EL
CUERPO Y OTRA COSA
Darío
Jaramillo Agudelo
Valencia,
Pre-Textos, Col. La cruz del sur, 2016, 50 págs.
Nacido en Santa Rosa de Osos (Antioquia,
Colombia) en 1947, Darío Jaramillo Agudelo ha cultivado varios géneros
literarios: el ensayo (Poesía en la
canción popular latinoamericana (2008), una obra autobiográfíca (Historia de una pasión, 2006) y varias
novelas aparecidas en Pre-Textos (La
muerte de Alec, 2013; Cartas cruzadas,
1993; Memorias de un hombre feliz,
2000; El juego del alfiler, 2002; Novela con fantasma, 2004; La voz interior, 2006 e Historia de Simona, 2011).
Considerado como uno de los mejores poetas colombianos actuales, Darío Jaramillo es autor de ocho libros de
poesía: Historias (1974), Tratado de retórica (978, Premio
Nacional de Poesía), Poemas de amor
(1986), Del ojo a la lengua(1995), Cantar
por cantar (2001), Gatos (2005), Cuadernos de música (2008) y Solo el azar (2011). Su obra poética ha
sido recogida en numerosas selecciones parciales y reeditada como obra completa
en tres ocasiones: 77 poemas
(Universidad Nacional, 1987), 127 poemas (Universidad
de Antioquia, 2000) y Libros de poemas (Fondo
de Cultura Económica, 2003).
En 2016, la editorial Pre-Textos publicó El cuerpo y otra cosa, conjunto de
composiciones en verso y en prosa poética, de la que reproducimos la
composición de cierre, en que evoca desde un presente desolado a una mujer y un
mundo perdidos.
ELEGÍA
TODAVÍA
perduran esas tardes de sol: nada que esperar del mañana,
todo
nos lo daba el día que vivíamos,
un
pan desordenado del que confía en todo, sueño profundo, sueño quieto,
la
mínima certeza de la carne con algo de ternura contra la mala sangre,
una
displicente seguridad de que perduraríamos jóvenes, incólumes, sin mancha
ninguna en las entrañas.
Todavía
existen esas tardes sin desprecio y sin afecto por nada que no fuera nuestro
goce:
el
mundo entero cabía en el lecho donde nos amamos.
Vislumbro
un jardín entre brumas: sentíamos el olor de los jazmines difuminados,
aquella
niebla tenía los aromas leves de nuestros cuerpo,
ese
perfume que llegó a ser otro perfume,
el
olor inextinguible:
todavía
cada bocanada de aire me mantiene vivo solamente por la esperanza de aspirar
ese olor.
Corazón
depredador, cloaca, ruina de un cielo que fue todo lo que yo haya sido:
ahora
mi palabra sucia ronda aquellas ruinas de mí mismo:
te
amé y eso basta,
abrazado
a ti fui feliz,
ahora
lo sé,
ahora
cuando le perteneces a la muerte.
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