sábado, 16 de junio de 2018

Todo el mundo acaba marchándose de esta casa



TODO EL MUNDO ACABA MARCHÁNDOSE DE ESTA CASA

María Francisca Ruano
Madrid, Ediciones Libertarias, 2018, 93 págs.

   Francisca Ruano (Madrid, 1946) es autora de una amplia trayectoria cuentística de creciente calidad, que arranca con Cuentos de Badajoz (Badajoz, Universitas, 1989), libro al que siguieron otros muchos títulos. Los publicados ya en este siglo han sido Días sin gloria (2002), Las flores del silencio (2004) Archipiélagos (2005), Entretenimientos privados (2007), Invierno español y portugués (2012), Será la boda más bonita del mundo (2013), Un mono solitario es una criatura vulnerable (2015) Frambuesas (2016).
   Ahora, la editorial madrileña Libertarias en que han visto la luz la mayor parte de sus obras publica Todo el mundo acaba marchándose de esta casa (2018), una compilación de veinte relatos que se mueven por el territorio predilecto de la escritora, el de las relaciones personales (amistades, amores y amoríos, matrimonios infelices…) en el que hombres y mujeres parecen vivir a la melancólica sombra de una dicha pasada, como confirma el título de la obra (en el que la “casa” a la que se alude es la imagen de portada: la Quinta do Paraiso). Reproducimos un fragmento de uno de los relatos, “Orden en casa Marolles”.

   “En el puesto de patatas fritas de Marolles, detrás de Notre Dame de la Chapelle, solían reunirse chicas y chicos, madres y padres, abuelos y abuelas, y, durante la primavera, intentaban poner orden en sus casas, llenas de invierno, vacías de delicadeza, yendo y viniendo a los puestos de flores del mercadillo, entre las antiguas murallas, y sacaban las monedas o los billetes de los monederos para adquirir ramos, ramilletes, búcaros, docenas, capullos, u popurrí de flores frescas para enviar o llevar a alguien: vivos, muertos, mujeres y hombres, desaparecidos, callados, habladores, maleducados conocidos desconocidos, antiguos amores, amores ya odiados, a los recuerdos que resurgían durante marzo, abril y mayo también, cuyos nombres se prendían de sus cabellos ralos, relaciones demasiado largas, demasiado cortas, extinguidas, resucitadas, recompuestas, destrozadas, o algo de todo eso, quizá, junto” [p. 74].

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