miércoles, 13 de junio de 2018

Katábasis


KATÁBASIS

Lucía Estrada
Medellín (Colombia), Tragaluz Editores, 2018, 42 págs.
Premio de Poesía Ciudad de Bogotá 2017.

   Nacida en Medellín en 1980, Lucía Estrada formó parte durante cinco años de la organización del Festival Internacional de Poesía de Medellín, pertenece al comité editorial de la revista literaria Alhucema y es coordinadora de Eventos Culturales en la Corporación Otraparte. Sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, francés e italiano y difundidos en antologías de Colombia, Costa Rica, España, México, Chile, Perú y Venezuela. Su trayectoria poética arranca con Fuegos nocturnos (1997), libro al que siguieron Noche líquida (2000), Maiastra (2004, premio nacional de poesía “Ciro Mendía”), Las hijas del espino (premio “Ciudad de Medellín, 2005), El ojo de Circe (2006), El círculo de la memoria (2008), La noche en el espejo (2010, premio nacional de poesía “Ciudad de Bogotá” de 2009) y Cuaderno del ángel (2010). En 2014 vio la luz Continuidad del jardín. Antología personal y en 2017 La Editora Regional de Extremadura publicó en su colección “Letras Americanas” La noche en el espejo.
   Ahora, la editorial medellinense Tragaluz Editores publica Katábasis (premio Ciudad de Bogotá, 2017), un término griego que puede ser traducido como “descenso” (en la literatura clásica, con frecuencia un descenso a los infiernos) y que ha servido para ordenar los bloques del poemario: “Superficies”, “Subsuelo” y “Último descenso”. Reproducimos la composición del cierre que señala el fin de esta travesía por el interior de la propia conciencia y la necesidad de expresar poéticamente un proceso en las fronteras de lo inefable.


Último Peldaño

Escribo con la última luz que me asiste. Pero no es fácil. Su rumor áspero trepa por las paredes, hace menguar la luna y los espejos. Siempre le he temido a la doble noche de su mar en sombras. Al pulso que aprieta la garganta. Resistiéndolo, cabalgo por encima de mi cabeza para luego caer salvajemente, allí donde solo existen los brazos extenuados, la boca cubierta de sal, el olvido atroz de todo lenguaje, donde no hay lugar para las palabras. Escribo para darle forma a la muerte, pero también a los pájaros que cruzan el cielo en lentas migraciones.

Intento aferrarme con los ojos a este pequeño reducto de conciencia, a la realidad que tiñe de bruma cualquier posible horizonte. Pero los ojos no resisten. Sucumben a su vocación de peces que se dejan arrastrar por las olas. Escribo para despreciar su abandono, para devorarlos hasta el silencio. Algo quedará en la página. Una estrella invisible, un mapa de agujeros negros, un grito sumado a la voracidad de otras aguas, de otras oscuras navegaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario