martes, 11 de enero de 2022

El hombre que corría en el parque

EL HOMBRE QUE CORRÍA EN EL PARQUE

 Antonio María Flórez

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Vincapervinca, 2021, 329 págs.

 

   Hijo de madre extremeña y padre colombiano, Antonio María Flórez pasa su infancia en Marquetalia (Colombia), pero recibe su formación académica de grado medio en los centros docentes de Don Benito. Circunstancias biográficas posteriores le han llevado a alternar estancias en Colombia y España, lo que lo ha convertido en privilegiado testigo del panorama cultural de los dos países. Además de varios ensayos (como Dalí. El arte de escandalizar, 2004,  Transmutaciones. Literatura colombiana actual, 2009, o Cuentos de ida y vuelta, 2010) y numerosas colaboraciones en obras colectivas (antologías de cuento y de poesía, revistas…) ha publicado hasta el momento los siguientes libros de poesía, galardonados con premios de reconocido prestigio: El círculo cuadrado (1987), En cámara lenta, junto con el escritor Flobert Zapata (1989), Epigolatría (1993), ZOO (poemillas de amor antiecológicos) (1993), El bar de las cuatro rosas (1995) y Antes del regreso (1997). A este libro le siguieron títulos como El arte de torear (2002),  Desplazados del paraíso (premio nacional de poesía “Ciudad de Bogotá” de 2003, publicado ese año en Colombia y luego en España en 2006), Marquetalia (Un pueblo que rabia) (2003), Corazón de piedra (2011), Tauromaquia (Antología Trema) (2011), Bajo tus pies la ciudad (2012), Sabe que su mirada (2014), Lamuerte de Manolete. Crónica en escena (Don Benito, 2014), En las fronteras del miedo (2013, finalista del premio nacional de poesía del Ministerio de Cultura de 2015), Sueños eróticos de un adolescente empedernido (2016) y Mirándonos (2019).

   Como narrador, ha publicado sus relatos en antologías como Cuento caldense actual (1992), Estrechando círculos (1999), La narración corta en Extremadura (2000) y Ficciones (2001). En 2018, la editorial De la Luna libros publicó un volumen de relatos, Desde entonces vivo para el dolor

   El hombre que corría en el parque contiene un diario con entradas que van desde el 31 de enero al 31 de diciembre de 2008, sometido, sin embargo, a los artificios propios de la ficción ya desde su arranque, en que se desarrolla un motivo clásico adaptado a la modernidad, el del manuscrito anónimo encontrado al azar (en este caso, un pendrive) que un desconocido, tras tratar de encontrar en vano al autor, envía a un editor. Con el título de “El tinieblo” (un término propio de Colombia que designa al amante semioculto de una mujer casada), las sucesivas entradas van erigiendo el perfil de un médico culto y viajero, amante de los libros, del cine, de la música y, en general, de toda manifestación artística. También él, entre aventuras eróticas episódicas, se ha aproximado a la condición de “tinieblo” al enamorarse de una mujer casada de comportamiento a la vez apasionado y huidizo. Problemas laborales en una Cataluña inmersa en una fanática deriva identitaria, citas con amigos y amigas, viajes, juicios sobre libros leídos y filmes vistos (todos reales, como corresponde a un diario), relaciones amistosas y familiares (en la que destaca, la entrañable relación con su hijo casi siempre lejano) contribuyen a edificar una vida humana en el tramo cronológico de un año que en las últimas entradas, de modo progresivo, empieza a incorporar episodios inexplicables por los que el protagonista se siente vigilado sin sospechar la razón. Como sucede en el arranque, en su desenlace irrumpen de nuevo esos procedimientos narrativos propios de la ficción que adosan la trama al territorio de la novela negra (¿quién realiza esas llamadas anónimas vagamente amenazadoras y qué razón puede tener para hacerlas? ¿quiénes son los desconocidos llegados de Colombia seguidos por los mossos d’esquadra?). Queda, al fin, la figura de un ser humano enigmático, sin nombre (es solo “el hombre que corría por el parque”), que habitó en una sociedad embarcada en una carrera de cambios vertiginosos, también ella desconcertante y violenta (insinuada en las recurrentes pesadillas del protagonista) en la que cualquier persona puede desaparecer sin que parezca importar a nadie. Reproducimos una de las entradas que reseña la asistencia a uno de los muchos actos de la vida literaria barcelonesa, pero que en la cita final introduce el motivo de la persecución y el acoso con que se cierra el diario.

  09/12/08. Martes

    “Por fin me llega apoyo en el trabajo. Se incorpora mi colega de la mañana que estaba destinado por unos días en Esplugues, y eso se nota. Llueve mucho durante todo el día. Tal vez sea recordando a Lennon. Pero lo triste es saber que la yapo sigue apoderándose descaradamente de su legado.

   Por la noche voy a La Central de Mallorca con Efi y Álex. Antonio Ramírez, el librero, presenta en su ‘casa’ Contexto, una especie de asociación de editoriales periféricas jóvenes. Dicen que nacen con voluntad de excelencia, de comunicar territorios y de ocupar espacios a los que no llegan las gran-des editoriales; de cuidar el libro como objeto de valor artístico e intelectual, como medio de transmisión de conocimiento y crecimiento intelectual y humano. Y eso suena bien. Hablamos con Santiago Tobón y Julián Rodríguez de los proyectos que tienen entre manos en Sexto piso y Periférica. Luego nos vamos de cerveceo a La Bodegueta de la Rambla de Cataluña. Alguien recuerda que por ahí pasaba en tiempos García Márquez con sus amigos del Boom. Se lo pasaban bomba, por lo visto. Y nosotros también. Nos tomamos fotos para dejar constancia.

   ‘Se sabe que deambulan por ahí. Rastrean mi rastro. Olisquean los bajos de las esquinas y los senderos empedrados de los suburbios. Bajo la lluvia sus pasos resuenan acuciantes. La carne se me esponja y tirita. ¿Ya están aquí?’”. [pp. 300-301].

 

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