miércoles, 24 de abril de 2019

Selección singular


SELECCIÓN SINGULAR

María Francisca Ruano
Madrid, Ediciones Libertarias, 2019, 100 págs.

   María Francisca Ruano (Madrid, 1946) es autora de una amplia trayectoria cuentística de creciente calidad, que arranca con Cuentos de Badajoz (Badajoz, Universitas, 1989), libro al que siguieron otros muchos títulos. Los publicados ya en este siglo han sido Días sin gloria (2002), Las flores del silencio (2004) Archipiélagos (2005), Entretenimientos privados (2007), Invierno español y portugués (2012), Será la boda más bonita del mundo (2013), Un mono solitario es una criatura vulnerable (2015) Y, finalmente frambuesas (2016) y Todo el mundo acaba marchándose de casa (2018).
   Ahora, la editorial madrileña Libertarias en que han visto la luz la mayor parte de sus obras publica Selección singular, una compilación de veintiún relatos procedentes de libros anteriores que se mueven por el territorio predilecto de la escritora, el de las relaciones personales (amistades, amores y amoríos, matrimonios infelices…) en el que hombres y mujeres parecen vivir a la melancólica sombra de una dicha pasada. Reproducimos un fragmento del relato titulado “Azevedo” en que se describe un tipo humano que ha decidido apartarse de la corriente del propio vivir para convertirse en un mero testigo de su presente.

   “Son las siete y veinticinco y Azevedo continúa allí. Es un hombre todavía joven, con pantalón claro, una camisa debajo del jersey con rayas grises, barba, y lo más interesante es que lleva toda la tarde, la tarde de un viernes tormentoso y húmedo, apoyado contra la pared de la iglesia de San Juan de Dios, en el norte de Lisboa.

   Apoyado. Nada más. Un hombre joven todavía, apoyado así. Con una barba castaña y la actitud aún rebelándose, una actitud rebelde. La plaza de Londres mira hacia muchos sitios: a la plaza de toros, al estadio del Benfica, a la carretera de Porto y Coimbra, o a la universidad y a la biblioteca. Está a un tiro de piedra de cualquiera de estos lugares. Una nube inmensa ha desplazado a las más pequeñas y todo está blanco, preparado para enfurecerse y relampaguear. Poco a poco el viernes se va extenuando, y como es el último de mayo, empiezan a surgir las claras y ágiles piernas de las extranjeras desembarcando en el país más antiguo y melancólico de Europa. Dicen. Azevedo ya no parpadea cuando las ve” [p. 71].

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