RUTAS. DONES. HERIDAS
Eugenio Fuentes
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col.
Perspectivas, 2020, 200 págs.
Prólogo del autor
Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) es autor de una extensa obra narrativa, iniciada con Las batallas de Breda (1990), a la que suceden El interior del bosque (1999), Venas de nieve (2005) o Si mañana muero (2013); su ciclo dedicado al detective Ricardo Cupido, protagonista de las novelas El interior del bosque (1999), La sangre de los ángeles (2001), Las manos del pianista (2003), Cuerpo a cuerpo (2007), Contrarreloj (2009), Mistralia (2015) o la reciente Piedras negras (2019), ha sido reconocido como uno de -los hitos más importantes de la novela negra en español. En 2018 publicó el ensayo La hoguera de los inocentes. Sus novelas se han traducido a doce lenguas. Cuenta con diferentes títulos en el catálogo de la Editora Regional de Extremadura: la novela Tantas mentiras (1997), el volumen de cuentos Vías muertas (1997), y los ensayos literarios La mitad de Occidente (2003), Tierras de fuentes (2010) y Literatura del dolor, poética de la bondad (2013).
Ahora la Editora Regional de Extremadura publica
Rutas. Dones. Heridas, una obra
emparentada con la citada Tierras de
fuentes estructurada en los tres bloques del título. Artículos
periodísticos y ensayos de mayor extensión componen una obra que tiene como
objeto de interés la comunidad extremeña, en especial la provincia de Cáceres.
“Rutas” recoge de modo preferente textos “viajeros” por comarcas cacereñas,
atentos al paisaje y al patrimonio rural: El río Alagón y las Hurdes, el Tajo
internacional, las Raya, Alcántara, la sierra de Xálima, el Jerte y la Vera,
Cáparra y su entorno… Las descripciones paisajísticas se enriquecen con
referencias culturales a viajeros por este territorio que aún conserva la disposición
que siempre tuvo (menos transformado por el hombre y mucho más hermoso que el
de la provincia de Badajoz). Es el mundo de los ríos no represados, de las
sierras montaraces en que habita el jabalí “prehistórico” o de la dehesa “en
parajes en los que imperan las leyes de la piedra, del árbol, del aire y del
agua”. Las composiciones del segundo bloque se aproximan al perfil de reseñas
sobre la vida cultural: gastronomía, exposiciones, representaciones teatrales, actividad
de la filmoteca e incluso el lúcido análisis de unos cuadros.
“Heridas”,
por último, recoge aquellos textos que versan sobre los problemas a los que
Extremadura se enfrenta (el parón en el desarrollo de las energías renovables,
el aumento de las especies invasoras en nuestro ríos y embalses, los problemas
cíclicos en el cultivo del tabaco, los incendios de verano…). Son, como se ve,
temas recurrentes en el debate político y en los periódicos. Las aproximaciones
de Eugenio Fuentes a estos asuntos son siempre lúcidas, ponderadas, ajenas a
tomas de postura partidistas y sólidamente documentadas. Y todo ello, tanto en
los textos descriptivos como en los ensayísticos, destaca una prosa “clásica”,
equilibrada, siempre precisa. Reproducimos un fragmento de una de las
composiciones, “Esquina Hervás, esquina Granadilla” (dedicado a Marciano de
Hervás).
“El Valle
del Ambroz deslumbra especialmente en otoño, cuando los hondos castañares de
Hervás cuelgan un mantón broncíneo sobre las laderas del Pinajarro y en las
cumbres ya resplandece la nieve, hacia la cual se elevan, por el aire limpio y
tembloroso, las finas columnas de humo de las fogatas campesinas. A esta
comarca le viene bien lo que aparece despacio, este calmado deslizarse hacia el
invierno y el frío, y no tanto los súbitos estallidos de floraciones ni la
intensidad musculosa del verano.
El patrimonio
histórico-artístico se distribuye en un rombo de cuatro vértices: Hervás,
Granadilla, Abadía y Cáparra. Los dos últimos apelas a la nostalgia. El arco
cuadrifonte de Cáparra, tan solitario en medio de las ruinas de lo que fue la
ciudad romanas, es como un milagro. Da la impresión de que en el último
momento, cuando los canteros que expoliaban la antigua ciudad ya alzaban el martillo
para derribarlo, algo les detenía la mano, algo les decía que una obra tan
hermosa no podía ser descuartizada sin cometer sacrilegio. Y en Abadía poco más
queda. Está prácticamente vedado el acceso al Palacio de los Duques de Alba,
por donde pasaron los dos Vega, Garcilaso y Lope, que escribió sobre él
aquellos versos: “De las grandezas del insigne Albano / cantaré del jardín de
Abadía […] / Yace donde comienza Extremadura”. En su jardín renacentista
tampoco puede contemplarse la hermosísima estatua de una Andrómeda desnuda que
hace años turbaba a los adolescentes de la zona.
En cambio,
quedan al alcance del viajero Hervás y su barrio judío, y Granadilla, el pueblo
abandonado cuando las aguas del pantano de Gabriel y Galán inundaron sus
tierras y rodearon sus murallas” [pp. 70-71].
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