miércoles, 20 de abril de 2022

A propósito de Cora

A PROPÓSITO DE CORA

David Narganes

Mérida, De la Luna Libros, Col. Lunas de Oriente, 2022, 83 págs.

    David Narganes nace en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), pero vive en Cáceres desde su infancia. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura y profesor de Enseñanza Secundaria ha publicado diversos artículos y libros de investigación sobre literatura y cultura en Extremadura, como El teatro en Cáceres. Archivos y documentación (1586-1926), con la colaboración documental de Fernando Jiménez Berrocal, o Crítica y críticos teatrales en la prensa cacereña del siglo XX. Como creador, ha publicado relatos novelas como De la sangre de un dios, La torre de arena, Una de comediantes, Los fantasmas del páramo y El hombre que amaba Rita Hayworth.

   A propósito de Cora, que ahora publica De la Luna Libros, sitúa su trama durante los años 70 (con un salto atrás a la década anterior) en Ática, trasunto bastante fiel, como en novelas anteriores, de la ciudad de Cáceres (las referencias a espacios reales son numerosas) y su estructura es coral. Un narrador externo introduce en campo a los personajes sin descripciones iniciales registrando su comportamiento en mucha mayor medida que su interioridad. El resultado es un “friso” de seres humildes cuyas vidas van tejiendo una red de relaciones para componer una “epopeya de la gente corriente”. Todas estas características son propias del “realismo social de posguerra”, pero reflejar la realidad suele llevar inseminado el propósito de proponer un cambio, de denunciar un estado de cosas, de modo que la elección de unos personajes y unos episodios se ponen al servicio de una “intención”. Es relevante recordar el episodio en que Cora (el nombre del personaje que ha pasado al título), tras ser forzada a besar a un joven, es calumniada, denunciada por comportamiento  indecente, detenida e ingresada en un Reformatorio en donde será sometida a repugnantes métodos de “reeducación moral”. Y es que el destino de esta pobre muchacha, estigmatizada por todos, puede muy bien representar al de las demás mujeres de la novela, dominadas por una violencia masculina, una tradición cultural misógina y una sociedad lastrada por una ética de las apariencias. Reproducimos un fragmento que relata un encuentro de dos personajes de la novela en un interior perfectamente documentado y descrito.

    “El comercio donde Alberto trabaja de aprendiz es un viejo edificio que en tiempos más prósperos sirvió de soberbio almacén de pescado donde se amontaban las cajas de sardinas y bacalao seco. Todavía, cuando el tiempo se revuelve, las paredes despiden un fuerte olor a amoniaco. Como suele hacer todos los días, nada más llegar al trabajo, abre la puerta y las ventanas para ventilar el local, sortea los sacos de harina, de garbanzos, de lentejas y los rulos blancos de manteca envueltos en papel de estraza que se mezclan indiscriminadamente en el suelo, se pone el delantal que cuelga de un percha y ocupa su puesto tras el mostrador de mármol, en cuyo extremo descansa una romana. Tras él unas estanterías cerradas por cristales protegen los productos más caros del deseo de los cleptómanos: las latas de arenques y sardinas, los botes de leche condensada y las tabletas de chocolate. A un lado cuelga una cortina que oculta una habitación que hace las veces de almacén y cuarto de estar, donde come cualquier cosa cuando el volumen de trabajo le impide volver a su casa. Los clientes no suelen madrugar mucho, así que, después de comprobar que todo está en orden, dedica el tiempo de espera a leer con voracidad, una tras otra, las novelas del oeste que cambia en un quiosco que hay en la Plaza Mayor, sobre todo de Marcial Lafuente Estefanía y Silver Kane. Alberto sueña con escribir algún día novelas de vaqueros y ser tan famoso como ellos. Esa mañana le saca de la lectura un ruido que proviene de la calle. Ve entrar a Cora, una joven morena y delgada que tiene los ojos grandes, de color café. Lleva el pelo recogido y un pañuelo de lunares al cuello. No está bien peinada. Pero a Alberto Cora le parece guapa de todos modos.

         —¿Qué quieres? —le pregunta, amable.

         —Necesito fideos. Son para mi madre. Un cuarto —responde ella”. [pp. 37-38].

 

martes, 19 de abril de 2022

Las posibilidades

LAS POSIBILIDADES

David Eloy Rodríguez

Mérida, De la Luna Libros, Col. Lunas de Oriente, 2022, 118 págs.

