viernes, 19 de mayo de 2017

Un otoño extremeño


UN OTOÑO EXTREMEÑO
Mario Martín Gijón
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col La Gaveta, 2017, 132 págs.

   Nacido en Villanueva de la Serena en 1979, Mario Martín Gijón es autor de ensayos (Una poesía de la presencia, 2009; Los (anti)intelectuales de la derecha en España, 2011, La patria imaginada de Máximo José Kahn, 2012, y Una historia compartida: la resistencia franco española (1936-1950), 2013), de dos libros de poemas (Latidos y desplantes, 2011, y Rendición, 2012) y de dos novelas (Inconvenientes del turismo en Praga, 2012, y Un día en la vida del inmortal Mathieu, 2013). Ahora la Editora Regional de Extremadura publica Un otoño extremeño que se presenta como un diario escrito por el ingeniero forestal alemán Thomas Jung (y abandonado tras su partida) durante su estancia en Extremadura entre el otoño de 2011 y la primavera de 2012. Uno de sus colaboradores, Esteban Carrasco Villanueva (autor de un prólogo y epílogo en que dará cuenta de los pormenores del proyecto en que están embarcados), traducirá el texto al español. En las entradas del diario descubriremos a una personalidad herida por un pasado traumático, atraído por la belleza primigenia de los parajes naturales de la provincia de Cáceres (Malpartida, Campo Arañuelo, Monfragüe, Las Villuercas…), entre robledales, alcornocales, encinares, olmedos…, que muestran síntomas de graves patologías vegetales. Reproducimos la última entrada del diario, cuando Thomas Jung, que verá truncados sus proyectos personales y profesionales,  imagina, antes de la partida, la nostalgia con que recordará esta naturaleza esplendente.
7 de junio

   “No puedo despegarme de esta tierra. ¿Cómo voy a olvidar, desde Múnich, esa vereda entre dos dehesas, donde se posaban las urracas, sin que la congoja me atenace la garganta? ¿Cómo voy a recorrer el camino a Freising o pasear por el Jardín Inglés  y aspirar el aire buscando en vano ese aroma áspero y empalagoso de la flor de la jara, o el olor agreste de la cagarruta de la oveja? ¿Cómo voy a reconocerme en ese paisaje domesticado hasta la sumisión total a las funciones del mezquino ser humano, sin esos zarzales cuyas espesuras atraían la mirada, aun conociendo sus espinas, sin cardos traicioneros, sin nubes de mosquitos en verano y sin alcornoques torturados, cómo voy a conformarme con la suavidad anestesiada de los campos de Baviera? ¿Cómo voy a cambiar la recatada y pacata luz de Múnich, tan ridícula frente a la avalancha solar de Extremadura, que invita al desnudo y al abrazo perlado de sano sudor? ¿Cómo coy a aceptar el manso y monótono Isar, que solo sirve para reflejar la presunción muniquesa, recordando al misterioso Tajo oculto entre estribaciones fragorosas, que se nos aparece de repente, verde como un río encantado, cubierto de nieblas al alba, como escondiendo ignotas entidades? En vano buscaré senderos bordeados de retamas, en vano escarpaduras coronadas de ruinas de castillos confundidas con los riscos, sin la pompa de los castillos de dibujo animado, trampantojo para turistas, que enorgullecen a los ignorantes de mi patria. Ya no más pinos nacidos en las hendiduras de cuarcitas, ya no más infancia senil del acebuche, modestia del olivo, esqueletos de árboles que me llenaban de tristeza pero que, también ellos, podían cobrar vida momentánea gracias a un gavilán o un abejaruco” [pp. 127-128]


jueves, 18 de mayo de 2017

Yolanda Regidor en el Colegio Claret


   Hoy, 18 de mayo, ha visitado el Colegio Claret Yolanda Regidor (Plasencia, 1970) que ha conversado con un grupo de alumnos de Cuarto de ESO sobre su trayectoria literaria, un itinerario que arranca en 2012 con La piel del camaleón (Córdoba, Arcopress), una novela de ambiente juvenil y universitario, a la que siguieron Ego y yo (Córdoba, Almuzara, 2014) y La espina del gato (Córdoba, Benerice, 2017), aparecida recientemente. Tras un recorrido por estos títulos (su génesis, su sentido, su configuración), la joven novelista contestó afablemente a las preguntas de los chicos en público y en privado, regaló ejemplares dedicados de sus novelas y se hizo una foto con todos nosotros. Ha sido, sin duda, una de las mejores clases de literatura que han recibido este curso.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Piedra de toque



PIEDRA DE TOQUE
15 poetas emergentes en Extremadura

Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2016, 227 págs.
Edición y prólogo de Daniel Casado.

