sábado, 8 de julio de 2017

Pensión Salamanca

PENSIÓN SALAMANCA

Susana Martín Gijón
Sevilla, Anantes, 2016, 88 págs.

   Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) ha publicado en la editorial sevillana Anantes hasta el momento tres novelas de trama policial ambientadas en Extremadura (Más que cuerpos, 2013, Desde la eternidad 2014 y Vino y pólvora, 2016) que impregnan las tramas de una notable carga de denuncia social, contemplada desde una perspectiva francamente femenina. En 2015 la Editora Regional de Extremadura publicó Naufragios (finalista de los premios "Felipe Trigo" de novela corta y del premio "La Trama / Aragón Negro" de Ediciones B), una novela ambientada en San Francisco en cuya trama una joven relata en primera persona el sórdido universo de "náufragos" en la gran ciudad. Más tarde, la escritora ha publicado Pensión Salamanca (2016) y Destino Gijón (2016), dos novelas cortas protagonizadas también por la oficial de policía Annika Kaunda.
   Pensión Salamanca es una novela corta que inicia su trama con la llegada a la ciudad de una joven novelista que ha decidido asistir a un congreso de novela negra, en que se darán cita los más reconocidos cultivadores del género, pero en la pensión en que se aloja será testigo de un crimen en que se verá involucrada. Consciente de que todos los indicios apuntan hacia ella, Susana Martín Gijón le pedirá a Annika Kaunda, la oficial de policía de sus anteriores novelas, que demuestre su inocencia, una circunstancia que convertirá en protagonistas a la escritora y al personaje que ha creado. De filiación cervantina, el procedimiento otorgará a esta pequeña narración un desarrollo lúdico, que se aleja del propósito testimonial de las novelas extensas de la trilogía para convertirse en un divertimento intelectual (objetivo de muchas de las novelas del género), lleno de ingenio y humor. Reproducimos un fragmento en que las dos mujeres hablan de David Knutson (un profesor estadounidense real especializado en novela negra española).


“- Espera, se me ocurre alguien. David Knutson.
-¿David Knutson?
-Sí –afirmé, más convencida ahora-. Es estadounidense, profesor en la Xavier University y asiduo de los congresos de novela negra más acreditados, como Medellín Negro en Colombia o este en Salamanca. Tiene todos los conocimientos y los contactos necesarios. Sí, sin dura recurriría a él.
-¿Puedes describírmelo?
-A ver… Ojos claros, piel sonrosada –me quedé pensando unos segundos y no pude evitarlo. Parafraseé a Chandler como la más friki de todas las frikis-. Cerca de dos metros, algo más de cien kilos sin corbata. Un tío con todas las de la ley.
   Annika me estudió durante unos momentos mientras yo sonreía como una tonta ante mi –a mi parecer- mi ingeniosa salida, tras lo cual cabeceó por enésima vez y se levantó.
-De acuerdo. Ahora tengo que irme.
-Pero… ¿cómo? ¿Qué está pasando? ¿Para qué querías saberlo?
-De momento no puedo contártelo. Volveré –aseguró antes de salir por la puerta y dejarme con la boca tan abierta que parecía que se me iba a descoyuntar. Cuando fui capaz de cerrarla fue para refunfuñar.
“Crear sabuesas para esto”. [pp. 64-65]

En la fotografía, dos personajes de la novela: David Knutson y Susana Martín Gijón.

