El pasado jueves, 20 de abril,
presentamos en el salón de actos de la Facultad de Educación de Badajoz, la
novela de Man Viola (Cáceres, 1968) O Ele.
El acto, al que asistió numeroso público, fue abierto por Ángel Bernal Estévez,
Presidente de la Asociación Extremeño-Alentejana, que desde el primero momento
dio una generosa acogida a la
iniciativa. Le siguió Eduardo Moga, Director de la Editora Regional de Extremadura, quien subrayó la condición “híbrida” de un relato que, como un
fiel reflejo del área arrayana en que sitúa su trama, se desarrolla en las dos
lenguas habituales en los habitantes de La Raya, el castellano de los pasajes
narrativos, y el portugués dominante en los diálogos (recordó, entonces, casos
de autores bilingües como Gil Vicente y Torres Naharro), además de destacar la “voluntad
de estilo” presente tanto en los poemas como en los pasajes en prosa.
Mi intervención, dada la imposibilidad de comentar la trama de la novela ya que dañaría su lectura, versó de modo preferente sobre el espacio geográfico por donde el protagonista y los numerosos personajes con los que se encuentra en su viaje nocturno hace desde un lugar próximo a Jola (un lugar fronterizo pero del lado español en donde aún puede verse hoy una tumba de un hombre asesinado) a la ermita de Nuestra Señora de la Lapa, un lugar también fronterizo pero dentro de Portugal”, un área en que se dan “los flujos económicos (tanto el legal como sobre todo el “contrabando” y su compleja interacción entre mochileros-guardias-guardinhas), flujos demográficos (matrimonios mixtos); flujo lingüístico (bilinguismo / lusismo), y, de manera especial, el flujo cultural (el mundo chamánico de veedores, saludadores, feitiçieros, los libros “diabólicos” de Sa Cipriano y de Roda con sus encantos y tesoros escondidos, la aparición de los “miedos”, etc.) cruzan impunemente La Raya y circulan libremente por el área rayana. La dirección de estos flujos es claramente de oeste a este; los vientos que soplan son predominantemente lusitanos” (Uriarte, Luis M., 1994). También Luis Landero recuerda este flujo demográfico de Portugal a España: “la frontera hervía de gente buscándose la vida en aquellos años de miseria. Había curanderos, zahoríes, buhoneros, acordeonistas, esquiladores, segadores, espigadoras... Por toda la Extremadura fronteriza iban y venían cuadrillas de portugueses con sacos a la espalda. Aparecía a finales de abril. Se ofrecían solo por la comida, o a tanto la fanega. Segaban habas en mayo, cebada y avena en junio, trigo en julio y agosto [...] Luego estaban los portugueses que se acomodaban por año en los cortijos fronterizos. Era los arrayanos y hablaban el portuñol, que mezcla la letra y la música del portugués y el español y que es una lengua llena de gracia y de vigor. (Landero, L. Esta es mi tierra. Mérida, ERE, 2002).
Mi intervención, dada la imposibilidad de comentar la trama de la novela ya que dañaría su lectura, versó de modo preferente sobre el espacio geográfico por donde el protagonista y los numerosos personajes con los que se encuentra en su viaje nocturno hace desde un lugar próximo a Jola (un lugar fronterizo pero del lado español en donde aún puede verse hoy una tumba de un hombre asesinado) a la ermita de Nuestra Señora de la Lapa, un lugar también fronterizo pero dentro de Portugal”, un área en que se dan “los flujos económicos (tanto el legal como sobre todo el “contrabando” y su compleja interacción entre mochileros-guardias-guardinhas), flujos demográficos (matrimonios mixtos); flujo lingüístico (bilinguismo / lusismo), y, de manera especial, el flujo cultural (el mundo chamánico de veedores, saludadores, feitiçieros, los libros “diabólicos” de Sa Cipriano y de Roda con sus encantos y tesoros escondidos, la aparición de los “miedos”, etc.) cruzan impunemente La Raya y circulan libremente por el área rayana. La dirección de estos flujos es claramente de oeste a este; los vientos que soplan son predominantemente lusitanos” (Uriarte, Luis M., 1994). También Luis Landero recuerda este flujo demográfico de Portugal a España: “la frontera hervía de gente buscándose la vida en aquellos años de miseria. Había curanderos, zahoríes, buhoneros, acordeonistas, esquiladores, segadores, espigadoras... Por toda la Extremadura fronteriza iban y venían cuadrillas de portugueses con sacos a la espalda. Aparecía a finales de abril. Se ofrecían solo por la comida, o a tanto la fanega. Segaban habas en mayo, cebada y avena en junio, trigo en julio y agosto [...] Luego estaban los portugueses que se acomodaban por año en los cortijos fronterizos. Era los arrayanos y hablaban el portuñol, que mezcla la letra y la música del portugués y el español y que es una lengua llena de gracia y de vigor. (Landero, L. Esta es mi tierra. Mérida, ERE, 2002).
No hay comentarios:
Publicar un comentario