EL HABLA DE MÉRIDA Y SUS CERCANÍAS
Alonso Zamora Vicente
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2016, 148 págs.
Prólogo de Antonio Viudas Camarasa
Profesor titular de la Universidad de Extremadura y miembro de la Real
Academia de Extremadura, Antonio Viudas Camarasa (San Esteban de Litera,
Huesca, 1949) es presidente de la Asociación Cultural para el Estudio y
Divulgación del Patrimonio Lingüístico extremeño y autor, entre otros muchos
trabajos, de Diccionario Extremeño
(Cáceres, 1880), Dialectología hispánica
y Geografía lingüística en los estudios locales. El habla en Extremadura
(1997, en colaboración Manuel Ariza y Antonio Salvador Plans) y Diario de un académico de provincias
(2004). Él ha sido el encargado de preparar esta edición facsímil de El habla de Mérida y sus cercanías
acompañada del prólogo que Zamora Vicente escribió para la segunda edición de
la obra. En una introducción prologal, Viudas Camarasa traza el recorrido
biográfico y académico de una estudioso marcado por su participación en la
contienda civil que, a diferencia de casos como Rodríguez-Moñino, logró
rehabilitar su nombre y dejar, como catedrático de Universidad y miembro de la
Real Academia Española, una obra que tendrían como modelo todos los dialectólogos
posteriores.
Como
recuerda en el prólogo, Zamora Vicente dio clases en el instituto de segunda
enseñanza de Mérida recién terminada la guerra, “en circunstancias
dificilillas, allá por los años 1940-41”, y de ese entorno evoca los “dichos,
sucedidos, anecdotario irrestañable, el desencanto total de la guerra y la
conciencia clara de su total inutilidad… Cómo influían en su cháchara
desengañada, con asombrosa naturalidad. Y aún se me pone de pie en la memoria
el interminable, cambiante charloteo múltiple de las tabernas pueblerinas,
humo, palabrones, heroicidades de guerra a troche y moche, tan enormes como
falsas, siempre el erudito local malhumorado y próximo, acechando la ocasión de
dejar en ridículo al advenedizo preguntón” [p. 36].
Reproducimos un fragmento que describe, con léxico de la zona, un oficio
hoy extinto.
“55.- El carboneo.- Se corta la leña, se pica
y se rodea con una zorra la más gruesa y con un carro la
más menuda. Se coloca a rosca para encañarla, dejando la plaza o redondel propio de la carbonera.
Se coloca primero la burra, palos más
feos y podridos; después, la más gruesa, al cuadro;
el parejo –leña menuda- y el varizo para el enrase del horno se colocan a
hilo. Luego, la borda de rama, o
cobija de jara y juncos. Después se atierra
y se le da fuego por una boca o bujero.
Se abren lumbreras a trayectos, según
va abajando el fuego hasta desbordar. Abajo, en el pie, se abren bufardas (grandes focos o lumbreras).
Cuando el fuego se asoma, se repleta el horno, tupiéndolo, y cuando se abre se ataca con leña corta. Cuando el
aire es fuerte, se tapan las lumbreras
del lado de donde sopla y hay que dar desahogo al fuego” [p. 52].
No hay comentarios:
Publicar un comentario