lunes, 26 de abril de 2021

Al mediar el día

AL MEDIAR EL DÍA

ANTOLOGÍA

 José María Gabriel y Galán

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. El pirata, nº 7, 2020, 65 págs.

Ilustraciones de María Polán

    Definida como “Poesía extremeña ilustrada para jóvenes lectores”, El pirata es una colección de pequeñas antologías de autores regionales elaboradas en colaboración con el Grupo de investigación de literatura infantil y juvenil de la Universidad de Extremadura, destinadas a un público escolar. Ilustrada por María Polán (Cáceres, 1979), la selección recoge poemas de Castellanas (1902), Extremeñas (1902), Campesinas (1904), Religiosas (1905) y Miscelánea, para cerrarse con un sucinto estudio titulado “Sobre el autor y su obra”.

   “Para la tradición y durante mucho tiempo el nombre de Gabriel y Galán (Frades de la Sierra,1870 - Guijo de Granadilla/ 1905) se identificaba con la literatura extremeña más popular: su uso creativo de diferentes variedades de la lengua/ la facilidad de la versificación y la elección de temas que apelaban a la sentimentalidad de la memoria facilitaban esa condición de escritor por antonomasia, hasta el punto de que no ha sido infrecuente encontrar lectores que podrían recitar de memoria algunos de sus poemas más representativos.

   Hoy día Gabriel y Galán sigue vivo a partir de su relevancia como escritor del regionalismo, un movimiento que alcanza a toda la literatura española y que tiene conexiones con las tendencias estéticas e intelectuales de finales del siglo XIX y principios del XX, y como un autor en contacto con la naturaleza y sensible a las injusticias sociales. Estos rasgos son los que se quieren reflejar en la selección de versos que la antología Al mediar el día propone como iniciación a su lectura”. [Texto de solapa]. Reproducimos el arranque de una de las composiciones perteneciente a Extremeñas.

  

LOS POSTRES DE LA MERIENDA.

    El sol quemaba, y al mediar el día

interrumpió Francisco la faena:

una faena trabajosa y ruda,

menos propia de hombres que de bestias.

   Y laxos ya los músculos de acero,

medio asfixiado, con las fauces secas,

limpiándose los ojos escaldados

y mascando el polvillo de la tierra,

a la sombra candente de un olivo

se dispuso a comerse su merienda:

un pedazo de pan como caliza

y un trago de agua... si la hubiese cerca.

    -¡Y entavía a gruñí el amo! -meditaba-.

Pues no sé yo que más jacel se puea

que trabajal jasta que el cuerpo dici

que aunque quiera no pue jacer más juerza.

¡Y gruñí! Y pa ganal los cuatru realis

es menestel queal jecho una breva,

y estrozalsi la ropa, y no traelsi

ni un cacho tajaína pa merienda

pa que el cuerpo no diga que no puedi

y se abarranqui con la carga a cuestas.  […]

 

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