DE TORMENTA
Historia de mi alma
Agustín Muñoz Sanz
Mérida, De la luna libros, 2020, 212 págs.
Prólogo de Francisco J. Vaz Leal
Agustín Muñoz Sanz (12953) es
médico y escritor que cultivado varios géneros literarios: el teatro (su obra Marco Aurelio fue estrenada en el teatro
romano de Mérida en 2016), comedias y guiones cinematográficos, cuatro libros
de ensayos históricos, un libro de viajes (En
busca de Ítaca. Un periplo de conocimiento interior, 1992) y un diario (Diario de invierno, 2003). Como narrador,
ha cultivado el cuento (La dehesa de los
Bidasoa, 1992; Cuentos extremeños de
Hoy, 1994; La voz del abuelo,
2000; Trece cuentos peregrinos, 2013
y El balneario, 2014) y la novela: El yacoi (1994), Aventuras y desventuras de un pícaro sueco (1997), Aunque sean soberanos los empeños (2009)
y Los galgos del Papa (2016).
Ahora, la editorial
emeritense De la luna libros publica De
tormenta, una biografía novelada en forma epistolar de un escritor real, el
poeta, narrador y dramaturgo prusiano Heinrich von Kleist (1777-1811), olvidado
en su época y rescatado tras su muerte (se suicidó con 34 años) por autores
como Franz Kafka o Thomas Mann. Enfrentado a un destino adverso (un destino
concebido al modo romántico como un itinerario vital impuesto contra el que es
inútil rebelarse), Von Kleist vivió numerosas peripecias vitales, muchas en
contra de su voluntad, por una Europa sumida en constantes enfrentamientos
bélicos, que lo llevaron en varias ocasiones al escenario de la guerra y a la
prisión, pero también a viajar por todas las ciudades de Europa (Roma, Berlín, Weimar,
Praga, París…). En el prólogo al libro (“El alma aniquilada”), Vaz Leal
considera: “Faltan más de cien años para que Kafka explique en su Carta al padre cómo sus temores y su
malogrado anhelo de aprobación marcarán su existencia, y también para que el
magistrado Schereber describa en sus Memorias
de un enfermo de los nervios unos hechos que llevarán a Freud a hablar de
sometimiento al padre omnipotente y a Schatzman de asesinato del alma. Historias coincidentes, al fin y al cabo,
variaciones sobre el mismo tema: la búsqueda de reconocimiento de una
personalidad truncada” [p. 12].
Reproducimos un fragmento del
primer capítulo en el que, desde una profunda convicción de derrota personal, el escritor anuncia su muerte.
Berlín, en mi apartamento
Noviembre de 1811
No sé qué decir acerca de mí pues soy una persona inexplicable.
Empiezo a escribir ahora una carta de despedida. Mi testamento espiritual. La
historia de mi alma. Cuando acabe de redactarla, que puede ser, si me harto,
dentro de un rato, en la siguiente página o dentro de varios días, entraré en
la inmortalidad. Por la puerta grande. Un privilegio que se me ha negado hasta
ahora. Lo haré –inmortalizarme-en la orilla serena del lago Wannsee, en
Postdam, apenas a siete u ocho leguas al sur de Berlín. Allí iré dentro de muy poco
tiempo para cerrar por fin el libro de mi biografía. En la tranquilidad
horaciana que rodea al lago silenciaré para siempre al cerebro atormentado que
me está dictado esta carta. Cuando me entierren, si acaso lo hicieran, me
gustaría que en mi epitafio escriban lo siguiente:
“Vivió, cantó y
padeció / eran tiempos tristes y afligidos /
Buscó aquí la
muerte / pero encontró la inmortalidad”.
Cuando esté cerca de mi
futura tumba, dentro de unos días, dejaré instrucciones escritas a un buen
amigo. Y, si no hubiera tumba, no me importaría ser alimento de los cuervos
como tampoco preocupó a Diógenes el cínico. Solo pido que planten una piedra
de negro granito o una lápida de mármol gélido como la muerte en el lugar donde
encuentren mi cadáver. Nadie debe negar la última voluntad a un moribundo. Ni
siquiera a un poeta maldito, a un escritor fracasado, a un ser humano
deshumanizado porque ha dilapidado el saldo de sus sentimientos” [pp. 15-16].
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