    David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976). Autor de una veintena de libros publicados: poesía, literatura infantil, álbumes ilustrados, libro-disco, novela gráfica... Premiado en numerosas ocasiones, traducido a otros idiomas, interpreta su obra en distintos espectáculos artísticos multi-disciplinares, lo que le ha llevado a actuar en diversos países. Escribe también letras flamencas y de canciones, es profesor de escritura creativa, forma parte del colectivo la Palabra Itinerante y conduce la editorial Libros de la Herida. Ahora, la editorial emeritense De la Luna Libros publica Las posibilidades, un conjunto cincuenta textos narrativos de perfil muy variado (relatos y microrrelatos con frecuencia muy concisos) y distintos motivos que versan sobre “el azar,  la fatalidad, las pasiones, los sueños de escapar, las enigmáticas derivas del arte y del amor” [texto de contraportada]. Hallazgos intuitivos, remates imprevistos, paradojas (“En la isla ideada por Tomás Moro en su Utopía, la tolerancia era un valor esencias. Tanto era así que los intolerantes eran desterrados”, Tolerancia) son algunos de los procedimientos formales con que se tejen estas notables narraciones. Reproducimos uno de los textos.

 DELETE

    Te dije: «No aprietes el botón, por Dios, no aprietes botón», pero lo apretaste, tú eres así, te gusta llevar a contraria, debería haberlo pensado antes, y ahora estamos aquí, sufriendo las consecuencias.

   Era el botón de borrar todo. DELETE. Acababa de enseñarte dónde estaba, te había explicado el peligro.

   Y se borró todo.

   Se borró nuestra casa, se borró nuestro tiempo, nuestro milagro, se borró nuestro lenguaje íntimo y cómplice, único.

   Se borró el aire y ya no se puede respirar.

   Y ahora, te decía, estamos aquí, mirándonos sin vernos, buscándonos sin reconocernos, hablando por no callar, en mitad de un laberinto de desiertos.

   Y no hay nada, amor, nada”. [p. 101]

 

lunes, 18 de abril de 2022

El enemigo del hombre

EL ENEMIGO DEL HOMBRE

Montaña Campón

Mérida, De la Luna Libros, col. Lunas de Oriente, 2022, 114 págs.

    Montaña Campón (Cáceres, 1971) se licenció en Derecho por la Universidad de Extremadura. Colaboradora en revistas literarias, antologías de relatos y publicaciones colectivas, es autora de El secreto del coronel (Luhu editorial, 2013), Trece (Cuatro hojas, 2017), El bombo de Tomás (Norbanova, 2018) y Lisboa, Moscú, Madrid (Editora Regional de Extremadura, Orbital, 2021). Sus relatos han sido reconocidos a nivel nacional e internacional con numerosos premios y menciones: I Premio del VII Certamen de Cuentos Villa de Moraleja, con el relato Bea y el dinosaurio, II Premio en el III Certamen de Novela Corta Giralda (Sevilla) con El secreto del coronel, I Premio del X Certamen de Relato Corto José Luis Gallego de Aluche (Madrid) con Rojo vivo, III Premio en el XIII Certamen Víctor Chamorro de Hervás con El camino de las langostas, I Premio II Certamen de Relatos sobre Discapacidad del Centro Benito Menni, Valladolid, con La guerra de mamá, I Premio LII Certamen Casino Obrero de Béjar (Salamanca) con Summertime. El enemigo del hombre, que ahora publica De la Luna Libros, es una “nouvelle” que, en capítulos alternos, localiza su trama en dos espacios muy contrastados: la ciudad de Sarajevo, sitiada y asolada por los bombardeos, y un entorno rural de Utah. Si en la primera Amy, la protagonista, ejerce como fotógrafa de guerra (mientras busca a su amiga Maddison) en un escenario de ruinas y violencia extrema, en la segunda se dedica a elaborar un reportaje sobre las aves del entorno al tiempo que trata de sobreponerse a su experiencia bélica. Pero no es cierto que este segundo ámbito sea un medio de paz (frente a la locura bélica de los Balcanes), pues “el enemigo del hombre” (esto es, el propio hombre) envenena de violencia cualquier espacio sea la razón el nacionalismo fanático o la codicia. Reproducimos un fragmento que presenta a la protagonista en un escenario de ruinas.

   “Amy se desplazaba sigilosamente, de hendidura de puerta a hendidura de puerta, tratando de evitar balas perdidas que silbaban en la calle, intentando no ser descubierta por el niño que arrastraba el carrito y que se había enfrentado a ella la noche anterior. Algunas casas centelleaban en llamas y otras estaban completamente destruidas por las bombas. Apestaba a carne quemada y Amy se retiró el casco y tapó la cara con su pañuelo, para pasar desapercibida y evitar el vómito. El niño callejeaba ligero, el carro traqueteaba vacío y parecía conocer cada paso para sortear los cascotes, los cristales, los muertos. Amy, sin embargo, iba haciendo equilibrio sobre sus zapatos, para no pisar en el lugar equivocado y caer sobre los adoquines amontonados o un charco sanguinolento. El niño dobló la esquina y desapareció en el interior de una casa que era un armazón de ladrillo y barras de hierro retorcido. No tenía tejado, las habitaciones habían vertido sus paredes en el suelo y la madera se había convertido en cenizas. Amy se quedó parada en el centro de lo que parecía una cocina, mirando al cielo abierto recortado por un trozo de tela que venteaba como una bandera sin patria”. [p. 78].

