jueves, 23 de marzo de 2023

Sertorio

SERTORIO

Claudio Martín

Azuaga, Stela Literaria, 2022, 71 págs. 

   Nacido en Llerena, Claudio Martín funda en 1981 funda Paraíso de Tlaloc, una de las primeras compañías profesionales de Extremadura. Es con esta formación y con las obras Gracia Loca y Vivir en las nubes con las que recibe sus primeros galardones como director y escenógrafo. Es cofundador de la compañía Teatro de Papel en 1991. Fue nominado 2008 y 2000 al Premio Jara de Teatro Extremeño como mejor director por las obras Cyrano y El enfermo imaginario. En 2010 produce y adapta para la escena la novela de Oscar Wilde El retrato de Morían Gray, y gana el Premio FATEX al Mejor Autor Extremeño con el texto Mírame. En 2011 es primer finalista en la VI edición del Premio Internacional de Teatro Agustín González con La duda. En 2022 produce y dirige una libre versión de Tartufo de Moliére. Realiza cursos de dramatización para ayuntamientos, universidades populares y profesorado. Ahora la editorial Stela Literaria publica Sertorio, una pieza histórica protagonizada por el general sabino Quinto Sertorio (Nuria, 122 a. C. – Osca, 72 a. C.), el general romano exiliado en Hispania y enfrentado a Roma en el entorno histórico de transición entre la Roma republicana y la imperial del siglo I a. de C. Dos generales, Pompeyo y Metelo Pío serán enviados para combatir la deriva del militar rebelde que se ha rodeado de lugartenientes hispanos postergando a los romanos. Tal vez sea la historia la mayor fuente de inspiración del teatro escrito en todas las épocas y este es el caso en esta obra perfectamente documentada como confirma una “perspectiva histórica” final. Sertorio se nos presenta como un militar osado y astuto que se ha atraído la amistad y la admiración de los pueblos hispanos cimentada en leyendas como la de la cierva blanca que lo acompaña a todas partes (que confirmaría la protección de la diosa Diana), pero la obra recoge sus últimos  momentos, tras haber perpetrado un crimen atroz: ha asesinado a los hijos de dirigentes hispanos que tenía acogidos como alumnos (tal vez como rehenes), se ha aislado de sus propias tropas y se ha rodeado de hombres leales y traidores. Tras su muerte, también él será considerado un fiel servidor de Roma (Plutarco) o un traidor (Apiano). Reproducimos un fragmento de la escena II situada en el santuario, en que coro y druida le reprochan su crimen y anuncian veladamente los funestos acontecimientos futuros. 

         CORO.— Jóvenes vidas inocentes.

         SERTORIO.— (Con rabia) ¿Qué se puede esperar de unos hijos cuyos padres reniegan acobardados de sus promesas? ¿Qué honra llevará su descendencia? Esta desagradecida Hispania que no lucha siquiera por su libertad; dime tú, anciano: ¿merece piedad? (Pausa) Lo que hice fue en justicia, pero ante todo en desagravio por ingratitud. ¿Qué valor puedes dar entonces a esas vidas? ¿Para qué sirven ya, sino para ración de aves y perros? (Pausa. Aumenta su rabia) Antes de estar yo eran un pueblo bárbaro olvidado de futuro y esperanza. Yo, Quinto Sertorio, les creé un modo de vida, insuflé aliento donde el miedo y la barbarie había enraizado. Y ahora me desprecian como al tamo. (Con orgullo) Sí, no otro sino mi brazo, hundió la espada en lugar certero para acabar con ellos. Con qué torpeza se defendían, con qué evidencia me mostraban dónde herir.

         DRUIDA.— Te engañas, Sertorio. Tu elocuencia sólo aspira a justificar tu acción, pero no busques engañarme a mí y a estas sombras porque de nada te ha de servir; yo veo más allá y sé la verdad y ellas ven conmigo y también la conocen.

         SERTORIO.— Háblame claro, anciano, y no reserves lo que piensas.

CORO.— Ni cien jóvenes muertos apagarán tu veneno. Tú eres tu condena, pero no te alcanza el valor para ser tu verdugo.

         SERTORIO.— ¡Os daré muerte a todos, aunque solo sea por el placer de hacerlo!

         CORO.— No hay espada que cercene sombras, pues estamos y no estamos.

         DRUIDA.— Sertorio, ningún dios hará llover sobre el camino para ocultar el rastro de tu destino; tu suerte se esfuma como humo de sándalo. Aquellos hombres que se habían agrupado bajo tu bandera, aprovechándose de tus éxitos, ahora, que tu estrella declina, te abandonan. Todo usurpador vive y muere con su suerte”. [pp. 15-16].


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