   Preparada por Daniel Casado (poeta trujillano autor de poemarios como El viento y las brasas, El proyector de sombras, Oscuro pez del fondo, Secretos que contar y La segunda mirada), Piedra de toque, que ahora publica la Editora Regional de Extremadura, es una antología de jóvenes poetas (todos ellos nacidos después de 1980) presentados en el texto introductorio por el prologuista como la poesía emergente de la región en la actualidad, un momento marcado no tanto por un cambio novedoso de referentes como por una transformación, esta sí radical, en la difusión de los textos, pues al contenedor tradicional de la poesía (el libro, del que esta antología es una buena muestra) se suman otros formatos, como blogs, performances, jams, sesiones de micrófono abierto…, que están alterando por completo, y de modo especial en el caso del género lírico, la relación entre escritor y lector, hasta el punto de que la poesía de este nuevo siglo -considera el prologuista- “encara así un nuevo reto: seguir siendo auténtica, singular e inolvidable en la época de la reproducción instantánea, el consumo masivo y el olvido inmediato”.
   En la selección participan poetas como Álex Chico, Urbano Pérez Sánchez, Fernando de las Heras, Ángela Sayago Martínez, Úrsula Rodríguez, David Yáñez, Fernando Pérez Fernández, Julián Portillo, Francisco Fuentes, Víctor Martín Iglesias, Víctor Peña Dacosta, Ángela Cayero, Francisco Naranjo Lanchazo, Antonio Rivero Machina y Patricia Amigo. Reproducimos una composición de Víctor Peña Dacosta, autor de los poemarios La huida hacia adelante (La Isla de Siltolá, 2014) y Diario de un puretas recién casado (Liliputienses, 2016).

CARTA ABIERTA DE LO QUE QUEDABA
DE VÍCTOR PEÑA DE 19 AÑOS DIRIGIDA
AL ACTUAL VÍCTOR PEÑA
ANTES DE DESAPARECER PARA SIEMPRE.

Tú antes molabas
Bart Simpson

No quiero ser duro contigo,
que bastante tienes con lo que tienes.
Mírate, esto no era lo pactado:
eres la publicidad engañosa
de lo que yo prometía. El reverso
caducado de una tapa dorada.

Eres Kennedy y Zapatero.
El casi pero al final no.

Eres la alergia de la primavera,
una oferta que sale cara.
El delirio sin aires de grandeza.
Eres la realidad tras la esperanza,
la resaca de las celebraciones
y las agujetas del sexo
mediocremente salvaje.

Eres Rod Stewart.
Guti.
Obama.
Tao Lin.
Eres peor que los Strokes.

Pero no quiero ser duro contigo.
Solo quería despedirme:
no te veré pagar una hipoteca
ni ponerte (aún) más gordo.
No veré cómo te casas y te largas
de luna de miel a un infierno carísimo.
No veré cómo te compras un coche
y malvendes tus discos de vinilo.

No te veré caer en el voto útil
ni en las rebajas de Ikea.
No pasaré la vergüenza
de oírte blasfemar pidiendo
una cerveza sin alcohol.

No te veré morir.

martes, 16 de mayo de 2017

Mañanitas en México y otros ensayos


MAÑANITAS EN MÉXICO Y OTROS ENSAYOS

D. H. Lawrence
Madrid, Abada Editores, 2014, 276 págs.
Edición de Miguel Ángel Martínez-Cabeza.

   Novelista, ensayista e impenitente viajero, David Herbert Lawrence (1885-1930) recorrió, acompañado de su esposa Frieda Weekley, numerosos lugares  con estancias en la Toscana (de donde surgiría Italia a media luz, 1916), Sicilia, Sri Lanka, Australia o México. En esta ocasión, Miguel Ángel Martínez-Cabeza ha reunido ensayos escritos entre 1920 y 1928 relacionados con su visita a México, pero también a Nuevo México y otros lugares de Estados Unidos. “El volumen –afirma el editor literario- está dividido en dos partes: la primera, Mañanitas en México, es una nueva traducción de Mornings in México (1927) […] Los otros ensayos aparecen aquí reunidos por primera vez en una edición española. El propósito  de esta colección es dar una visión más completa de la obra ensayística de Lawrence relacionada con América” [Introducción, pp. 6-7] Como en obras anteriores, pero de un modo más acentuado, el viajero inglés parte de un paisaje natural o humano, descrito con precisión y una marcada simpatía artística, para levantar sobre él unas reflexiones ensayísticas personales de notable interés. Reproducimos un fragmento de uno de los capítulos titulado “Día de mercado” (aparecido en la revista Travel en abril de 1926).

