PIEDRAS NEGRAS
Eugenio Fuentes
Barcelona, Tusquets, 2019, 365 págs.
Eugenio Fuentes (Montehermoso, 1958) ha
recibido numerosos reconocimientos como articulista (el premio “Francisco
Valdés”, el “Carmen de Burgos”, el “Julio Camba” o el “Manuel Azaña”) y es
autor, asimismo, de tres ensayos literarios publicados por la Editora Regional
de Extremadura: La mitad de Occidente (2003),
Tierras de fuentes (2010) y Literatura del dolor, poética de la bondad
(2013). Pero su mayor aportación es la narrativa. En este campo, se dio a
conocer con Las batallas de Breda
(premio Cáceres de Novela Corta, 1988, publicada por la I.C. "El
Brocense" en 1990). Más tarde, en 1993, vería la luz El nacimiento de Cupido (1993, premio internacional de novela
“Ciudad de San Fernando”) y los relatos de Vías
muertas (Editora Regional, 1997), año en que aparece también Tantas mentiras (premio “José Antonio
Gabriel y Galán”, Mérida, ERE, 1997), una novela histórica ambientada en los
años de la revolución mexicana.
En El
interior del bosque (premio “Alba-Canarias” de 1999, publicada un año más
tarde) asistimos a una sucesión de asesinatos ocurridos en la reserva natural
del Paternóster, que un detective privado, Ricardo Cupido, se propone
investigar. Será el primer título de un ciclo de novelas que, excepto La sangre de los ángeles (Alba Editorial,
2001), han sido publicadas por Tusquets: Las
manos del pianista (2003), Venas de
nieve (2005, premio “Extremadura a la creación”), Cuerpo a cuerpo (2007), Contrarreloj
(2009), Si mañana muero (2013) y Mistralia (2015). En 2018 apareció en la
misma editorial un ensayo histórico, La
sangre de los inocentes, que recoge las distintas formas de intolerancia y
violencia a lo largo de la historia.
Ahora, la editorial Tusquets publica su última
novela, Piedras negras, cuya trama
arranca con la muerte en Tolouse de Marta Medina, una anciana profesora de
música. Su nieta, Marthe, que ha heredado de la abuela su nombre y su pasión
por la música, recibe una carta en que la anciana le desvela un secreto que no
ha querido compartir con nadie: en febrero de 1938 dio a luz en un hospital de
Ciempozuelos a un niño de una relación con un miliciano que conoció en Breda,
pero el niño le fue arrebatado en circunstancias que ella no se encontraba en
condiciones de aclarar. Quiere que su nieta encuentre a su hijo y le pida perdón. La joven
viaja en automóvil a Breda (no en tren: nos encontramos en mayo de 2004 tras
los recientes atentados de Atocha) y pide ayuda a un investigador privado,
Ricardo Cupido. A pesar de las dificultades, ambos encuentran pronto al niño
robado. Se trata de Alejandro Garcilaso, miembro de una poderosa familia dueña
de viñedos, bodegas y edificios antiguos en la ciudad de Toledo, que se
encuentra inmersa en proyectos inmobiliarios y turbios asuntos financieros. El
anciano apenas si presta atención al relato y despide de malos modos al
investigador, pero cuando su hija Alejandra es asesinada en la sede de la
Fundación le pide su ayuda para esclarecer una muerte acaecida en unas
circunstancias horribles. La novela desarrolla de este modo dos tramas protagonizadas,
una por los derrotados de la guerra, víctimas de todo tipo expolios (que
llegaron al robo de recién nacidos) y empujados al exilio, y otra por los vencedores
que al término de la contienda conservaron su posición social y pudieron
incrementar su patrimonio siempre en la cúspide del poder.
Como en novelas anteriores, nos encontramos
ante una trama absorbente que mantiene, con una prosa certera y cuidada, una
tensión indeclinable, pero también ante una novela realista perfectamente
documentada, que refleja desde una perspectiva crítica y testimonial las lacras
de una sociedad dominada por una ambición desmedida, inmersa en una absurda
explosión inmobiliaria, tanto privada como pública (con lujosos palacios de
congresos sin congresos y aeropuertos sin aviones) y una generalizada carencia
de ética (destrucción del patrimonio histórico, evasión de capitales tras el
cambio de gobierno…), muy lejos del perfil de tantas novelas negras concebidas
como meros artefactos narrativos lúdicos.
Reproducimos un fragmento en que el exmarido
de la joven asesinada arroja sus cenizas al río Tajo (solo su perro parece sentir su ausencia).
“-Yo me encargaré de hacerlo –había dicho
Enrique para zanjar la cuestión.
Con la
correa de Zoco en una mano y en la
otra una bolsa con la urna, más pesada de lo que había imaginado, bajó sin
prisas por el paseo del Carmen, donde los muros traseros de los conventos se
agarraban al suelo para no resbalar hacia el río.
Era de
noche cuando se apoyó el pretil del puente. Una luna llena e inocente, una
superluna avanzaba a zancadas por el cielo, apagando a la osa mayor, que se
arrastraba fatigosamente hacia el polo.
Esperó a
que pasaran unos viandantes mientras contemplaba las encajonadas aguas del río,
que mostraba en algunos recodos una orla blanca, como si fuera pus. Le hubiera
gustado que todo estuviera más silencioso y oscuro para que las cenizas cayeran
sobre las tinieblas sin testigos ni huellas, pero la ciudad derramaba
demasiados reflejos y emitía un sordo bordoneo, como si a lo lejos
entrechocaran los huesos de la noche. Abrió la bolsa y Zoco, que se había quedado tranquilo, comenzó a gemir de nuevo.
Comprobó que no pasaba nadie y desenroscó la tapa de la urna. Solo olía a humo,
pero Zoco intensificó sus gañidos.
Enrique se inclinó sobre el petril y echó las cenizas que fueron cayendo desde
lo alto del arco sobre las aguas negras. Eso era todo, de Alex ya no quedaba
nada. Su DNI sería borrado de las bases de datos, se cancelarían sus cuentas
bancarias, sus números de teléfono se adjudicarían a otros usuarios y alguien
de África vestiría su ropa cuando la donara. Entonces dio la espalda al vacío. Zoco había empezado a gruñir y le
enseñaba los colmillos amenazadoramente. [pp. 213].
Pues no conocía al autor pero por lo que cuentas merece la pena. Interesantísima la trama que describes, sobre todo por ser tan realista y documentada como parece ser.
ResponderEliminarA tener en cuenta, pues.
Saludos cordiales,
Sandra.