LA POSADA DEL ALMIRANTE BENBOW
Octavio Escobar Giraldo
Manizales, Editorial Universidad de Caldas, 2015, 43 págs.
Ilustraciones de Camilo Marín López
Octavio Escobar (Manizales, 1962) es profesor
de literatura en la universidad de Caldas y uno de los narradores colombianos
más reconocidos dentro y fuera de su país, pero también en Extremadura, que ha
visitado en varias ocasiones, donde la editorial cacereña Periférica ha publicado dos de sus títulos, Saide (2008) y Destinos intermedios (2010, título que, asimismo, da nombre a su blog), en tanto Antonio María Flórez
seleccionó El álbum de Mónica
Pont enTransmutaciones,
una antología de la literatura colombiana actual publicada por la Editora Regional de Extremadura. Paralelamente
a sus novelas (con otros títulos aparecidos en Colombia como El último diario de Tony Flowers, 1994; 1851. Folletín de cabo roto, 2007, o Cielo parcialmente nublado, 2013), el
narrador colombiano también ha publicado relatos en libros como De música ligera (1998, premio nacional de literatura
del Ministerio de Cultura) y Hotel
en Shangri-Lá (2004). Recientemente
la Editorial valenciana Pre-Textos publica Después y antes de Dios (ganadora del premio internacional
“Ciudad de Barbastro” de 2014). Ahora, la editorial manizaleña Universidad de
Caldas publica en una cuidadosísima edición maquetada e ilustrada por Camilo
Marín López un delicioso relato aparecido por primera vez en 1997, cuya trama se adosa a
la novela más conocida de Stevenson, La
isla del tesoro (1883), dando protagonismo a un personaje episódico de
esta, la madre de Jim Hawkins, quien en tres cartas dirigidas a su amiga Elinor
complementa, desde su perspectiva, los episodios que su hijo relató o dejó
meramente apuntados. Reproducimos el momento en que madre e hijo encuentran el
primero de los tesoros.
“Jim
repitió que el Capitán tenía de plazo hasta las diez de la noche no sé bien
para qué, así que me tranquilicé y subimos al cuarto del difunto. Aquel
maltrecho baúl debió recorrer muchos mares, olía a tabaco y contenía un sextante,
brújulas, pistolas, un reloj español, un vestido sin estrenar de buena fibra y
corte, una barra de plata y otras vagamunderías de marinero. Un capote raído
ocultaba una bolsa con monedas y una cubierta de hule” [p. 26]
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