jueves, 31 de octubre de 2019

Crónicas desde el país de No y otros cuentos



CRÓNICAS DESDE EL PAÍS DEL NO Y OTROS CUENTOS

Ana Ayuso Verde
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Vincapervinca, 2019, 174 págs.


   Nacida en Campanario, Ana Ayuso Verde es Licenciada en Periodismo y profesora de Lengua y Literatura. Ha impartido cursos de Literatura Creativa y Redacción periodística en escuelas como Fuentetaja o Cálamo y Gran. Ha publicado El oficio de escritor (Suma de Letras, 2003), y Donde sueñas los tigres (Ed. Traspiés, 2008). Es redactora de la enciclopedia Curso de teoría y práctica del relato (Fuentetaja) y directora literaria de la enciclopedia El placer de escribir (Planeta de Agostini, 1999). Ha participado en la antología Los cuentos del Alambre y recibido los premios Unicaja y Barcarola de relatos.
   Ahora, la Editora Regional de Extremadura publica Crónicas desde el país de No y otros relatos, un conjunto de narraciones, ambientadas el primer grupo en un territorio sorprendente en el que personajes se hallan sometidos a un lógica absurda o terrible, pero también en los restantes relatos descubrimos tras la realidad cotidiana la presencia desasosegante de lo desconocido.
   Reproducimos uno de los relatos del primer bloque.


LA ENFERMEDAD DEL HOMBRE SILLÓN

Extraña, más que ninguna, es la enfermedad del hombre sillón. De síntomas largos y evidentes, que empiezan a labrarse ya en la edad infantil, esta enfermedad se manifiesta hasta sus últimas consecuencias en todos los habitantes que las contraen. Son ciudadanos de piel pálida y ojos hundidos, que terminan pasando sus días en un fatigoso ir y venir de la cama al sillón y del sillón a la cama, hasta que definitivamente habitan solo el sillón, y solo en raras ocasiones consiguen alcanzar la posición vertical.
   Esta dolencia invade la sangre de los afectados ya desde niños, y con el tiempo laxa los miembros y entumece los huesos de los enfermos.
   Después de una larga temporada sometido a ese mal del cansado, el hombre sillón suele morir.
   Ha sucedido a veces que una mujer se sienta en las rodillas de ese hombre. Si eso sucede, el hombre sillón insiste en casarse con ella. Contrae matrimonio ante un altar doméstico arreglado para la ocasión en su sala de estar, de la que para entonces hace tiempo que no sale –al hombre sillón le gusta poco el mundo exterior y muy de tarde en tarde lo frecuenta.
   Su esposa le cuidará hasta que muera, le verá perderse en las honduras del tapizado donde, con el tiempo, se le extravían primero las extremidades y después el torso, hasta que un día le ve desaparecer con una sonrisa que se adentra en el respaldo del sillón y dice: “Adiós, adiós, no te volveré a ver”. Y la viuda se sienta un rato y llora encima de su marido, pero no por mucho tiempo, porque, aunque ha perdido un esposo, posee ahora un sillón de lo más cómodo, y no de tela, sino de piel fina y clara, del color del marfil. Esos sillones son muy cotizados en el país de No. Son difíciles de conseguir si no es por herencia, ya que las viudas no acostumbran a venderlos, antes bien. Buscan a otro hombre sillón, se sientan en sus rodillas y, con el tiempo, consiguen un salón cómodo y bonito con dos o más sillones suaves y vivos, donde los domingos por la tarden toman café con sus amigas, siempre envidiosas del mobiliario, y comentan, entre bromas y veras, la inmensa fatalidad de su desgracia.

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