miércoles, 19 de junio de 2024

El último blue laggon

EL ÚLTIMO BLUE LAGGON

Roge Gómez

Salamanca, Ed. Delirio, Col.Narrativa Iria, 2024, 190 págs.

   Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y dedicado a la docencia, Roge Gómez ha sido durante cinco años alumno del taller literario de Isabel Canelles, en cuyas antologías publicó varios relatos (uno de los cuales es representado periódicamente por los estudiantes de la escuela de teatro Lombó como monólogo). Ahora, la editorial salmantina Delirio (que edita “libros cuadrados como puños”) publica su primera novela. Situada la trama en su arranque en una aldea, San Esteban de la Fuente, en pleno campo charro, la novela se abre con un episodio crucial; el protagonista, ya en las postrimerías de  la juventud, es despertado por su madre tras una noche rutinaria de alcohol, estupefacientes y lagunas mentales diciéndole que un par de policías preguntan por él: su mejor amigo, el Honrado, ha aparecido ahorcado con las manos atadas (lo que descarta un suicido). Su relación con el fallecido y su propio estilo de vida lo hacen sospechoso. Pero este motivo, propio de un relato negro, se incardina en un panorama narrativo inicial de corte cervantino: Antonio ha decidido transformarse en Elvis copiando sus vestidos, sus complementos, su peinado, su propensión progresiva a los excesos, lo que lo convierte en una figura grotesca en su entorno, pero en la que adivinamos a uno de esos “héroes” empeñados, frente a todo tipo de contratiempos (una pequeña aldea, unos personajes rurales, una madre escandalizada) en hacer realidad sus sueños. Antonio / Elvis baila como el cantante estadounidense, ingiere constantemente el mismo cóctel (el blue lagon, una mezcla de vodka y curaçao) consume drogas y aspira a unas relaciones sexuales libres, pero la extraña muerte y el acoso policial lo obligan a huir. Con toda sus pertenencias en una mochila, el protagonista emprende un viaje, comparable al de Alonso Quijano o al de Lázaro de Tormes, que le llevará a La Alberca, Salamanca, Madrid y Oslo, vivirá aventuras  (sin el propósito aleccionador de los relatos picarescos) y conocerá a personajes tan extravagantes como él, todos situados en el extrarradio de la sociedad: un policía corrupto y vengativo (que tal vez asesinara a su padre en las tapias de un cementerio), una mujer de mediana edad, Priscilla, que lo acogerá generosamente, jóvenes urbanos que huyen de la ciudad, okupas organizados, naturistas, nudistas… mientras busca el amparo de una extraña agrupación anarquista (La pepita negra) y a Ela, una vedette de los años de la guerra. Nos encontramos,  por lo dicho, ante una novela singular (aún más al tratarse de una primera novela), de carácter lúdico, con un marcado sentido del humor (como el comportamiento de ese camionero que combate el sueño con café con cocacolas), con una prosa eficiente y unos diálogos a la vez naturales y sorprendentes (con registros que van de lo rural al jergal) y un resultado final logrado en todos sus aspectos. Reproducimos un fragmento que presenta al protagonista sumido en sus tribulaciones.

   “Camina con precaución por la acera y ve sorprendido que alguien levanta el brazo desde lejos, a modo de saludo. Eso desboca su esperanza. Quizá lo de anoche no ha sucedido. O, ya que eso parece que es un hecho, han descubierto por fin la verdad. Que él no ha sido. Que no ha hecho nada. Que cómo va a haber, nada menos que ahorcado al Honrado, el amigo que cuando ya nadie daba un duro por él, salió cada noche de cada día a tomar vinos, a enseñarle beber otras cosas. Compartió con él su Blue Lagoon: el cóctel por el que era famoso en todos los bares del pueblo. Cada vez que traba en uno, si eran más de las once de la noche, se lo ponían sin preguntar. Y empezaron a ponerles dos... Juntos volvían a casa borrachos perdidos. A veces se turnaban: «Hoy te acompaño yo a tuya». Y luego estaba su hermana, la Mambrú. Siempre la adoró. Desde aquel cumpleaños germinal donde bailó con su nuevo disfraz moviendo la pelvis y acercando sus caderas hasta ella como si no hubiera testigos. Como si, por fin, hubiera desaparecido su madre. Después pasó aquello de romperle el disfraz y echar a todo quisqui de la casa. Y fue ver cómo se le iba para siempre. O eso se temía él. Porque con el paso de los años, sus costumbres se fueron complicando. Las de ambos. Ella angelical, con aquella belleza que estremecía a cualquiera que la viera, enigmática y silenciosa, comenzó a tener relaciones con todo el que se preciara. Nadie supo nunca qué criterio seguía. Solo que era metódica y que mantenía igualmente su imagen de candor y timidez. Tampoco supo nadie nunca por qué, cada vez que estaba con alguien, el Alicante iba relatando su nombre por las calles del pueblo como echando un pregón. La lista se hacía cada vez más larga. Hasta que el azar cruzó sus gustos, y el Alicante pudo sumar una gloriosa mañana su nombre a la lista: Elvis Antonio”. [pp. 25-26].

 

domingo, 16 de junio de 2024

Llámame tiempo


 LLÁMAME TIEMPO

Antonio maría Flórez

Don Benito, Ayuntamiento de Don Benito, 2024, 301 págs.

