lunes, 15 de marzo de 2021

Otra mirada sobre Simón Bolívar



 SIMÓN BOLÍVAR. LA MÁS GRANDE MENTIRA DE LA HISTORIA

Adalberto Agudelo Duque

Manizales, Banco de la República-Biblioteca Luis deArango, 2020, 114 págs. 

   Autor de libros de cuentos, poemarios, y novelas, Adalberto Agudelo Duque (Manizales, Caldas, 1943) ha sido premiado en Colombia (es el escritor más premiado del país), México y Estados Unidos. Como novelista, su trayectoria arranca en 1967 con Suicidio por reflexión, a la que siguieron otros títulos como De rumba corrida (1999, premio nacional de novela Tierra de promisión), Abajo en la 31 (2007), Toque de queda (2008), Pelota de trapo (2009, premio nacional de novela Ciudad de Bogotá) y Little Beach (2019, premio Ciudad de Pereira). Tanto sus poemas como sus relatos han sido recogidos en numerosas antologías. Pero Agudelo ha cultivado también el ensayo en títulos como Efectos Möebiius en la literatura colombiana (2003), Del ensayo o del saber para ser (2003), Caldensidad. Historia y literatura (2018) o Simón Bolívar. La más grande mentira de la historia (2020), un ensayo histórico documentado que se propone ya desde el título debatir con una corriente historiográfica unánime en la idealización de una figura convertida en héroe oficial de la independencia de la Gran Colombia (más tarde dividida en Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador). Tampoco la independencia colonial se ajusta a la imagen que suele dar de ella la historia académica: “…conviene que se sepa que la independencia fue impopular en la generalidad de la población; que las clases elevadas fueron las que iniciaron la revolución; que los ejércitos españoles se componían en cuatro quintas partes de los hijos del país; que los indios en general fueron tenaces defensores del rey como que presentían que tributarios eran más felices que lo que serían como ciudadanos de la república”. Por lo que respecta a la figura del Libertador la imagen oficializada  contrasta notablemente con la opinión popular expresa veladamente en anécdotas y coplas: “En el imaginario popular, Bolívar no es el personaje que concita reverencias y reconocimiento: Simón Bolívar nació en Caracas en un potrero lleno de vacas, se comió  las gordas y dejó las flacas. La copla, aprendida en mi ya más remota infancia, irreverente, herética, heredada por generaciones, dice mucho del escepticismo o de la sabiduría de las gentes. Las entre líneas de la burla cuentan una historia diferente a la oficial o, al menos, plantean preguntas clave para entenderlo como un hombre, producto de un destino indeseable, que se oculta detrás de una máscara o a quien, por razones políticas, no históricas, le pusieron una máscara” [p. 65]. La serie de falsificaciones hagiográficas comienza ya en el relato de sus orígenes.

    “El proceso de ocultamientos, deformaciones y máscaras no se queda solamente en los aspectos militar y político. Mienten también sus ancestros, sus orígenes. En efecto, Bolívar era de sangre africana e indígena: descendiente de Francisco Fajardo y una aborigen de la etnia Roraima, tesis creíble si se acepta que los indígenas eran esclavos de curas, alcaldes y terratenientes y las adolescentes madreadas en total impunidad. Y Juan de Bolívar, uno de sus abuelos, casado con Petronila Ponte, hija de Josefa, negra, "tiene relaciones" con Francisco Marín de Narváez, tercer abuelo del amo de Caracas. De hecho, una de las muchas tierras que heredó provenía de esta cepa. ¿En qué momento deciden blanquearlo, hacerlo más convincente? Pues no se puede ocultar que el retrato del joven Simón, Madrid 1800, refleja a un afrodescendiente de pelo ensortijado y oscuro, pómulos salientes, nariz achatada, labios gruesos. Como un anverso de moneda, ya aparece con los cabellos lacios, rubios, boca delgada y ojos pequeños en una pinacotipia de 1804, es decir, al arribo de su mayoría de edad. Y en 1812 aparece ya blanqueado, nariz aguileña, mentón partido, mejillas alargadas, tez blanca o casi blanca... También la mascarilla facial tomada en su lecho de muerte que circula en textos de historia, biografías y ensayos, describe definidamente a un hombre de color”. [p. 28].

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