viernes, 23 de septiembre de 2016

Cinco muertas de amor


CINCO MUERTAS DE AMOR

Triunfo Arciniegas
Medellín (Colombia), Comfama / Metro, Col. Palabras rodantes, 2014, 93 págs.
Prólogo de Luis Fernando Macías

   Nacido en Málaga (Colombia) en 1957, Triunfo Arciniegas desarrolló numerosos trabajos de supervivencia hasta dedicarse a la enseñanza, primero como maestro y, más tarde como profesor de universidad. En la actualidad, Arciniegas es uno de los más reconocidos autores de literatura infantil dentro y fuera de Colombia, desde La silla que perdió una pata y otras historias (1998) hasta La casa de chocolate (2009), un terreno en el que ha logrado numerosos reconocimientos y le ha permitido dedicarse por entero a la creación literaria. Alternando géneros como el cuento, la novela, el teatro y la poesía, el escritor ha publicado ya en el presente siglo, fuera del territorio de la literatura infantil, obras como El jardín del unicornio y otros lugares para hombres solos (2002), Mujeres muertas de amor (2008), Noticia de la niebla (2003), Cuerpo de amor herido (2010) o Mujeres (2001). Ahora ve la luz en la colección no venal “Palabras rodantes” Cinco muertas amor que reúne otros tantos relatos situados en el entorno de las relaciones amorosas, tan propicio a la dicha como a la crueldad. Reproducimos el inicio de uno de los relatos, “Astilla”, en que dos mujeres se enfrentan a una realidad denigrante para ambas.

  “La mujer presionó el timbre con firmeza, una sola vez, y casi de inmediato la muchacha se asomó por la ventana del segundo piso.
         -Diga.
         -¿Elisa?
         -Sí.
         -Vengo a hablar con usted –dijo la mujer.
         -¿Qué se le ofrece?
         -Sobre Humberto –dijo la mujer.
   La muchacha cerró la ventana. La mujer pensó que no la vería más aunque  insistiera con el timbre durante el resto del día. Casi enseguida la oyó descender la escalera. O le pareció. Oyó que alguien giraba el seguro y apretó el bolso contra su cuerpo. Y entonces la vio, desde los pies en pantuflas hasta su cara morena, sus cabellos breves y negros, sus ojos grandes, su boca grande, su nariz fina. Una belleza a pesar de la palidez del susto. “Usted me disculpará la molestia”, dijo la mujer. Cuando la muchacha la invitó a seguir, la mujer apreció su cintura de avispa, su culito parado, sus piernas brillantes. No esperaba menos: una pequeña y bien moldeada belleza. Subieron las escaleras. Atravesaron una sala que servía de comedor y cocina, y entraron a un pequeño cuarto de estudiante. La mujer se identificó como la esposa de Humberto.
-Lo adiviné al verla –reconoció la muchacha-. Pero no sabía que usted existía. Se lo juro, señora. Siéntese, por favor” [págs. 73-74]

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