lunes, 18 de julio de 2022

Manual de hipocondría


 MANUAL DE HIPOCONDRÍA

Octavio Escobar Giraldo

Madrid, Ediciones La Palma, Col. Ministerio del Aire, 2022, 57 págs

XXIV Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria

    Antes de Manual de hipocondría, Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962) solo había publicado un libro de poesía: Historias clínicas (2016). Es autor, entre otras, de las novelas El último diario de Tony Flowers (1995), Saide (1995, Premio Crónica Negra Colombiana, traducida a italiano y alemán), 1851 (2007), Destinos intermedios (2010), Cielo parcialmente nublado (2013), Después y antes de Dios (2014, XLV Premio Internacional de Novela Corta «Ciudad de Barbastro» y Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura, traducida al francés), Mar de leva (2018) y Cada oscura tumba (2022). Dos de sus libros de cuentos, De música ligera (1998, Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura) y Hotel en Shangri-La (2004, Premio Nacional de Literatura de la Universidad de Antioquia), suman ediciones desde su aparición, así como los libros para jóvenes Las láminas más difíciles del álbum (1995, Premio Confamiliar del Atlántico de literatura juvenil), El mapa de Sara (2016) y el libro álbum El viaje del príncipe (2019, selección Reading Colombia). La editora Regional de Extremadura incluyó en el volumen colectivo Transmutaciones (2009), al cuidado de Antonio María Flórez, su novela breve El álbum de Mónica Pont y publicó Cuentos de ida y vuelta (2020), que recoge trabajos suyos y de la escritora mexicana Mónica Lavín. Ahora Ediciones de La Palma publica Manual de hipocondría que ha logrado el XXIV premio de poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Frente a tantos poemarios concebidos como “contenedores de textos”, que recogen creaciones de perfil diverso elaborados en un periodo de tiempo dado, el presente libro es una obra unitaria con unas composiciones que tienen como hilo conductor la conmoción que ha pasado al título, una hipocondría, expresada con los tonos de la aprensión o de la resignada melancolía, que a veces mira hacia el pasado (“Hoy estoy viviendo con mis muertos”), a la certeza de la enfermedad (“Sentirse enfermo es creer en la vida, / desearla. / Con pánico”), a la conciencia del declive (“Es la vejez, por supuesto,”), o de las limitaciones físicas (“El cuerpo empieza a decir no”). Reproducimos una composición en que irrumpe una amenaza atroz, la pérdida de la memoria y, con ella, la de la propia condición humana.

 4

                                      JEROSOLIMITANO.

Quince minutos después me llega la palabra.

Como si fuera un palestino varado en un

checkpoint.

Mi cerebro se está acostumbrando a

restringir la libertad de mis ideas,

su flujo instantáneo.

No soy tan viejo como para empezar a sufrir

la tortura de un estado policíaco.

 

Jerosolimitano.

¿Cómo se concibió semejante gentilicio?

¿Es una predicción del cerco? ¿Del acoso?

 

El doctor Alois Alzheimer era católico,

apostólico y romano.

Se casó con una viuda de origen judío.

De ella heredó una pequeña fortuna que le

permitió dedicarse a la investigación.

Tuvieron tres hijos.

 

Yo también tengo tres hijos.

Pequeños.

Mujeres, varón.

A veces olvido sus nombres.

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