viernes, 7 de julio de 2017

Los versos de la esfinge


   Frente a los escritores que siguen la consigna clásica “art est celare artem” (algo así como “el arte consiste en ocultar el artificio”), los escritores barrocos exhiben un descomedido entramado formal que los convierte, como recordaba Borges, en autores que rozan su propia caricatura (pues parece ya imposible emular sus pertrechos retóricos) y se recrean en la oscuridad y en la complicación, de modo que la expresión pasa de ser un cristal (que permite ver la realidad) a convertirse en una vidriera (que desdeña, sea cual sea, la realidad y muestra, engreída, su artificio). Y así, para Góngora, Zeus se oculta bajo el sintagma “el  mentido robador de Europa”; un cisne es “el ave / que dulce muere y en las aguas mora”; un pavo real, el grave pájaro que “su manto azul de tantos ojos dora / cuantas el celestial zafiro estrellas”...
   Tres siglos más tarde, Miguel Hernández, fascinado como tantos autores del 27 por el poeta cordobés (por ejemplo, García Lorca, para quien la luna es un “cisne redondo en el río / ojo de las catedrales, / alba fingida en las hojas…”), persistiría (en Perito en lunas, 1933) en la construcción de numerosos ejemplos de “poema-esfinge”, con identificaciones metafóricas incomprensibles sin el título de los poemas (que suprimió, intencionadamente, al editar el libro). Por las cuarenta y dos octavas de la obra aparecían camuflados (de hecho, todavía están allí para quien quiera desenmascararlos): un barbero (“blanco narciso por obligación”), un panadero golpeando la masa (“aunque púgil combato, domo trigo”), unos toreros (“émulos imprudentes del lagarto”), un gallo (“coral, canta a la noche por un filo”), una palmera (“anda, columna, ten un desenlace / de surtidor”), una sandía (“un rojo desenlace negro de hoces”) o un pozo (“subterráneo quinqué, cañón de canto”).
   Pero, tal vez, quien se lleve la palma en este exhibicionismo retórico complacido sea Calderón de la Barca, quien en La vida es sueño pone en boca de uno de los personajes (Clotaldo, el guardián de la torre en que el rey ha encarcelado a Segismundo, su hijo y heredero al trono) estos versos dirigidos a dos intrusos: “Rendid las armas y vidas, / o aquesta pistola, áspid / de metal, escupirá /el veneno penetrante / de dos balas, cuyo fuego / será escándalo del aire” (Jornada I, escena III). ¿Qué dicen estos versos que, sin proponérmelo, recuerdo desde que los leí por primera vez? Dicen en seis octosílabos (esto es, en cuarenta y ocho sílabas): “Rendíos o disparo”. El episodio puede compararse, a mi juicio, con un lance de la tauromaquia llamado desplante, en que el torero (un torero a caballo en el Madrid de 1635), tras un quiebro logrado, da la espalda al morlaco sin dejar de mirar, alternativamente, de un modo cauto al astado y desafiante al público. En la representación de la obra, puedo imaginar asimismo al personaje de Calderón mirando altanero a los dos hombres a los que encañona y arrogante a los oyentes, como diciendo a unos y a otros: “Ea, señores, ahí queda eso”.

sábado, 1 de julio de 2017

sábado, 24 de junio de 2017

Cuentos de Octavio Escobar


CUENTOS

Octavio Escobar Giraldo
Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2015, 108 págs.


   Octavio Escobar (Manizales, 1962) es profesor de literatura en la universidad de Caldas y uno de los narradores colombianos más reconocidos dentro y fuera de su país, pero también en Extremadura, que ha visitado en varias ocasiones, donde la editorial cacereña Periférica ha publicado dos de sus títulos, Saide en 2008 y Destinos intermedios en 2010, en tanto Antonio María Flórez seleccionó El álbum de Mónica Pont en Transmutaciones, una antología de la literatura colombiana actual publicada por la Editora Regional de Extremadura. Otras novelas suyas son El último diario de Tony Flowers (1995), Folletín de Cabo Roto (2007), Destinos intermedios (2010), Cielo parcialmente nublado (2013) y Después y antes de Dios (ganadora del premio internacional “Ciudad de Barbastro” de 2014 y Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura de 2016)
   Paralelamente a sus novelas, el narrador colombiano también ha publicado relatos en libros como El color del agua (1993), Las láminas más difíciles del álbum (1995), La posada del almirante Benbow (1997), De música ligera (1998, premio nacional de literatura del Ministerio de Cultura) y Hotel en Shangri-Lá (2004). En 2015, el fondo editorial Universidad Eafit publicó en una colección llamada “Debajo de las estrellas” dirigida por Juan Diego Mejía, una selección de cuentos de títulos anteriores a los que se añaden algunos relatos inéditos. Del último texto del libro, “La muerte de Dioselina”, reproducimos un párrafo en que el joven protagonista, aprovechando la ocasión de que la familia se va de viaje, urde un plan para quedarse a solas con Martica, la sirvienta de la que está enamorado, para descubrir que su tío Rodrigo ha tenido una idea similar.

