LA
URUGUAYA
Pedro
Mairal
Barcelona,
Libros del Asteroide, 2017, 142 págs.
Nacido en Buenos Aires en 1970, Pedro Mairal
es poeta, articulista y narrador cuya primera novela, Una noche con Sabrina Love recibió el premio Clarín en 1998 y fue
llevada al cine. Como poeta, es autor de Tigre
como los pájaros (1996), Consumidor
final (2003) y una trilogía titulada Pornosonetos (2002, 2005, y 2008). Su
labor periodística ha sido recogida en El
equilibrio (2013) y Maniobras de
evasión (2015). A su faceta de narrador, en fin, corresponden un volumen de cuentos
(Hoy temprano, 2001) y las novelas El año del desierto (2005) y Salvatierra (2008).
Ahora, la editorial barcelonesa Libros del Asteroide publica La uruguaya,
aparecida en Argentina en 2016, que fue bien acogida tanto por el público como
por la crítica. La novela relata en un tiempo inferior a un día un viaje de
Lucas Pereyra, profesor de universidad y escritor con acceso a editoriales
foráneas, a Montevideo para cobrar quince mil dólares en un banco uruguayo (y
evitar así el cambio oficial que le detraería la mitad de los anticipos) y
convertir por fin en su amante a una joven que había conocido en un viaje
anterior. Consigue cobrar sus emolumentos, reserva una habitación en un hotel
céntrico y lujoso, pasea complacido por las calles de la ciudad esperando la
hora de la cita… Todo parece ir sobre ruedas cuando la joven que espera se
presenta con un pitbull descomunal. Será el comienzo de una serie de episodios
ingobernables, marcados, como ciertas pesadillas, por la postergación, narrados
con lucidez y un humor melancólico, que enfrentarán al protagonista con su
propia fragilidad.
“No podemos entrar con el perro. Fue lo
primero que pensé. Y menos con ese perro. Años y años de manipulación genética
lo habían empujado a ser lo que era: un perro mandíbula, violento, amontonado,
una maza compacta de mordiscos letales, un demonio de Tasmania con la cabeza
enorme y cuadrada. El bozal anulaba su esencia. Era Tyson esposado. Cada tanto
me miraba de reojo.
¿Quién quería tener un perro así? ¿Qué hueco
afectivo emocional venía a llenar semejante monstruo en una casa? ¿Era metáfora
de qué? ¿Prolongación de qué? ¿Doble animal, nahual, de quién? ¿Por qué carajo
me traía esta mina a su novio convertido en perro y me dejaba cuidándolo un
ratito? ¿O me estaba vigilando el perro a mí? Serví cerveza en los dos vasos. Y
apareció Guerra. Qué guapa era, Dios mío.
-Estás más flaco, Pereyra –dijo
sentándose.
-Y vos estás distinta. El peinado, ¿no?
-Me saqué el cerquillo.
-¿El qué? ¿El flequillo?
-Cerquillo se dice acá”.
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