    “Lentos bueyes con las cabezas agachadas y el morro casi en el suelo se mecen balanceando los grandes cuernos igual que si fueran serpientes mientras al yugo de madera maciza les aprieta el cuello como una gubia. Avanzan entre la hierba quemada y el verde sólido y monumental de las pitahayas. Pasan las rocas y las flores flotantes del paloblanco, pasan el enmarañado  polvo de los mezquites. Aunque una vez más el polvo, con más prisa que nadie, avanza alto y rápido por la carretera sofocando  y ocultado a los pequeños humanos como un cataclismo.
   Son en su mayoría gente menuda de raza zapoteca: hombres bajos que sacan el pecho y levantan rápidamente las rodillas avanzando con una intensa energía en medio del polvo, y calladas y pequeñas mujeres de cabeza redonda que corren descalzas sujetando firmemente sus rebozos azules alrededor de los hombros, muchas veces con un bebé entre los pliegues. Las ropas de algodón blanco de los hombres son tan blancas que sus rostros resultan lugares invisibles de oscuridad bajo los grandes sombreros. Oscuridad vestida, rostros de noche que avanzan rápida y silenciosamente con una energía inagotable hacia la ciudad”. [pp. 90-91].

viernes, 12 de mayo de 2017

La finca del Marqués


LA FINCA DEL MARQUÉS

Juan Muñoz Sánchez
Entreescritores, 2016, 226 págs.

   Nacido en Castuera (Badajoz), Juan Muñoz Sánchez es diplomado en Profesorado de Educación General Básica y Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales y sus pasiones son, además de la docencia, la literatura, la naturaleza y la caza. Ha publicado entre otros La caza de la zorra en la Serena (Villanueva de la Serna, 1996),  Poemas y Pareceres I y II (Edición Punto Didot, 2015), La finca del Marqués (Entreescritores, 2016),   y De la U.C.I. a la U.V.I.: Morir para seguir viviendo (Entreescritores, 2016).
   La finca del Marqués organiza su trama de manera lejana e indirecta sobre el modelo de “novela de cacique” y, en efecto, la figura del Marqués (y su pervertido heredero), un tipo pendenciero y esquivo, planea sobre el mundo de los cazadores, contratados para limpiar su finca de alimañas,  y de unos serviciarios siempre atemorizados ante su presencia o ante su mera proximidad. Pero la denuncia de un estado de opresión y doblegamiento, que está expresa de modo especial en el desenlace de la trama, queda atenuada por la sensación constante de dicha con que el narrador adolescente, huérfano de padres, relata sus experiencias acompañando a Juan, el profesor, y a Esteban, el Abuelo (“Dios, qué feliz soy con ellos”). En la pequeña aldea y por los campos extremeños y toledanos viviremos con esta cuadrilla de campechanos aventureros numerosos lances cinegéticos, entre el latir de los perros de la rehala (podenco ibicenco, setter, pointer, fox terrier, jadg terrier, beagle, sabueso, mastín…) y la caza de los animales que persiguen: el jabalí (guarro, cochino, marrano, macareno), la jineta, el turón, el meloncillo, la zorra, el tejón, la nutria…, y todo ello descrito con las hermosas palabras patrimoniales de la vieja tradición cinegética (a tenazón, ladras, colleras, encames, rehalas, ojeo, puertas, costillas…) y el ingenio chispeante de los diálogos (“No se preocupe usted por sus perros que yo aún no he matado alguno”; “Eso me dijo el último que me mató uno”).
  