   “Julio pensó en entrar corriendo a contarle a Martica lo que había hecho para estar con ella, pero se contuvo. Tenía miedo de que no lo aprobara, que no lo contara después, o lo peor, que no le gustara. Decidió caminar un rato por el barrio: el regocijo lo estremecía cuando la imagen de Martica le sonreía: la quería, seguro que la quería.
   La cerradura cedió con un sonido escandaloso y nuevo. Silencio, nadie en el vestíbulo: se aceleraba el corazón a cada paso y las manos se humedecían y el pecho se paralizaba y bailaba la cabeza y molestaba el cuello de la camisa y la frente sudaba y moría el estómago de angustia y… allí estaban ellos. La puerta entreabierta y los cuerpos desnudos buscándose, ansiosas las bocas, desordenados los cabellos, febriles los músculos: ojos cerrados, un mismo deseo, un solo movimiento continuo, placer, rencor, éxtasis, decepción, placidez, tristeza, dolor.
   Se sentó en la sala. El tiempo se detuvo hasta que tío Rodrigo salió arreglándose  la camisa. Frenó en seco al verlo.
         -¿Hace mucho que estás aquí?
         -Acabé de llegar –dijo, levantando la cabeza. Una mirada de comprensión atravesó ambas pupilas”. [p.108]

sábado, 17 de junio de 2017

Microrrelatos domésticos


MICRORRELATOS DOMÉSTICOS

Elías Moro
Sevilla, Takara Editorial, 2017.


   Nacido en Madrid en 1959, Elías Moro reside en Extremadura desde 1982, y aquí ha escrito una obra literaria que se ha sentido atraída por los géneros narrativos (Óbitos súbitos, Editora Regional, 2000) y por los textos breves de Me acuerdo en colaboración con Daniel Casado (Mérida, De la luna libros, 1999, con una segunda edición en 2009 en la editorial Calambur), pero el grueso de su producción literaria se halla en el terreno de la producción poética con títulos como Contrabando (Mérida, Editora Regional, 1987), Casi humanos. Bestiario (Valencia, Germanía, 2001), Palos de ciego (un cuaderno de tirada reducida publicado en Mérida por ediciones El Ermitaño, 2003) y La tabla del tres (Mérida, De la Luna libros, 2004). En 2009 vio la luz en la Editora Regional de Extremadura En piel y huesos, una antología poética de su obra al cuidado del profesor Miguel Ángel Lama.
   En 2010 vio la luz en la editorial madrileña Calambur El juego de la taba, “un cuaderno de notas aforismos, de breves textos sin mucha conexión entre ellos, de apuntes líricos, de filias y de fobias”. Un año más tarde apareció 99 morerías (Ed. De Salvador Gómez, 2011, reeditado con el título de Morerías por Ediciones Liliputienses en 2016). En 2013, lo haría Manga por hombro (Sevilla, La isla de Siltolá), y en 2015 verían la luz dos libros: un poemario, hay un rastro (Mérida, De la Luna libros), y un libro de aforismos, Algo que perder (Sevilla, La isla de Siltolá). Recientemente, han aparecido Álbum de sombras (León, Eolas Ediciones, 2017) y Microrrelatos domésticos (Sevilla, Takara Editorial, 2017), un conjunto de pequeñas narraciones elaboradas sobre motivos del entorno cotidiano más próximo, del que reproducimos el titulado "Zapatos".