 

domingo, 10 de abril de 2022

Cuentos de la generación de fin de siglo

   El pasado sábado Ángel Borreguero publicaba en “Trazos”, el suplemento del diario Hoy una reseña sobre Cuentos de la generación de Fin de Siglo (1890 – 1915), que con su permiso reproducimos.

 Manuel Simón Viola (edición, introducción y notas): Cuentos de la generación de Fin de Siglo (1890 – 1915). Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2021, 224 páginas. 13 euros.

    Se hacía necesaria una antología que pusiera en valor esta literatura oculta o sistemáticamente despreciada, narraciones realistas y por lo general de temática campesina de los autores extremeños de finales del diecinueve. La ha hecho, con una introducción inteligente y atractiva, nada convencional, Manuel Simón Viola (La Codosera, Badajoz, 1955), autor de antologías y volúmenes críticos como ‘Medio siglo de literatura en Extremadura’, ‘La narración corta en Extremadura a finales de siglo’ o el segundo tomo, dedicado a la narrativa, de ‘Literatura en Extremadura (1984-2009)’.

   Abren el volumen los relatos del cacereño Publio Hurtado: ‘Culantrillo el curandero’, entre la alegoría y la denuncia, y ‘Las plumas del ganso’, de personajes más definidos y acción particularizada, que narra los amores contrariados entre Mariquilla, hija de un orgulloso menestral extremeño, y Antonio, escribano sin fortuna. Llama la atención en este relato de ecos románticos la prosa justa y simpática de Hurtado, entreverada de localismos que no la manchan ni la hacen cazurra o novelera, como quizá sí le ocurre en ocasiones al alburquerqueño Rodríguez Varo, también incluido en la antología. Los relatos de Varo son menos sutiles y más retóricos pero no están exentos de virtudes, como el sombrío humor de ‘Simila similibus’ o la aguda crítica social de ‘La cuerda’.

   También tienen cabida en el libro el naturalismo radical de Felipe Trigo y la escritura algo torpona y mazacote de Grande Baudesson, autor del breve relato de tema amoroso ‘Rosa la cortijera’ y del más largo ‘El fantasmón’. El primero de los textos incluidos de Trigo, ‘La primera conquista’, relato luminoso y juvenil, parece dar la impresión de pertenecer a un texto de mayor extensión, y Viola lo emparenta con ‘En la carrera’, quizá la novela más animosa y emocionante del escritor y médico villanovense.  Hay en estos relatos de Trigo poca sicalipsis, que es lo que uno espera siempre de él (“los pornos”, llamaba Umbral a Felipe Trigo y discípulos). En ‘Jugar con el fuego’, relato de esgrimidores y duelistas, Trigo ridiculiza la obsesión que por la honra siguen demostrando algunos caballeros de su época.

   Sigue el volumen con los relatos arcádicos y nutritivos de Gabriel y Galán, deliciosos en su defensa ingenua de la vida rural. En ‘Majadablanca’, el tío Pelao manda a su hijo Pelinos a estudiar a la capital, y de allí vuelve amarillo y desmandado, afecto a todos los vicios y maldades. La cosa corrompida del mozo capitalino acabará imponiéndose a la grandeza espiritual de los campesinos. En ‘Quijotada’ tenemos la historia de una pobre cabrera fea (“más fea que Dios”, p. 119) a la que llaman así, la Fea. Su madre le compra ropas nuevas y lujosas para presentarla en sociedad, pero a la postre sigue resultando fea (“vistiose la ropa nueva, que todo lo cubrió, menos la cara, que era tantas veces fea. […] Parecía un dibujo a pluma de los que hacen los chiquillos en la escuela, o a lo más, una caricatura disecada por el lápiz de un dibujante travieso” (p. 118). En el baile de la plaza del pueblo se ríen de ella, que tiene que volver humillada al monte: es la maldad de las gentes destruidas por el progreso, que han abandonado la sencillez de la vida campesina, parece decir Gabriel y Galán.

   Completan esta antología los relatos de Diego María Crehuet, ya cercano a la sensibilidad de los del 98, Javier Sancho y González, costumbrista conservador y elegante, y Antonio Reyes Huertas, a quien ya editó con brillantez Viola en el servicio de publicaciones de la Diputación de Badajoz.

   Son estos ‘Cuentos de la generación de Fin de Siglo’ un libro necesario, lleno de aciertos críticos, ilustrador de un panorama poco o nada tratado por la crítica más reciente.