrado.

   La conciencia de la espontaneidad y de la pureza solo se adquiere cuando se pierde.