   “Allí hemos tenido un invierno muy frío y seco, casi no ha llovido. Aquí hay verde por todas partes, los candilitos que nacen debajo de las encinas y los alcornoques son el doble que los que nosotros conocemos.
         -Esa esparraguera tenía espárragos, Juan.
         -No me he fijado.
   Los dos guardas miraban y miraban y pienso que no conocían las esparragueras. El Abuelo moviendo la cabeza hacia atrás remiró con el fin de quedarse con el sitio y mañana recoger dichos frutos.
   No faltaban liebres por todos lados, Juan las señalaba con el dedo. Los conejos no aparecían como las liebres que lo hacían en cualquier sitio. Estos afloraban en las vertientes de los riachuelos y arroyos, no se les veía en lo alto de los cerros. Cosa bastante lógica.
   Al dar una curva, Juan agarró el brazo del piloto con el fin de que parara.
         -Dé marcha atrás, deprisa. Alumbre a esos dos alcornoques juntos.
   De una horquilla alta de uno de ellos emanaban dos lucecitas fluorescentes.
         -Mira, Abuelo, nos está mirando.
   Todos dirigimos nuestras miradas al lugar donde Juan señalaba y efectivamente la jineta apreció en su hábitat. Quieta, cegada por nuestra luz, permaneció inmóvil. Al igual que la jineta, el Abuelo también permaneció inmóvil. Sin decirme nada me dijo que nada podíamos hacer. En cuanto nos bajáramos del coche se escondería.
         -Simplemente, Abuelo, me voy a bajar y veremos lo que hace. Si se encueva, no hay problema; mañana estará muerta. Si, por el contrario, abandona el árbol es que no tiene ahí su madriguera. Manuel, si se tira del árbol sígala hasta donde vaya. Con la ayuda de las luces el perro la puede agarrar.
   No fue necesario mucho tiempo; al sentir las puertas del coche, saltó al otro alcornoque escondiéndose en su tronco.
         -Entre la esparraguera y la jineta hay un pegote de jaras. En la dirección de la arroyanera, el tercer alcornoque, Niño” (pp. 115-116).

martes, 9 de mayo de 2017

Ego y yo


EGO Y YO

Yolanda Regidor
Córdoba, Almuzara, 2014, 231 págs.
XXX premio Jaén de Novela.

   Nacida en Cáceres en 1970, Yolanda Regidor es licenciada en Derecho y formadora ocupacional, además de trabajar como asesora jurídica y docente en proyectos de inserción sociolaboral. Como escritora, su primera novela fue La piel del camaleón (Córdoba, Arcopress, 2012)  acogida con críticas favorables, en tanto su última novela, La espina del gato (Córdoba, Benerice, 2017), ha sido considerada como una de las mejores novelas del año.
   Ego yo ofrece varios niveles de lectura (esto es, como todo buen relato, contiene dos historias y la más importante está oculta). En el más superficial asistimos a un reencuentro entre dos amigos alejados durante unos años, un viaje de unos días en que uno de ellos estrena carné de conducir y automóvil y el otro accede a acompañarlo en fechas de exámenes finales y a unas pocas aventuras que ponen de relieve dos personalidades muy contrastadas, que enfrentan el apasionamiento a la prudencia, el impulso a la reflexión, lo dionísiaco a lo apolíneo… en un itinerario, marcado por la ternura, el erotismo y la violencia, del que ninguno de los dos saldrá indemne. El título de la novela invita, sin embargo, a una lectura de mayor calado, abierta a interpretaciones personales, en donde las certezas van diluyéndose hasta el punto de reconsiderar en el desenlace los pormenores de la trama e incluso a preguntarse quién es el narrador de esta singular aventura, que nos habla, con una prosa precisa y eficacísima, de las distintas vertientes (con frecuencia diversas, contradictorias, ingobernables…) de la condición humana. Reproducimos un fragmento en que, como en otros momentos de la trama, los personajes abordan con un tono liviano un tema grave.

