martes, 11 de octubre de 2022

Doce geranios en un balcón

DOCE GERANIOS EN UN BALCÓN

António Trinidad

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Vincapervinca, 2022, 321 págs.

    António Trinidad es Doctor en Filosofía y Letras (Universidad de Extremadura, España/Universidade do Porto, Portugal) y Máster en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos (Universidad de Lovaina, Bélgica). Es autor del estudio Historia de la pintura portuguesa 1800-1940 (2005) y de la novela Tierra raya (2010). Director del documental Españoles en Casablanca (2007), ejerce como co-editor de la revista literaria trilingüe Manga Ancha. Como docente y experto en educación ha trabajado en España, Marruecos, Bélgica y Colombia. Actualmente es profesor en Francia. Ahora la Editora Regional de Extremadura publica su segunda novela, Doce geranios en un balcón, cuya trama arranca con la arbitraria expulsión del protagonista-narrador de la Escuela Europea en Bruselas. Por sugerencia de su sicóloga, comienza a llevar un diario que va derivando a la condición de unas memorias cuando rememore sus años adolescentes y juveniles en la ciudad de Cáceres. Será aquí donde se fragüe una personalidad conflictiva en una relación con amigos repleta de gratificaciones pero también de quiebros enigmáticos y acechanzas. Reproducimos un fragmento reflexivo sobre la adolescencia en el entorno escolar con unas lúcidas consideraciones comunicadas con una prosa rigurosa y precisa. 

   “Llegué a varias conclusiones: si trabajo con sentido común y evito en lo posible los recursos de la amenaza y de la culpa, contribuyo al silencio de  la Escuela; si un problema se resuelve sin que se note mi presencia es que lo he hecho bien; el jolgorio de los patios durante los periodos de recreo es un síntoma de la buena salud de una escuela, el silencio de los pasillos durante las horas de también; cuando una cara triste se transforma en algo ha merecido la pena; la función del consejero es evitar sinsabores, lo otro es burocracia; si un niño hace ruido algo le duele; sentado detrás de la mesa, estoy escondido, si quiero que me cuenten, tienen que verme; si un adolescente miente, hay una verdad que le daña; cuando un niño se apropia de lo que no es suyo, no quiere que lo juzguen, quiere que lo quieran; si en esta escuela hay un problema, es porque en esta escuela hay una solución.

  Honestamente estoy satisfecho con mi labor en la Escuela Europea aunque ahora esté fuera de ella. Creo que ha sido trabajo más estimulante que fácil. La adolescencia es una fase complicada, los chavales se lanzan a la aventura del afecto y se dan de bruces con el sufrimiento. He visto a algunos llorar de miedo porque no le veían los límites al desengaño. No quiero decir con esto que con la edad el dolor se atenúe, solo que deja de sorprender, duele igual, pero espanta menos. Quizá por eso pocas cosas me satisfacen más que el agradecimiento de los adolescentes. Ahoya ya no trabajo en la Escuela, no trabajo, estoy en el paro” [pp. 52-53].

 

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