Juan Diego Mejía
Manizales
(Colombia), Editorial Universidad de Caldas, 2015, 238 págs.
Nacido en Medellín (Colombia) en 1952, Juan
Diego Mejía es uno de los escritores colombianos más representativos de la
segunda mitad del siglo veinte. Formado en Matemáticas por la Universidad
Nacional, Mejía fue productor de cine y televisión, director del Canal
Universitario (Canal U), Secretario de Cultura Ciudadana de Medellín y, en la
actualidad, Director de la Feria Internacional del Libro de Medellín. Como
escritor, ha publicado los volúmenes de cuentos Rumor de muerte (1982) y Sobrevivientes
(1985) y las novelas A cierto lado de
la sangre (1991), Camila todos los
fuegos (2001) y El dedo índice de Mao
(2003).
En 2015 el Departamento Editorial de la
Universidad de Caldas (Manizales) reeditó una de sus mejores novelas, El cine era mejor que la vida (premio
Colcultura de 1996) cuyos protagonistas son tres seres humildes, casi anónimos,
ensimismados en sus ensueños y enfrentados a un entorno hostil mientras se
debaten entre el entusiasmo de las empresas ilusorias y el derrumbamiento del
fracaso. Narrada por un niño que vive con su padre (a quien no llama papá, sino
Mejía) y Laura, la amante del padre, todos buscarán la solución paliativa del
cine frente a una realidad envilecida. Una de las películas, El gran escape (traducida entre nosotros
como La gran evasión) se convertirá
en símbolo de sus deseos, pues “saben que soñar es una manera de sobrevivir”. Reproducimos
un fragmento en donde aparece expreso el sentido del título de la novela.
“Tal vez ésta sea otra forma de recordar a
Mejía sin pensar que no va a volver. Estamos en cine. Laura a mi lado, con su
abrigo que huele a closet, esperando a que apaguen las luces y corran el telón
para que empiecen a desfilar personajes hecho de luz que hablan, ríen y lloran
como en la vida real, pero que de alguna extraña manera hacen que todo sea
mejor aquí que en el mundo de fuera […] Después pensaremos de nuevo en Ofelia,
en el mantel de los abuelos, y seguiremos esperando el día en que Mejía regrese
de su viaje otra vez sonriente y soñador” [pp 235-236]
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