   “Me quitó la botella de las manos y se sentó en su esterilla abrazándose la piernas recogidas sobre el pecho. La luna ya hacía rato que había pasado por allí y las estrellas habían desaparecido tras nubes invisibles. La hoguera irradiaba un círculo de luz, que no se diluía de forma suave; acababa de repente en un escaso par de metros y luego todo era oscuridad. Y esa tiniebla era el infinito, el espacio, la ausencia de límites; no existía el río, ni las rocas, ni los árboles; tan solo estábamos los dos, con nuestra estera y nuestro fuego en nuestra área de tres catorce dieciséis por dos al cuadrado; y ese era todo el universo existente, todo concentrado allí, en nosotros, un par de seres de colores saturados, como vistos por una cámara térmica.
         -¿Qué te gustaría hacer antes de morir? –me preguntó.
         -No se le debe preguntar eso a un depresivo.
         -¡Bah! Los suicidas crónicos nunca lo llevan a cabo. Mira mi padre; más raro que un perro verde, siempre a lo suyo, triste, callado… lo que viene a ser una depresión en toda regla, sí, pero jamás amenazó con quitarse la vida. Simplemente un día lo hizo. A tomar por culo. Pero estoy seguro de que tú no quieres morir.
         -Claro que no. Aunque no sé hasta qué punto es gracias a la medicación.
         -Bueno…, quizá ahora lo compruebes, macho.
         -Sí.
         -¿Tienes miedo?
         -¿Y tú? Puedo volverme agresivo.
         -Nah”. [pp. 97-98].

lunes, 8 de mayo de 2017

Italia a media luz


ITALIA A MEDIA LUZ

D. H. Lawrence
Madrid, Abada Editores, 2015, 291 págs.
Edición de Miguel Ángel Martínez-Cabeza.

   No es pequeña suerte que, con frecuencia, mis alumnos me descubran a autores desconocidos hasta ahora para mí. En esta ocasión, uno de ellos me regalado un par de libros de David Herbert Lawrence (1885-1930), cuyo nombre conocía, pero de quien no había leído nada. Nacido en Eastwood, Lawrence fue un maestro de primaria a quien una neumonía impidió seguir ejerciendo su tarea docente. En 1912 inició una relación sentimental con Frieda Weekley, esposa de un profesor suyo de lenguas modernas, con quien contraería matrimonio dos años más tarde, después de que ella obtuviera el divorcio. Lawrence fue autor de novelas, género más rentable para su economía siempre…., como Hijos y amantes (1913), El arco iris (1915) o Mujeres enamoradas (1920). Pero también de títulos a caballo entre el libro de viajes y el ensayo (o “ensayos sobre la vida suscitados por algo visto”, W. H. Auden), como este Italia a media luz (1916), que  publicó la editorial madrileña Abada en 2015 al cuidado de Miguel Ángel Martínez-Cabeza,  un libro que recrea el viaje a pie de Lawrence y Frieda desde Austria hasta el norte de Italia, en una de cuyas aldeas, Gargnano, junto al lago de Garda, fijaron su residencia durante un tiempo.
   Reproducimos un fragmento de uno de los capítulos (“Los huertos de limoneros”, aparecido bajo el título “Italian Studies: By the Lago di Garda”, en English Reiew, septiembre de 1913) escrito en este paraje edénico, en que el autor escucha a un campesino italiano quejarse de la tiranía de los cambios.

   “Todo el tiempo estuvimos al nivela de la nieve de la montaña de enfrente. Una película de azul puro cubría los montes a izquierda y derecha. Había hecho viento pero ya había cesado. El agua exhalaba un polvo iridiscente sobre la orilla opuesta, sobre la que los pueblos formaban grupos de puntitos.
   En el nivel más bajo del mundo, sobre el lago, una embarcación con una vela naranja se inclinaba esbelta sobre el agua azul oscura, salpicada de espuma. Una mujer bajaba corriendo por la ladera con dos cabras y una oveja. Un hombre silbaba entre los olivos.
   “Voyez”, dijo el casero con una melancolía perfecta y distante. “Antiguamente también había un huerto de limoneros ahí –puede ver los bajos pilares, cortados para hacer una pérgola para las vides- Ahora tenemos que plantar vides en su lugar. De ese terreno sacaba doscientas liras al año con los limones. Las vides solo me dan ochenta”.
         “Pero la vid es un cultivo rentable”, dije.
         “Ah –così,così! Para quien planta muchas. Para mí –poco, poco- peu”.
   De repente en su cara apareció una sonrisa de profunda melancolía, casi una mueca, como una gárgola. Era la melancolía italiana auténtica, profunda y estática.
         “Vous voyez, Monsieur, limones todo el año, todo el año, pero la vid, una cosecha”.
    Levanta los hombros y extiende las manos con un gesto e rotundidad y fatalidad mientras su rostro adopta el gesto inexpresivo e indefinido de la desgracia, como un mono. No hay esperanza. Existe solo el presente. O eso, el presente, es suficiente, o no hay nada.
   Me sentí y miré el lago. Era tan bello como el paraíso, como el principio de la creación. En las orillas se alzaban melancólicas las ruinas de los pilares de los limoneros, las toscas construcciones cerradas de las plantaciones parecían desvencijadas, asomando entre las cepas de las vides y de los olivos. Las aldeas, apiñadas, alrededor de sus iglesias, también parecían pertenecer al pasado, suspendidas en siglos pretéritos”. [pp. 99-100)