   Zapatos

   Nacimos el mismo día, tenemos idéntico color de piel, somos iguales hasta el último detalle, y sin embargo… ¡somos tan distintos!
   Como es un cabeza hueca a él le encanta salir por ahí de jarana, que lo saquen a diario de paseo, pisotear alegremente parques, terrazas, avenidas…    Y luego, claro, llega como llega, hecho un desastre, lleno de suciedad y barro, con colillas y chicles pegados a la suela (que luego no hay quien los quite) cuando no apestando a pis de gato o caca de perro.
   A mí, en cambio, me gusta más quedarme tranquilito en casa, de charla con mis otros colegas, bien a salvo de esas marranadas.
   Tenemos nuestras buenas discusiones a cuenta de eso, porque siendo gemelos pareciera que siempre tengamos que ir juntos a todos lados, nos guste o no.
   Cuando estamos enfadados él mira hacia la derecha, yo hacia la izquierda.
   Podemos pasar horas porfiando sobre el asunto sin ponernos nunca de acuerdo, sin dar nuestro brazo a torcer.
   Disputas y rencillas inútiles que quedan zanjadas de cuajo en cuanto llega ese tipo, nos calza a cada uno en su pie correspondiente y nos lleva a donde le da la real gana sin pedirnos opinión ni nada.


jueves, 15 de junio de 2017

lunes, 12 de junio de 2017

Premios de la Diputación de Cáceres, 2017









   El pasado siete de junio, un jurado compuesto por Manuel Simón Viola, Lorenzo Esteban Sánchez, Alfonso Pomet y Cipriano Palomino Iglesias, como secretario, falló el XXVII premio de cuentos “Ciudad de Coria”, otorgando el galardón al narrador y dramaturgo gaditano José Balsa Cirrito por el libro titulado La suerte siempre se acaba. Al día siguiente, se reunieron los demás jurados. En el XLII premio Cáceres de novela corta, presidido por Elvira Lindo y dotado con 9000 euros y la publicación de la obra (los demás componentes fueron Isabel Román Román y Fernando Ayala Vicente, como vocales, y Mª José Andrada Pérez como secretaria), el premio fue para Martín Cristal (Córdoba, Argentina) por su novela Aplauso sin fin.
   El XXXVII premio de periodismo Dionisio Acedo estuvo presidido por Rosa Montero (e integrado por Isabel Bravo Cañadas y Sergio Martínez Collado, como vocales, e Isabel Rebollo Doncel, como secretaria); en la categoría de prensa escrita, el ganador fue Álvaro Rubio por su reportaje, aparecido en el periódico Hoy, “Un templo budista en el corazón de la Vera”; en la categoría de medios audiovisuales fue premiado un reportaje emitido por Canal Extremadura TV, “El sueño de tener familia” realizado por Susana Sanz, Raúl Bueno, Ismael Crespo y Santiago Crespo.
   El XX premio de Poesía “Flor de la Jara” fue fallado por un jurado presidido por Antonio Lucas (e integrado por Irene Sánchez Carrón, Iván Sánchez Calle, Javier Pérez Walias como vocales y Margarita Díaz Diz como secretaria). El galardón, dotado con 6000 euros y la publicación del libro, recayó en Ana María Garrido por un poemario titulado Acaso el espejismo.
   Los XIII premios de microrrelatos El Brocense fueron fallados por un jurado presidido por Fernando Valls Gúzmán (que estuvo acompañado por Pilar Galán e Inmaculada Sánchez Leandro como vocales y Joaquina Núñez Carrillo como secretaria) recayeron en alumnos de ESO y Bachiller de los centros El Brocense, Puerta de la Serena (Villanueva de la Serena), Hernández Pacheco (Cáceres), Flor de Jacarandá (Sevilla), San Pedro de Alcántara (Alcántara) y Norba Caesarina (Cáceres).
   La gala de entrega de premios se celebró en el Auditorio del Complejo Cultural de Cáceres, con la intervención de la Presidenta de la Diputación de Cáceres, Rosario Cordero, y la actuación del grupo The Funamviolistas, integrado por tres jóvenes que combinan de un modo original y poderosamente expresivo la interpretación, la música y la danza.

