NOMADEO
ARGELINO Y OTROS EXILIOS
Julio
César Galán
Mérida,
Editora Regional de Extremadura, Col. Viajeros y Estables, 2025, 295 págs.
Julio César Galán (Cáceres, 1978), actualmente
profesor en la Universidad de Extremadura es autor de los siguientes poemarios:
El ocaso de la aurora, Autorretratos sin cuerpo presente, Tres
veces luz, Márgenes, Inclinación al envés, El primer día
(formado por Impersonalidades, Con orejas de trébol y Montoncitos
de desnudez), Testigos de la utopía y Un adiós abierto.
Además, ha publicado como heterónimo los siguientes libros de poemas: Gajo
de sol y Para comenzar todo de nuevo de Luis Yarza; ¿Baile de
cerezas o polen germinado? y ¿Una extraña orquídea o un superviento
estelar? de Pablo Gaudet; e Introducción a la locura de las mariposas
y Maldita épica salvaje, de Jimena Alba. También ha publicado ensayo y
teatro (La edad del paraíso), los últimos libros son Correos a los editores, Poesía
Especular/Poesía non finito y De aquella manera, respectivamente;
así como crítica literaria en distintos medios. Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección “Viajeros y estables” publica Nomadeo
argelino y otros exilios que arranca con la marcha del narrador a Argel con
la sensación de condena a un exilio laboral (para enseñar en el Instituto
Cervantes de la ciudad: la crisis económica lo expulsa de la “matria”). Aunque
se nutre de ingredientes numerosos y variados, la narración de ajusta al perfil
del libro de viajes, más perceptible cuando el protagonista sale de la capital
argelina para conocer numerosos lugares: ciudades y aldeas, ruinas romanas y
aldeas árabes abandonadas, palmerales, oasis y dunas y el unánime desierto.
Pero la narración de esta travesía se enriquece con reflexiones personales,
citas de textos propios y ajenos, recuerdos, poemas…, todo ello comunicado
desde una notable capacidad de observación mediante un registro intensamente
poético. Reproducimos uno de los capítulos del primer bloque de la obra (“Nomadeo
argelino”).
A lo lejos
“Cierto: "Ningún libro está rematado". (Edmond Jabès), como tampoco lo esté ninguna ciudad, ni siquiera sus ruinas. Argel entraría dentro del club de las ciudades decadentes como Lisboa (¿ciudad en la que viviré años después?). Ambas coinciden en esa denominación de ciudad blanca. El mar, en esta urbe del Magreb, parece no bañarla, parece una lejanía más.
De camino recuerdo unos versos de Adonis
como pan para el camino: "Un cuerpo se viste de arena, cae en su vagar
para decir adiós". De nuevo allí se escucha: Orden, orden
público, pueblo, paz... (no ha pasado el tiempo de los
traidores, nunca pasa). Al llegar a la universidad, en mi primer día de trabajo,
vi una pequeña manifestación cuyo número era menor a la de la abundante policía
con porras de madera. Los periódicos españoles dicen que Argelia pasa de largo
por la Primavera Árabe; pero la realidad es otra (nadie conoce a nadie): los
estudiantes protestan y la palabra francesa que repetiré más durante estos días
será "grève". Para entrar dentro de las aulas cuatro agentes de
seguridad (los cuales, por su indumentaria, podrían ser mendigos) me pidieron
mi identificación, les enseñé el DNI, me miraron con extrañeza, se pasaron uno
a otro mi identidad, me preguntaron qué voy a impartir allí y respondía desde
la paradoja de la certeza y la inseguridad. Pasamos como quien pasa al ganado.
Una oveja más.
De nuevo en la sala del departamento, la
mente es una página en blanco que intenta buscar alguna señal orientativa. Nada
en la nada. Pasillos y más pasillos. Me asomo a la clase: goteras, mesas roídas
o raídas, columnas pintadas y pintorreadas, y ventanas con cortinas en las que
el tiempo ha meado el amarillo de la mugre. Me desoriento, pregunto y finalmente,
camino por estos versos de Leopardi: ‘En el sendero escúchase a lo lejos /
tintinear de esquilas; cruje el carro / del viajero que sigue su camino`”. [pp.
47-48].
No hay comentarios:
Publicar un comentario