(Un pueblo que rabia)
Antonio María Flórez
Manizales, Editorial
Universidad de Caldas, 2003
De madre dombenitense y padre colombiano, Antonio
María Flórez (Don Benito, 1959) ha alternado por razones educativas y luego
profesionales periodos de su vida en España y en Colombia, lo que le ha
permitido conocer de primera mano el panorama literario de ambos países y lo ha
convertido, con un gran número de proyectos, en un valioso puente de unión
entre ellos. Paralelamente, Antonio María ha ido construyendo una notable obra
literaria que se abre al ensayo, a la narración y a la poesía. Recientemente,
el escritor me hizo llegar un ejemplar de Marquetalia
(Un pueblo que rabia) aparecido en la editorial de la Universidad de
Caldas, con una dedicatoria en la que afirma que la obra es el origen de
proyectos posteriores. Y en efecto, en sus cuatro bloques (“El poeta en su
estatura”, “País de caos”, “Paraíso perdido” y “Destino”) podemos encontrar,
inseminadas, ideas que desarrollarán otros poemarios, como Desplazados del paraíso (premio Nacional de poesía “Ciudad de
Bogotá”, aparecido en Colombia en 2003 y en la Editora Regional de Extremadura
en 2006), Corazón de piedra (Littera
Libros, 2011), Tauromaquia (Antología
Trema) (Don Benito, 2011), Bajo tus
pies la ciudad (De la Luna libros, 2012), o En las fronteras del miedo (Badajoz, Alcazaba, 2013) por citar solo
algunos de los títulos más recientes. Reproducimos un poema de “Paraíso perdido”
(que es, a la vez, un lugar de Colombia y la propia infancia)
JUEGOS DE INFANCIA
“Dormir y olvidarlo todo...”
Raymond
Carver
Recuerdos mis juegos de
infancia:
las canicas, el trompo y las
cometas,
las decapitadas muñecas de mis
hermanas.
Recuerdo la niebla lamiendo los
caminos,
la gris piel de los cencerros
del alba,
la leña crepitando en el fogón.
Evoco el espacio brumoso de un
cuerpo
y muchos cuerpos en el agua,
el lecho navegante de los besos
creciendo en las nubes del
sudor.
El amor que viene y va
en los brazos desnudos del
vacío.
La soledad como premisa del
verso,
el silencio al acecho de la
página en blanco,
el corazón desgarrado de la
tinta en el esfero.
La impotencia del sueño y la
memoria,
y mi voz como un viento helado
sobre la tierra desierta y sin
paisajes.
¡Qué inútil el recuerdo!
¡Qué inútil la
palabra!
¡Qué inútil todo
si soy solo el
poeta en su estatura!
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