lunes, 10 de julio de 2017

Sentada frente al precipicio


SENTADA FRENTE AL PRECIPICIO
Antología

Fátima Maldonado
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Letras Portuguesas, 2017, 133 págs.
Traducción y prólogo de José Ángel Cilleruelo

   Fátima Maldonado nació en Santo Amaro, en el Alentejo, y reside en Lisboa, dedicada durante años a la crítica literaria para el periódico Expresso, unas colaboraciones recogidas más tarde en libro (Resgate, 2017). Como poeta, se dio a conocer con un primer libro titulado Cidades Indefesas (1980), al que siguieron Os Presságios (1983), Selo Selvagem (1985), A Urna no Deserto (1989), Caça e Persuasões (1991, libros recogidos en un volumen de 1999, Cadeias de Transmissão (1999). Más tarde aparecería Vida Extenuada (2008). Por último, la escritora recogería en Larva de espera (1996, reeditado en 2014) sus impresiones en prosa y verso de un viaje a las islas Azores.
   Ahora la Editora Regional de Extremadura publica una antología de todos sus libros, más algún poema inédito en libro, traducida y prologada por José Ángel Cilleruelo, quien considera sobre su poesía: “Las coordenadas temáticas que establece la obra de Fátima Maldonado ocupan todo el orbe de lo expresable, desde la intimidad hasta la ironía, desde la crítica al momento presente hasta la encarnación de personajes históricos, desde la descripción diurna de paisajes hasta las evocaciones de sus nocturnos, prodigiosos, desde el yo lírico hasta el yo dramático, desde la primera persona hasta la tercera, desde la indagación en los sentimientos hasta la exégesis de las ideas. Nada escapa a este sujeto poético, protagonista, la voz de la mujer que escruta, comprende y revela desde sus versos” [Prólogo, p. 10]
   Reproducimos un poema de Vida Extenuada (que interpreto como lector en el territorio del testimonio y la denuncia), en que se describe una terrible escena casi “medieval” de la ciudad de Estremoz en los años 40.


AS PRISÕES DE ESTREMOZ ANOS 40

No meio da cidade expostos
completamente expostos
agarravam-se às grades
as montras de ferro
seguiam o perímetro
e eles sentavam-se
nas jaulas até ao sol posto.
A ferrugem ao sobrepor os tons
criava nobres artes
abstractos verdetes
o sol descuobria púrpuras
chagas de saliva,
en taças citas bebiam os cavalos
de estrume de cavalo salpicadas.
E os presos, aves sujas de norte,
mouras de Granada
antes da Reconquista
mas sem modestia ou sombra de recato
expostos, completamente expostos
os presos de Estremoz não me pareciam tristes.
Aceitavam moedas
a palma da mão muito esticada
nos pés mostravam chagas
diziam palavrões
enigmáticos no centro da canícula
amarravam aos ferros trapos cegos
pobres insignias na bris ararefeita
honravam deuses nao imaginados.
A luz quase amárela
crivada de cheiros meus conhecidos
poejos açorda
nas vaias do suor,
eran afinal criados de lavoura
a quem o sol ao desatar
picara de exigências
moldes inconformados
ciganos dos robos usuais
torna-viagens
exibiam barbas ruivas de pó
no chão lá mais ao fundo.
Às vozes juntas que pediam beatas
alegrías tétricas asestavam vexames.
Sucumbindo ao encanto daquela impiedade
a contragosto acelerei o passo.
Relicário de danados
no peito da cidade
progetia desmandos
incitando adultérios.

LAS PRISIONES DE ESTREMOZ AÑOS 40

En medio de la ciudad expuestos
completamente expuestos
se agarraban a los barrotes
los escaparates de hierro
daban la vuelta al edificio
y ellos se sentaban
en las jaulas hasta la caída del sol.
La herrumbre con los tonos sobrepuestos
creaba artes nobles 
abstractos verdores
el sol descubría púrpuras
llagadas de saliva,
tazas escitas donde bebían los caballos
de estiércol de caballo salpicadas.
Y los presos, aves sucias de muerte,
moras de Granada
antes de la Reconquista
pero sin modestia ni sombra de recato
expuestos, completamente expuestos
los presos de Estremoz no me parecían tristes.
Aceptaban monedas
la palma de la mano muy estirada
en los pies mostraban llagas
decían palabrotas
enigmáticas en el centro de la canícula
ataban a los hierros trapos ciegos
pobres insignias en la brisa enrarecida
honraban dioses no imaginados.
La luz casi amarilla
cribada de olores que conocía bien
poleo sopa de ajo
en las burlas del sudor,
al final eran empleados de labor
a quienes el sol desatado
les había picado de exigencias
moldes obstinados
gitanos de robos corrientes
retornados
exhibían barbas enrojecidas de polvo
en el suelo allí hacia el fondo.
A las voces unidas que pedían colillas
alegrías tétricas les asestaban vejaciones.
Sucumbiendo al encanto de aquella impiedad
a disgusto aceleré el paso.
Relicario de condenados
en el corazón de la ciudad
protegía desmanes
incitando adulterios.

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