viernes, 5 de mayo de 2017

Aurora Luque en el Aula Guadiana





   Aurora Luque (Almería, 1962) visitó ayer, 4 de mayo, Don Benito en el curso de las actividades del Aula Guadiana programas para el presente curso escolar. Por la mañana, en el IES Cuatro Caminos, la autora almeriense leyó su obra a alumnos de bachiller de este centro y de los otros dos que participan en el Aula, el IES Donoso Cortés y el Colegio Claret. Por la tarde, mantuvo un encuentro abierto al público en el salón de actos de la Casa de Cultura seguido de un coloquio posterior. Reproducimos uno de los poemas del cuadernillo, que se entrega con antelación a los alumnos, elaborado por José Carlos García de Paredes Olivas. Las Fotografías son de Antonio María Flórez.

   Acuarela
Hay viajes que se suman al antiguo color de las pupilas.
Después de ver la isla de Calipso ¿es que acaso Odiseo
volvió a mirar igual? ¿No se fijó un color
como un extraño cúmulo de algas
en sus pupilas viejas? Lo mismo que en los pliegues
mínimos de la piel
se fosilizan besos y desdenes, así los ojos filtran
esa franja turquesa del mar que acuna islas,
medusas de amatista, blancura de navíos.
La piel es vertedero de memoria
lo mismo que el poema. Pero acaso unos ojos
extrañamente verdes de repente dibujen
empapados de luz
un boscoso archipiélago perdido.

(de Carpe mare)

miércoles, 3 de mayo de 2017

El doble y otros relatos


EL DOBLE Y OTROS RELATOS

Juan Manuel Pérez Rayeo
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col.  Vincapervinca, 2017, 190 págs.

   Nacido en Villanueva de la Serena (1962), Juan Manuel Pérez Rayego compagina su trabajo como empleado público con la creación artística. Además de diversas exposiciones fotográficas individuales y colectivas (alguna de sus fotografías fueron elegidas por la Nasa como foto astronómica del día), con premios en distintos ámbitos de las artes visuales (su obra “Direcciones consiguió el IV premio de Poesía Experimental de la Diputación de Badajoz), ha publicado el libro de poesía visual Nuboides (Badajoz, Diputación Provincial, 2004) y una novela, Vertical (Madrid, Ediciones del Viento, 2011).
   El doble y otros relatos agrupa las narraciones en tres bloques, “Aquí” (las más realistas), “En la frontera” y “Allí” (las más fantásticas), bloque del que reproducimos una composición.

   LUZ

   Caí en una estrella. Siempre había creído que las estrellas eran infiernos, como el sol; pero, después de atravesar un halo calenturiento, aparecieron las chimeneas, edificios y recintos de unas fábricas doradas. En ellas se producen cariño, deseos, esperanzas, acciones buenas. Los productos salen debidamente empaquetados a bordo de camiones, camiones que se convierten en rayos de luz al atravesar la frontera.
   También hay fábricas de hambre, de disgustos, de envidia. Estos productos son tratados de igual manera, y también vuelan con forma de rayos de luz a través del espacio.
   Pero no solo existen fábricas. Encontré un parque donde se prohibía pensar, según indicaba un cartel fijado a la entrada. Era plácido como un abrazo cariñoso estar sentado allí, respirando aquel aire de luz dorada; con unas plantas que no es que fueran de colores, sobre todo verdes y carmesíes, sino que eran colores con forma de plantas, de árboles, de arbustos con amarillos como florecillas; con pájaros trinando pedazos de paisajes y felicidad que se ensamblaban en el aire y acaban formando tirabuzones y espirales; con un agua que moldeaba gotas como peces de distintos tamaños y colores. Hasta con un mendigo contaba aquel parque, un mendigo que me pidió vida.
         -¿Cómo puedo darte vida?
   Fui expulsado del jardín por preguntar, por pensar. Desde entonces recorro unas calles que no parecen terminar nunca, guiado por un impulso que me obliga a continuar, impulso que también cruza una frontera y sale ahí fuera, con forma de rayo de luz.