sábado, 10 de junio de 2017

La mirada del orangután


LA MIRADA DEL ORANGUTÁN

Chelo Sierra
Cáceres, I. C. El Brocense, 2016, 103 págs.
XXVI premio de cuentos Ciudad de Coria

   Nacida en Madrid, Chelo Sierra estudia publicidad y durante más de quince años trabaja como creativa publicitaria, En 2009 se trasladó a vivir en Torremenga (Cáceres) dedicándose desde entonces a la literatura (fue durante dos años columnista de El periódico de Extremadura). Además de un reciente volumen de artículos literarios (De nada. Ediciones Torremozas, 2017), ha publicado  una novela corta (Los collares azules de bleubaie. Ayuntamiento de Toledo, 2015) y los libros de relatos El síndrome de Peter Pan (Cuatro Péndolas, Jaraíz de la Vera, 2012), La teoría de Polch (Ediciones Torremozas, Madrid, 2012), Desencuentos (Ediciones Torremozas, 2014) y La mirada del orangután (2016), con el que consiguió el XXVI premio de cuentos “Ciudad de Coria”, un galardón que venía a sumarse a otros numerosos reconocimientos (premio Ana María Matute de narrativa de 2012, premio Amboades de 2013, premio de novela corta Princesa Galiana de 2014, premio Helénides de Salamina de 2014…).
   La mirada del orangután reúne doce relatos (el último, que da título al libro, a modo de recopilación y epílogo) que dirigen su atención hacia seres humanos de nuestro presente en cuyas previsibles vidas cotidianas irrumpe de repente un episodio azaroso (una pareja tiene que enfrentarse a la muerte de su perrita, una mujer pierde su empleo, un joven en paro se ve obligado a aceptar un trabajo que le repugna …) que da un quiebro a sus destinos sumiéndolos en el desconcierto y poniendo de relieve su fragilidad. Contempladas con indulgencia y hasta ternura (pues la tristeza del orangután en su jaula no nace de su “condena” a ser visto sino de lo que ve), estas pequeñas historias de nuestro entorno se comunican con una prosa precisa de notable altura literaria. Reproducimos un fragmento de uno de los relatos (“El séptimo mandamiento”, encabezado por una cita de Graham Greene: “El peligro es el gran remedio para el aburrimiento”) en que una mujer combate el tedio de una vida doméstica, en el que ha caído tras ser despedida de su empleo, mediante un nuevo destino de cleptómana recalcitrante cada vez más osada (de sustraer pequeños objetos pasa a robar maridos o pensamientos).

   “Me fijé, ya al final de la mañana, en una niña de unos diez u once años, vestida de uniforme, que estaba sentada en la parada del autobús, tenía los ojos cerrados como si memorizara algo y, fuera lo que fuese ese algo, parecía enumerarlo ayudándose con los dedos de la mano. Di por hecho que una niña de su edad no podía tener un pensamiento capaz de producirme vértigo, pero no me resistí a la curiosidad de saber por qué estaba tan concentrada. Me acerqué a ella y se lo quité. El pensamiento, a pesar de su contundencia, se quedó quieto entre mis manos, sumiso; ni siquiera intentó escaparse: “Séptimo: No robarás”. Quise deshacerme de él a toda prisa, devolverle enseguida a su dueña ese pensamiento demoledor que amenazaba con impedirme continuar con lo mío y repatriarme sin compasión al aletargamiento de antes, pero no me dio tiempo. La niña había subido ya al autobús y se alejaba con la nariz aplastada contra el cristal de la ventanilla; agarrado como si fuera el testigo de una carrera de relevos, llevaba mi paraguas” [pp. 87-88]