   Hijo de madre extremeña y padre colombiano, Antonio María Flórez pasa su infancia en Marquetalia (Colombia), pero recibe su formación académica de grado medio en los centros docentes de Don Benito. Circunstancias biográficas posteriores le han llevado a alternar estancias en Colombia y España, lo que lo ha convertido en privilegiado testigo del panorama cultural de los dos países. Además de varios ensayos (como Dalí. El arte de escandalizar, 2004,  Transmutaciones. Literatura colombiana actual, 2009, o Cuentos de ida y vuelta, 2010) y numerosas colaboraciones en obras colectivas (antologías de cuento y de poesía, revistas…) ha publicado hasta el momento los siguientes libros de poesía, galardonados con premios de reconocido prestigio: El círculo cuadrado (1987), En cámara lenta, junto con el escritor Flobert Zapata (1989), Epigolatría (1993), ZOO (poemillas de amor antiecológicos) (1993), El bar de las cuatro rosas (1995) y Antes del regreso (1997). A este libro le siguieron títulos como El arte de torear (2002),  Desplazados del paraíso (premio nacional de poesía “Ciudad de Bogotá” de 2003, publicado ese año en Colombia y luego en España en 2006), Marquetalia (Un pueblo que rabia) (2003), Corazón de piedra (2011), Tauromaquia (Antología Trema) (2011), Bajo tus pies la ciudad (2012), Sabe que su mirada (2014), La muerte de Manolete. Crónica en escena (Don Benito, 2014), En las fronteras del miedo (2013, finalista del premio nacional de poesía del Ministerio de Cultura de 2015), Sueños eróticos de un adolescente empedernido (2016) y Mirándonos (2019).

   Como narrador, ha publicado sus relatos en antologías como Cuento caldense actual (1992), Estrechando círculos (1999), La narración corta en Extremadura (2000) y Ficciones (2001). En 2018, la editorial De la Luna libros publicó un volumen de relatos, Desde entonces vivo para el dolor, y en 2021 la Editora Regional dio a la estampa El hombre que corría en el parque. Emparentada con este último título, Llámame tiempo se articula en torno a las vivencias de distinta naturaleza de las que el narrador (médico, profesor externo de una universidad de Bogotá, conferenciante especializado en el consumo de drogas) da cuenta en la trama de una novela de corte existencial. Aunque la procedencia de los materiales literarios en la composición de una obra suele ser un aspecto irrelevante de la misma, es preciso subrayar en este caso el fuerte entronque biográfico del protagonista que mantiene marcadas similitudes con el autor, embarcado en un proyecto que se abre desde el “yo” a distintos ámbitos vitales: su atracción por el deporte, su pasión viajera, su interés por todo tipo de manifestaciones artísticas modernas (literatura, música, cine…). Con un marcado tono memorialístico (un rasgo más que la emparenta con la novela anterior) y sólidamente documentada, la trama se abre a numerosos motivos: pasajeras relaciones sentimentales, una enigmática relación epistolar por correo electrónico (que permite el avance de la trama hasta un final enigmático), relaciones familiares, noticias sobre los conquistadores españoles en el departamento de Caldas, fundación de Marquetalia (su pueblo natal), o el tema, más grave, de la violencia en Colombia, porque será su encuentro con un exguerrillero, Franco Isaza (autor de Las guerrilas del llano: testimonio de una lucha de cuatro años  por la libertad), el que introduzca en la novela el combate entre guerrilleros, ejército y paramilitares, con la terrible deriva de enfrentamientos, venganzas, huida de las aldeas hacia las grandes ciudades y ejecuciones sumarias (como la protagonizada por Desquite, un guerrillero sanguinario que asesina a sangre fría a campesinos inocentes en las proximidades de Marquetalia). Escrita con una prosa solvente y madura, Llámame tiempo (motivo este que abre y cierra el relato) se nos presenta como el testimonio contemporáneo del hombre de nuestro tiempo en una sociedad convulsa sometida a poderosas fuerzas contrapuestas. Reproducimos un pasaje que reflexiona sobre la ciudad mestiza y multicultural en que se sitúa la novela.

   “Bogotá es una ciudad cosmopolita y multiétnica. Aquí congregan todas las razas que conforman la nación en mayor o menor medida; blancos, negros, indígenas y todas gamas posibles del mestizaje. En su vasta sabana andina viven los rolos del Teusaquillo fundacional del Chorro de Quevedo y la Candelaria colonial con los millones de emigrantes que la han poblado a lo largo de los siglos, provenientes de Boyacá y Tolima, del Santander del norte y del sur, de la región paisa, de las costas Caribe y Pacífica; así como los desplazados por la violencia que la han invadido huyendo de las guerras absurdas que asolan el país desde siempre, provenientes del Magdalena medio, de los Llanos es, el Catatumbo o el Putumayo. Una de las cosas que identifica a esta ciudad y a todo el país, es su religiosidad que muchos creen heredada sólo de los españoles pero que tiene profundas raíces en los ancestros indígenas que la habitaron en la etapa prehispánica, bien fueran chibchas, caribes o arahuacos. Católicos, protestantes, testigos de Jehová y sincréticos pueblan la ciudad de iglesias, seminarios, casas de oración, bohíos y malokas donde se congregan para ofrendar a sus dioses, espíritus y diablos. Tienen especial veneración por las vírgenes y los niños dioses, y celebran con devoción ciertas fechas señaladas del año como la Inmaculada, las Novenas y la Navidad. Diciembres es un periodo festivo después de la celebración del día ocho y anuncia las vacaciones de fin de año y de enero, y algunas de las fiestas de más renombre del país como la Feria de Cali, la de Manizales, el Carnaval del Diablo de Riosucio, el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, las Corralejas, y otros más de pueblos chiquitos de las tierras cálidas de los calles del Cauca y del Magdalena” [pp. 131-132].